Las frases santas están en la calle, con el polvo de la cotidianeidad y sorprendentemente mimetizadas en escenas comunes, desperdiciadas.
Pero hay momentos en los que aparecen y su resplandor nos deja obnubilados y su significado recorre la columna vertebral y se vuelven el prodigio que repasaremos infinitas veces, porque se convierten en agua, razón y sustancia.
Esas frases explican, consuelan, vierten sabiduría a donde sólo estaba la desolación, incertidumbre o angustia. A veces se cuelan en las páginas de un libro, en una canción, en verdades irrefutables que no se consideraron en el momento.
Las palabras se engarzan con propósitos geniales, abdicantes o loables. Pueden proteger, curar o amar. Son esenciales en los trabajos de brujos y poetas, pero también para quien transita un duelo. En esos momentos, su valor se magnifica y tú adoptas las frases para subsistir.
Esas frases son las que logran iluminar grandes vacíos y noches obscuras, las que pueden remontarnos a estadios de esperanza. Son el consuelo más acabado y perfecto. Su belleza y poder está en todo lo que connotan, no en la musicalidad o el hechizo de una narrativa. Son frases burdas, de aspecto ordinario: visten de trapos pardos.
Quiero compartirles algunas que transforman mi percepción y redimensionan el espacio y el tiempo.
Una, creo crucial, es que “mis papás siempre lo serán”. Esa simple y a la vez trascendental verdad, palia el horroroso sentido de orfandad que te arrostra. De manera simultánea te llena de esperanza: no los perdiste, ellos están, el amor prevalece siempre… también se asume que el recuerdo y cariño es de dos vías: ellos no te olvidan, sino ya no los recordarías instante a instante.
En el amor de pareja, el más egoísta de acuerdo con el psicoanalista y psicólogo social Erich Fromm, una frase análoga suele permitir una versión más sensata y veraz que palia el dolor: no pierdes porque nunca tuviste. El trasfondo es simple: Las personas no son propiedades. Y esto concede la noción de infinita libertad y desaparece de nuestro imaginario el mito de los andróginos o seres incompletos que buscan su otra mitad.
Y entonces es posible reflexionar: el otro tiene su vida, pero yo tengo la mía. Y de inmediato sueltas amarras y te lanzas a buscar los significados en lo que deseas vivir. Ya no hay anclas. El inmenso mar es ahora tuyo.
Las frases santas son las que exterminan el sentido de pérdida: Pulverizan las nociones que deambulan en los signos falsos de poder y devuelven el “centro” o serenidad, a lo que realidad importa, trasciende y es importante.
Dejamos entonces de escarbar el pasado porque tenemos este tiempo y la añoranza volverá humo la vida que no concientizamos. El “aquí y ahora” entraña otra frase poderosa de vida. También frena de golpe la caótica ansiedad que nos lanza al futuro y roba el caudal de experiencia, belleza y plenitud que encierra este momento.
Las frases santas, al final, son diminutas reflexiones acerca de lo que es verdadero. Vale entonces generar pausas para encontrarlas. Están en cada uno y es posible que no las hayamos descubiertos todas aún.
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“Fueron desenterradas 21 osamentas que muestran la transición de las costumbres funerarias prehispánicas a las implementadas con la llegada de los españoles…”https://t.co/KRdLSactYg@cultura_mx
— Fusilerías (@fusilerias) February 17, 2023