Investigadores del Instituto de Biotecnología de la UNAM, apoyados por la Coordinación de Vinculación y Transferencia tecnológica, realizaron con éxito las primeras pruebas de bacterias capaces de degradar el petróleo y algunos de sus derivados, revisando la eficacia de los microorganismos para remediar un derrame petrolero, cuerpos de agua contaminados, limpiar contaminación por hidrocarburos y, posiblemente, degradar plásticos en el agua.
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— UNAM (@UNAM_MX) July 11, 2022
Las bacterias fueron detectadas como parte de los hallazgos del Consorcio de Investigación del Golfo de México, donde colaboran Liliana Pardo López y Fidel Alejandro Sánchez Flores, ambos investigadores del instituto.
De acuerdo con Sánchez Flores, “tenemos ya una gama de productos que se pueden empezar a desarrollar, desde aquellos para remediar cuerpos de agua, hasta el potencial de restaurar un derrame petrolero, todo con el paquete de bacterias que se han aislado del Golfo de México y que finalmente es parte de nuestra aportación como investigadores de la UNAM”.
Las pruebas consisten en revisar la eficacia en agua de mar y arena. La primera se realiza en Sonora, pues implica bombear 5 mil litros de agua de mar para tener una contaminación controlada; por otra parte, la segunda, con arena contaminada, se realizará en Guerrero, en una región a pie de mar donde se tiene acceso a ella, la cual es puesta en mallas para evitar que los contaminantes usados en la prueba pasen al subsuelo.
“Hoy día tenemos estudiantes de doctorado en el Instituto de Biotecnología que están comprobando que esas bacterias pueden también degradar plásticos, estamos trabajando con diferentes tipos; actualmente me encuentro en Francia haciendo un año sabático en el laboratorio de Oceanografía de Villefranche en la Sorbona, trabajando en la colonización y degradación de plásticos por bacterias que viven en el Mediterráneo para poder traer ese conocimiento a la UNAM y estar capacitados para seguir transfiriendo paquetes tecnológicos, pero ahora para la degradación de plásticos en los océanos, que es una problemática que atañe a todo el planeta” agregó Pardo López.
“Sería excelente que la biorremediación, que es una tecnología amigable con el ambiente, pudiera ser utilizada con más frecuencia, creemos que hacia allá hay un buen futuro; es decir, tratar contaminantes como son hidrocarburos, plásticos, materia orgánica, metales, etcétera, dañando lo menos posible al ambiente”.
Científicamente hablando, añadió la líder institucional ante el Consorcio, los resultados fueron extraordinarios: “el primero de ellos es el Atlas de Línea Base Ambiental del Golfo de México, que es un gran acervo para el país. Publicamos 11 tomos sobre meteorología, peces, mamíferos, pastos marinos, etcétera, y uno de ellos está dedicado a las bacterias”.
Este esfuerzo no tiene precedentes, ya que logró que 300 investigadores de las mejores instituciones del país trabajaran en conjunto para conocer un poco más el Golfo.
Los investigadores analizaron los microorganismos con una técnica llamada metagenómica, que les permite extraer el ADN y varias cepas más (conjuntos de microorganismos que pertenecen a una misma especie y provienen de una única célula) fueron llevadas al laboratorio para secuenciar sus genomas, clasificarlas y, gracias a ello, hoy en día el IBt cuenta con una base de datos de 300 bacterias aisladas, de las cuales 43 se han identificado que pueden degradar el petróleo.
El primer paso fue la generación de conocimiento, posteriormente se logró una maduración tecnológica con este paquete de 43 bacterias, la cual fue protegida por la UNAM como secreto industrial. Para continuar con el círculo virtuoso se tendría que hacer la transferencia de esta tecnología a la iniciativa privada, agregó la científica.
Para ello, junto con expertos del Cicese y técnicos de extracción, los investigadores de la UNAM crearon la empresa Deep Sea Genomics, de esta forma la Universidad pudo transferir el paquete tecnológico a la compañía con la cual realizan las primeras pruebas piloto de la eficacia de estas bacterias en Sonora.
Respecto a la seguridad de utilizar los microorganismos para la degradación de petróleo, hidrocarburos u otros contaminantes, Sánchez Flores detalló que el objetivo es permitirles crecer en el laboratorio y realizarles pruebas de patogenicidad, a fin de estar completamente seguros de que no dañarán a la flora, fauna y al ser humano para, posteriormente, aplicarlos sin riesgos en la zona afectada.