“’Yo creo que las mujeres deben quedarse en su casa, atender a sus hijos. El lugar de la mujer es la casa’. Diría su nombre si lo recordara, pero no lo recuerdo, era un periodista, no era un hombre reconocido”.
Hace una semana apenas, a esa mujer que un jefe de redacción le pedía quedarse en casa le fue entregada la Medalla Belisario Domínguez.
Elena Poniatowska, nacida Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, polaca de nacimiento y mexicana de adopción, fue la primera mujer en recibir el Premio Nacional de Periodismo en su país y es la cuarta mujer y la quinta mexicana en recibir el Premio Cervantes de Literatura. Ha escrito novelas como Hasta no verte Jesús mío, donde narra la vida de una joven que acompaña a los soldados en la Revolución, o El tren pasa primero, una obra que aborda la vida de los ferrocarrileros mexicanos y por el que obtuvo el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos (2007).
Recientemente reveló la violación que sufrió a sus 22 años y de la que nacería su primer hijo. El abusador fue un notable escritor e intelectual, Juan José Arreola, muerto en 2001, y a quien cita solo como «el maestro». Al narrar el episodio silenciado durante años, llena «un agujero negro» de su biografía.
“Los feminicidios y el maltrato a la mujer son un drama. Se abusa de las campesinas que hacen aquí los trabajos domésticos por sueldos míseros o por nada»
En una entrevista con Marcela Turati en 2013 y reproducida por Milenio, ella señala: «En el Novedades nos decían las MMC, Mientras Me Caso, como si lo mejor que te pudiera suceder fuera casarte. Había mucho desprecio por las mujeres, te refundían en las secciones sociales, tenías que hacer crónicas de bodas, de baby showers… Había pocas mujeres periodistas y los hombres sólo te interrumpían, querían llevarte al cine, si te veían ‘potable’ era el asedio, la burla, el usted está aquí porque algo busca».
Años después convertida en periodista/escritora daría fe de testimonios de la matanza de Tlatelolco en aquel fatídico 2 de octubre del 68. «Cuando llegué estaban todavía los tanques y los soldados en la plaza. Había muchos vidrios rotos y muchos zapatos tirados», le cuenta a BBC Mundo.
La escritora había ido «entre amamantada y amamantada»: su segundo hijo tenía apenas cuatro meses de nacido.
Hoy a sus 90 años, ha roto estereotipos, roles y ha alzado su voz tanto por agendas sociales como feministas. No solo por denunciar el abuso sexual sino por meterse en la defensa de las mujeres desfavorecidas. Se enunció como feminista abiertamente: “Los feminicidios y el maltrato a la mujer son un drama. Se abusa de las campesinas que hacen aquí los trabajos domésticos por sueldos míseros o por nada».
La medalla Belisario Domínguez quedó en buenas manos