Palpita en Antonio Calera-Grobet (Ciudad de México, 1974) la tentación de refundar no sólo los bordes del lenguaje, sino también el eje que lo hace girar sobre sí mismo. Uno pensaría que tal es la aspiración de cualquier escritor, pero corren tiempos de celebrar una y otra vez los denominados “logros personales”. El escritor de esta época, casi pasado por el tamiz de una violenta uniformidad, elige los caminos andados para no arriesgar su nombre; busca encajar por encima de todo, lo que implica opinar una vez que la mayoría iracunda ya se pronunció y dijo: “por allá es el camino de la verdad y la justicia”. En resumen: el escritor actual teme más a la impopularidad que a la muerte.
Xajays (Ediciones Periféricas, 2023) es la última poética entrega de Calera-Grobet. Y digo “poética” por su sonoridad y trato con el lenguaje, pese a que el lector abra el libro y se encuentre con un formato “prosístico”. Pura poesía, quede dicho. El autor utiliza este nuevo título para subrayar que le preocupa el lenguaje, así que lo tuerce hasta dejarlo irreconocible, felizmente, para testimonio de quienes sospechan que cierta escritura impuesta por ciertos editores es una burbuja de jabón. Al Escritor, por el contrario, le corresponde indagar la raíz de las palabras y ponerlas al rojo vivo a golpe de nalgadas, pese a que no sea una imagen políticamente correcta. Ésta es una cualidad de Xajays y recalca que lo que parecía un “estilo” en títulos anteriores como Zopencos (2012), Yendo (2014) o Sed Jaguar (2018), no es menos que un empeño vital.
El título se recorre de manera trepidante. Hay desdobles verbales y asociaciones de palabras por escritura o mera sonoridad, que orientan al lector sobre lo que ocurre en la mente poética de Calera-Grobet. Su vena española salta a la página, a la manera de un ruedo (la pasión taurina es una constante), y uno supone que demasiados referentes viajaron del norte de la Península a su sangre para asomarse en sus libros. Xajays es un paseo asimétrico por una patria interior en la que Calera-Grobet nos ofrece una guía amable para orientarnos de camino a casa, sea cual fuere o si lo hubiere incluso. En estas páginas, los anhelos demandan presencia en el escenario de las pasiones humanas y la posibilidad del amor destella en cada una de las piezas. ¿Cómo aman los poetas? Con palabras. ¿Cómo se olvidan del amor? Con palabras. Y así responder a cualquier pregunta que se formule.
Líneas de Xajays motivarán que los lectores alcen la ceja contrariados. Es lo natural y lo deseable. La sintaxis no es la que utilizan para pagar la cuenta en el restaurante o para intentar una aclaración con el banco. Aquí Calera-Grobet escarba el lenguaje. Nos intranquiliza con giros que sorprenden y acto seguido explican su lógica en el sistema poético caleriano. Xajays reclama su singularidad en medio de sus pares y lo hace motivado, no por mero afán de sorprender (labores de cuatrero), sino porque la búsqueda del poeta debe ser permanente. ¡Ay de aquel que se arroje a los brazos de la facilidad o del verso creado para consumo instantáneo! Hay labor en estas páginas: una labor reiterada, morosa, afilada.
A ratos, en estas páginas, el medio de transmisión de realidades a través de la palabra se refunda a sí mismo y uno debe hacerse de las herramientas para caminarlo de nuevo. Nunca un libro había exigido para sí una relectura inmediata como Xajays. Avanzamos sobre su camino de palabras y una voz interior nos llama para volver lo antes posible. Cada pieza es un objeto tallado con una forma que se identifica a sí misma con la totalidad del sistema poético del autor. Al igual que dos de sus figuras tutelares, Raúl Zurita y Eduardo Milán, Calera-Grobet se arroja a la creación como si fuese la primera vez en cada libro. De ahí que cada entrega sea una posibilidad para confirmar que merece ser atendido. A diferencia de otros poetas, para quienes la creación implica escribir “desde la tradición”, esto es, sujetos a ella, en el caso de Calera-Grobet lo mismo la calle que el transporte público, la letrina y los ruidos de la cacerola, la algarabía y los misterios del silencio, nutren sus páginas y entonces se llega a un título como Xajays.
Darle seguimiento a la trayectoria de un autor genera satisfacciones y contrariedades. Llegado cierto punto, podría no entenderse su tentativa y perder la confianza en un destino literario. En el caso de Calera-Grobet, cada libro es una invitación a la relectura y a ahondar en el misterio de la escritura artística, esa que es irreductible y hallará su camino en medio de cualquier bullicio mercadológico. Él camina recto, sin pedir atenciones inmerecidas, con la paciencia del discreto y del maestro de Oriente que poliniza entornos con lecciones mudas o gestuales. Ser contemporáneo de Calera-Grobet implica ser testigo de una voz poética que se alza por encima de la mayoría de su generación. Y además lo hace sin pirotecnias, ni juegos de artificio. Él avanza entero, en el tallado de una obra poética que hoy por hoy no puede ignorarse, so pena de encontrar una imagen parcial de un horizonte literario.
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Se me verá en estos días con bocina y micrófono, en esta ciudad y otras. Leeré mis poemas en parques, cafés, librerías y centros culturales independientes o no, ferias, siempre que me acerquen lectores. «Xajays», por la excelente@ed_perifericas: 40 poemas, 1500 ejemplares.
Agur. pic.twitter.com/4fm7Hoj5Me— Antonio María Calera-Grobet (@manchadetinto) March 30, 2023