La escritora Carmen Villoro aseguró que al leer los poemas de Eduardo Lizalde se da cuenta del amor del poeta por el lenguaje, por tratar de nombrar el mundo, pero también de la imposibilidad de que el lenguaje nombre eso que está frente a él.
“La materia, la realidad, el mundo es tan complejo y maravilloso que el lenguaje, por más esfuerzos, no podrá ser nombrado como tal, solo se logra una aproximación”.
Durante el homenaje póstumo que se rindió al escritor en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Luis Vicente de Aguinaga, poeta, ensayista y traductor, apuntó que Lizalde es reconocido por lectores de poesía como el poeta mexicano más importante en los últimos 50 años.
“Más de algún despistado podrá ver en él a un poeta del habla cotidiana, la crudeza tabernaria y la mera emoción a flor de piel”.
El secreto de su talento era quizá de orden intelectual, prosiguió, pues “pocos poetas habrán tenido un sentido tan amplio de la realidad y una capacidad tan asombrosa para entender el mundo con símiles inesperados”.
Los temas de sus poemas no eran insólitos, sino que prefería vérselas de frente con asuntos rutinarios, tales como el infortunio amoroso, la ciudad y el desencanto político para interrogarlos desde una intuición filosófica.
“Lejos de huir de los lugares comunes, así se tratara del mar o de las rosas, Lizalde, más apasionado que sistemático, los desafiaba, les plantaba cara, orgulloso de su fuerza inventiva. ‘Me basta ver un pájaro a lo lejos para verlo caer envuelto en llamas’”, dijo citando un fragmento de sus poemas.
Lizalde publicó tres libros que le hubieran bastado para garantizarle un sitio de honor en la historia de la poesía mexicana, consideró De Aguinaga. Estos fueron El tigre en la casa (1970), La zorra enferma (1975) y Casa mayor (1979).
“La principal aspiración del ‘poetisismo’, como el propio Lizalde narró en Autobiografía del fracaso en 1981, era la precisión verbal. Desentrañar su alquimia exigía comprender verso por verso los grandes poemas de una biblioteca intimidante formada por Góngora y por Eliot, Gorostiza y Valéry, Dante y Pessoa. El propósito de aquel programa vanguardista se vio cumplido paradójicamente cuando el poeta ya no lo defendía”.
Villoro señaló que Lizalde tiene algunos temas recurrentes, como la rosa y el tigre. “Incluso a él se le conoce como El Tigre Lizalde. [Este felino] tiene acepciones diversas: el tigre es la pasión, el tigre encerrado en la casa es el amor, es la soledad, pero también el tigre a veces es el mar, a veces es la naturaleza, la muerte”.
En la opinión de De Aguinaga, la mejor prosa de Lizalde consta de las estampas y relatos del Manual de flora fantástica, de 1997, libro escrito con humor y poderosa imaginación, frases largas y adjetivos imponentes.
“Vista con atención y vista en su conjunto, la obra de Lizalde tiene los rasgos de un jardín que se transforma en selva sobrepasado el control de su creador”.
Lizalde falleció el 25 de mayo de 2022 y el homenaje fue propuesto por el poeta y ensayista Eduardo Hurtado Montalvo.
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Leer a Eduardo Lizalde es llenarse de tigre. pic.twitter.com/6RixuWQMY8
— Carmen Villoro (@carmenvilloro) December 4, 2022