La última visita de Steve Vai a tierras regiomontanas fue en el lejano mayo de 2002, en la gira del G3 junto a Joe Satriani y John Petrucci, en el extinto Auditorio Coca-Cola. Conciertazo: yo tenía 13 años y era la primera vez que veía a los tres monstruos en vivo, acompañado de mi padre, que aguantó toda la noche la furia de las guitarras. Tuvieron que pasar más de dos décadas para su regreso a Monterrey y valió la espera.
Dieron las ocho con quince minutos y se escuchó el primer guitarrazo, arrancando el concierto con la rola “Avalancha” de su nuevo album Inviolate. Se iluminó el escenario y vimos a toda la banda conformada por el legendario Philip Bynoe en el bajo, Jeremy Colson La Bestia en la batería y el novato Dante Frisiello en la guitarra rítmica, supliendo a Dave Weiner, quien el año pasado, después de más de 20 años en la banda de Vai, se retiró. Aunque se notó la diferencia y la ausencia, Dante demostró estar a la altura para ser el soporte de Steve durante el concierto.
Al termino de la tercera canción, uno de los técnicos le pasó a Vai la guitarra más emblemática de su carrera, Evo, una guitarra Ibanez que lo ha acompañado desde 1987 y que ha pasado por cirugía electromecánica múltiples veces. El cambio provocó algo de ansiedad en los fans y así llego el primer bombazo de la noche con “Tender Surrender”, un clásico del virtuoso.
Son 43 años que lleva Steve haciendo giras alrededor del mundo, siendo el showman del escenario, y comienza a cobrarle factura, natural para alguien que por décadas realizó piruetas y lanzamientos de guitarras, corría de un lado a otro y se revolcaba en los principales escenarios del mundo. Hoy es más mesurado en sus movimientos artísticos, trata de no exponer los brazos y cuidar el hombro que recientemente ocupó cirugía. Lo que sigue creciendo día con día son su técnica y sonido, y una muestra fue la sexta canción del set, “Building the Church”.
Al inicio de la octava rola, hubo un preámbulo en pantalla, escenas de la película Crossroads aparecieron y la expectación de que podría tocar el duelo de guitarras de la cinta creció exponencialmente. En el filme de 1986 un músico de blues le vende su alma al diablo en la famosa Ruta 61 (la ruta del rock blues de Estados Unidos que conecta Nueva Orleans con Wyoming) para lograr ser un músico virtuoso: tal vez ese sea el secreto mejor guardado de Steve. Las imágenes del filme dieron pie a la rola “Bad Horsie” y si bien no era el duelo de guitarras, es una rola muy pesada, inclusive me atrevo a decir la más metalera de su carrera.
El clímax de la noche llegó cuando un artefacto cubierto en tela fue colocado en el escenario, Vai se acercó para revelar que se trataba de The Hydra, un instrumento eléctrico de 36 cuerdas, compuesto de cuatro de bajo, siete de guitarra eléctrica, 12 de guitarra, 13 de arpa, un controlador Midi y un montón de botones, un monstruo de pieza necesario para tocar la canción “Teeth of the Hydra”. Dos manos, 37 cuerdas y el virtuosismo de Steve.
El penúltimo tema de la noche fue su más grande éxito, “For the Love of God”, que no ocupa introducción. Es simplemente la canción instrumental con el mejor solo de la historia. Para finalizar la noche y toda la gira por Sur y Centroamérica la banda tocó “Taurus Bulba”. El set de 15 canciones se consumió en dos horas de rock instrumental y no queda más que agradecer su presencia y esperar que no pasen otros 20 años para volverlo a ver.
El legendario músico @stevevai llegó anoche a nuestro escenario para encenderlo en una noche llena talento único y mucho rock. 🎸🔥 pic.twitter.com/vy11v9rLGj
— Auditorio Pabellón M (@AuditorioPM) June 24, 2023