Tras una ardua labor de más de 30 años, por parte de investigadores, historiadores, curadores, archivistas y técnicos de la imagen, en colaboración con numerosas instituciones privadas y de gobierno, el archivo del fotógrafo Manuel Ramos, pionero del fotoperiodismo en México, sigue mostrando nuevas facetas de una obra que destaca por su versatilidad y su ánimo experimental.
Y es que a los poco más de 11 mil objetos, entre positivos y negativos, que conformaban el archivo fotográfico que el autor tenía en su posesión, y que es el que ahora está bajo el resguardo de Elia del Carmen Ramírez Bocardo, deben sumarse 200 rollos de material fílmico de 9.5 mm y uno más de 16 mm, todos ellos en soporte de acetato de celulosa, que el fotógrafo convertido en cineasta tomó entre 1928 y 1932.
Este material era del conocimiento de los especialistas que han trabajado de cerca con el legado de Ramos (San Luis Potosí, 1874-Ciudad de México, 1945), pero no lo es del gran público, que hasta ahora sólo ha podido apreciar algunas tomas en movimiento.
Los pequeños carretes están a cargo de las especialistas Gabriela González Reyes y Tzutzumatzin Soto Cortés, quienes han trabajado en ellos desde 2018. Han sido años de mucho trabajo para, en primera instancia, proteger, estabilizar y digitalizar el material y, después, para identificar y describir su contenido. En todos estos años han tenido hallazgos relevantes, pero, como ocurre en toda exploración de archivos de época, cada descubrimiento trae consigo dos incógnitas.
Seis años después, ya con avances significativos en los trabajos de rescate, Reyes y Cortés ofrecieron el pasado 14 de marzo la ponencia La travesía de catalogar el archivo de Manuel Ramos en el Seminario de la Mirada Documental del Instituto Mora, en la que hablaron de sus avances y los retos que tienen para el futuro.
Manuel Ramos: Vida cotidiana y paseos familiares
Las estudiosas explicaron que lograron identificar tomas de actividades al aire libre y vida cotidiana que Manuel Ramos realizó en diferentes zonas de Ciudad de México como el Bosque de Chapultepec, San Ángel, la Villa, Tacuba y sus alrededores, e incluso en Naucalpan en el Estado de México. En ellas se aprecia a un autor maduro que recurrió a sus conocimientos de fotografía para hacer algunos registros de lo que llamaba su atención, como vendedores de periódicos, alfareras afuera de una iglesia, niños jugando, o incluso un par de elefantes caminando por las calles del primer cuadro de la ciudad.
De acuerdo con González Reyes, Manuel Ramos fue comprendiendo poco a poco el uso de su pequeña y moderna cámara, una Pathé Baby, el primer formato de cine amateur que existió. Al principio, explica, hacía cortes muy breves, pero después comenzó a hacerlos más largos para capturar mejor el movimiento de lo que estaba tomando. Incluso, logró “hacer ediciones” de sus filmes desde la misma cámara, sólo cortando y volviendo a filmar en un lugar diferente.
Con el paso del tiempo, comenzó a hacer más dinámicas sus tomas. “En un principio colocó la cámara fija y dejaba que las personas pasaran por la cámara; sin embargo, después registró el movimiento colocando la cámara en un auto o tranvía, una especie de road movie”, agrega en entrevista Soto Cortés.
Un apartado interesante es el que dedicó a su familia. De los 200 rollos, 28 los usó para hacer tomas de paseos dominicales en los que los protagonistas son sus propios hijos y en los que se observa un tono juguetón y experimental. En uno de estos rollos, por ejemplo, una de sus hijas habla directamente a la cámara.
Destacan además 13 rollos de tomas religiosas (Manuel Ramos fue integrante del ejército Cristero), que están clasificados bajo el nombre de “El Cuartito”, un lugar de peregrinación religiosa y de encuentro comunitario.
“Es relevante porque están representados grupos que pocas veces tienen un lugar, en este caso mujeres y niños. Se ven muchas peregrinaciones y niños de rodillas en filita caminando hacia lo que literalmente es un cuartito”, detalla Soto Cortés. ¿Qué lugar es y dónde se encontraba? Son parte de los misterios que permanecen hasta ahora.
En el marco del #DíaMundialDeLaFotografía les compartimos dos imágenes de Manuel Ramos, una donde es visible el réflejo de su cámara y la otra donde está junto a diversos pioneros del fotoperiodismo en México pic.twitter.com/7eWtfvBuGQ
— Archivo Manuel Ramos (@Archivo_Ramos) August 19, 2020
Ramos también filmó los sucesos relacionados con el juicio y fusilamiento de José de León Toral, el asesino material del presidente electo Álvaro Obregón. “Permiten ver este suceso desde otra perspectiva. Si bien lo hizo con la mejor técnica fotográfica, también es cierto que tiene una narrativa amateur”.
Es posible que en un mismo día, Manuel Ramos haya tomado una fotografía y una toma en movimiento del mismo lugar, pero no se sabe con certeza; el peso y volumen que tenían las cámaras de entonces hacen dudar sobre esta posibilidad. Lo que sí se sabe es que diferentes fotógrafos de la época encontraron en el cine una extensión de su trabajo fijo.
Uno de los hallazgos que más sorprendió a las especialistas son los carretes que incluyen tomas publicitarias, y que son, al mismo tiempo, los más autorales. En uno de ellos se observa a mujeres y a un pequeño niño comiendo Paletas Ernestina, así como a hombres y mujeres mientras las preparan. La otra publicidad habla de los beneficios de tomar leche de cabra. En ambos casos, el material incluye letreros que invitan al público a consumir los productos.
“Tiene un conocimiento de la técnica y una motivación no sólo documental, sino también de crear obra, de hacer algo comercial, como en las paletas y las cabras”, apunta la especialista.
Sobre si el fotógrafo difundió su material fílmico, dice que “es muy posible” que haya hecho pequeñas presentaciones, debido a que el 9.5 mm daba la posibilidad de registrar y luego proyectar los materiales, pero, de nueva cuenta, no hay certidumbre al respecto.
Digitalización del material fílmico
El rescate del material fílmico de Manuel Ramos comenzó en 2018 con el apoyo del programa Ibermemoria y Audiovisual, que mediante la cooperación técnica y financiera fomenta la investigación, rescate, preservación y acceso del patrimonio sonoro, fotográfico y audiovisual de Iberoamérica. El proyecto se desarrolló con la colaboración de Hydra+Fotografía y el Laboratorio de Restauración Digital de la Cineteca Nacional y contempló la revisión, estabilización y digitalización de los 201 rollos.
“Me dieron una residencia en la Cineteca Nacional y me dediqué a limpiar todo el material. Hice toda la restauración mecánica, junté los rollos y los puse en carretes para después pasar al proceso de digitalización”, señala González Reyes.
Asegura que los carretes de Manuel Ramos presentaban “daños mínimos” que son explicables por los casi 100 años de vida que tienen. “Se identificó degradación de color, desprendimiento de emulsión y manchas de revelado; algunas de estas cosas se pudieron mejorar; otras, no”. Soto Cortés coincide en que el estado del material fílmico es estable. “Su manipulación no era de fragilidad exagerada: se limpiaron y se hicieron algunas restauraciones, sólo eso”.
En 2023, recibieron el respaldo del Programa de Fomento al Cine Mexicano (Focine), que les permitió dar un paso adelante: trabajar en la identificación y descripción integral de todos los elementos que conforman este material, que alcanza una duración de 200 minutos, a razón de un minuto por rollo.
“Junto con Hydra comenzamos a hacer el trabajo de catalogación y colocar todo el material en una base de datos. También se hicieron dos cortometrajes: México, diafonía de una ciudad, de Mariana Rodríguez Fabris; se trata de una narración visual, inmersiva, más apegada a la ficción. Y Apuntes para un metraje encontrado, de Viviana Valenzuela, con una narrativa documental en la que hace una reflexión histórica. La musicalización estuvo a cargo de Alfonso Figueroa Zamano”.
Al rescate de un archivo
La primera vez que el público pudo apreciar algunas fotografías de Manuel Ramos fue en la exposición Asamblea de Ciudades: cultura y vida cotidiana de la Ciudad de México 1920-1950, que se presentó en el Palacio de Bellas Artes de enero a marzo de 1992.
A mediados de 1991, Alfonso Morales y Elia del Carmen Ramírez Bocardo, quienes formaban parte del equipo de investigadores de dicha muestra, fueron notificados de la existencia de un archivo que se había mantenido en el anonimato más de cuatro décadas. Quien les platicó de ese archivo fue el fotógrafo Pablo Ortiz Monasterio, que en aquel entonces fungía como coordinador del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes que auspiciaba aquel proyecto museográfico.
Escribe Alfonso Morales en “Los evangelios según Manuel Ramos”, que aparece en el libro Manuel Ramos. Fervores y epifanías en el México moderno (2011): “En los días en que armábamos Asamblea de Ciudades, Ortiz Monasterio requirió los servicios de un odontólogo conocido de su padre. La dureza del tratamiento obligó al especialista a urdir alguna distracción para aquietar al paciente que tenía con la boca abierta y a punto del alarido. El dentista, de nombre Francisco Sánchez, recordó que Ortiz Monasterio era fotógrafo.
“Se le ocurrió entonces hablarle de su abuelo, Manuel Ramos, quien en remotos tiempos había ejercido la fotografía y era autor de unas imágenes bellamente coloreadas que parecían cuadros sin dejar de ser fotografías”.
A través de Francisco, es que tuvieron un primer acercamiento con su hermano, Manuel Sánchez Ramos, quien resguardaba el tesoro y quien decide convertir en custodia del archivo a Ramírez Bocardo.
Lo primero que se hizo fue trabajar en un diagnóstico general para conocer su estado de conservación. Lograron conseguir algunos apoyos como la beca del Fideicomiso para la Cultura México-USA (Fonca/Fundación Bancomer/Fundación Rockefeller, la beca del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones culturales del Fonca y un primer apoyo de ADABI de México A. C.
Cabe aclarar que se trata sólo del archivo que Manuel Ramos tenía en su poder, ya que existe otro material que se encuentra en resguardo de la Fototeca Nacional del INAH, que corresponde a las fotografías que el autor tomó cuando fue Inspector de Monumentos Históricos; algunas más las tiene el Archivo Casasola.
En opinión de Morales, además de ser el pionero en el fotoperiodismo en México, Manuel Ramos es también pionero del fotomontaje. Asegura que le gustaba experimentar con sus negativos y armar una imagen tomando elementos de distintas fotografías, incluso llegó a intervenirlas de manera pictórica. También fue de los primeros autores en firmar sus imágenes, lo cual ha ayudado a los investigadores a detectar algunas de sus placas.
Su obra es muy versátil: documentó, entre muchos otros momentos clave, la Decena Trágica, ocurrida del 9 al 18 de febrero de 1913; la entrada del ejército zapatista al zócalo capitalino el 6 de diciembre de 1914; y ese mismo día, horas más tarde, el momento en que el líder revolucionario Pancho Villa se sienta en la silla presidencial con Emiliano Zapata a su lado izquierdo.
Sus intereses fueron igual de variados: fue paisajista, retratista, y su fervor religioso lo llevó a hacer una crónica puntual de la Guerra Cristera y de la iconografía de la Virgen de Guadalupe; además, realizó un retrato de Ciudad de México, tanto de su rostro rural como de su incipiente arquitectura moderna. Muchas de esas imágenes las publicó en medios importantes de la época como las revistas El Mundo Ilustrado, El Tiempo Ilustrado, La Semana Ilustrada y el periódico Excélsior.
“Daño por hongos, irreversible”
Sobre el estado de salud del archivo fotográfico de Manuel Ramos, que actualmente tiene su sede física en La Casa de los Árboles de Apizaco A. C., en Tlaxcala, González Reyes asegura que “no es malo”, aunque aclara que alrededor del 20 por ciento del material tiene hongos. “Es un daño irreversible. Lo que se puede hacer es congelar los negativos, sellarlos, y así frenar el daño. Todos los negativos tienen guardas de tercer nivel, lo que falta es el acondicionamiento y, sobre todo, congelar los negativos que tienen daño por hongos”. Hasta ahora, alrededor del 40 por ciento del archivo está catalogado.
Aún falta mucho por hacer y para eso, coinciden Reyes y Soto Cortés, se requieren aún más recursos. La nueva manera que encontraron para hacerse de recursos, además de la venta de libros, tazas e impresiones, es mediante la rifa de una fotografía de Manuel Ramos.
Para ello, el Archivo Manuel Ramos se alió con el fotógrafo Víctor Mendiola, quien ya ha realizado este ejercicio con su proyecto Mirónlibre. El boleto tiene un costo de 200 pesos; cada boleto participa por tres premios, dos fotografías o un libro. Informes en el teléfono: (55) 2917-4799 o mediante la cuenta de Instagram @mironlibre. La rifa se realizará el próximo sábado 20 de abril.
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