Ser leyenda en una industria como la cinematográfica francesa, en la que brillarán siempre divas de las tallas de Brigitte Bardot o de Catherine Deneuve, no es poca cosa. Pero en más de siete décadas de carrera, Anouk Aimée se las arregló para mantenerse vigente, desde su debut a los 13 años con su nombre de pila, Françoise Dreyfus, en La casa bajo el mar (1946), hasta su irrupción con el nombre artístico que le dio el poeta Jacques Prévert para La dolce vita (1960), de Federico Fellini: Anouk por su personaje inaugural, Aimée porque estaba destinada a ser amada por todo mundo.
De padres actores, Anouk tuvo una prolífica carrera y larga vida, que acabó ayer a los 92 años en París, con la confirmación de la muerte por medio de su hija, la también actriz Manuela Papatakis. El nombre artístico se tambaleó en algún momento con su protagónico de 1961, Lola, la heroína de la película de Jacques Demy. Le Monde consigna que la actriz decía que ya no sabía dónde empezaba Anouk y dónde empezaba Lola, dónde acababa Lola y dónde acababa Anouk.
En 1962 interpretó a una reina para Sergio Leone en Sodoma y Gomorray a una modelo en La cita, de Sidney Lumet, en 1969. Se casó con el cineasta griego Nico Papatakis a los 19 años, después con el músico Pierre Barouh y más adelante con el actor Adalberto Finney, aunque se le relacionó también con el gran Omar Sharif, su coprotagonista en La cita.
El Festival de Cannes lamentó así la pérdida: “Qué tristeza saber de la desaparición de la incomparable Anouk Aimée. Sus ojos oscuros, su elegancia, sus interpretaciones sensibles acompañan al cine desde hace más de 75 años bajo la dirección, entre otros, de Jacques Demy, Federico Fellini, Jacques Becker, André Cayatte, Sidney Lumet, George Cukor y Claude Lelouch.
En la historia del festival siempre quedará la inolvidable Anne Gauthier, eterna amante de Jean-Louis Trintignant en Un hombre y una mujer, Palma de Oro en 1966 y, por supuesto, la que ganó el Premio a la Mejor Interpretación en 1980 para Salto al vacío de Marco Bellocchio”.
En una entrevista con Laure Adler para Radio France, la actriz confiesa que en todos los personajes hay algo de ella, “es normal”, con excepción de las películas de Fellini, con quien rodó Ocho y medio y La dolce vita: “Con él podías convertirte en cualquiera y en cualquier cosa, era un mago”. Y sobre el bautizo por iniciativa de Prévert, comparte: “Cuando apenas tienes 15 años y Jacques Prévert te da un nombre, sea cual sea, ¡lo conservas, aun si no hubiera sido Aimée! (juega con el significado del apellido, amada)”.
En la charla con Radio France, dice también que nunca peleó por un papel, porque siempre aspiró a que el director la quisiera, y dice que su familia por parte de su madre es Claude Lelouch, el realizador de Un hombre y una mujer, con el que tuvo un romance que consideraba “una aventura sublime”, y por parte de su padre Fellini. “Son los dos pilares de mi vida”, decía la estrella.
— Claude Lelouch (@LelouchOfficiel) June 18, 2024
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