París, Francia. Ganador de múltiples premios y frecuente candidato al Premio Nobel de Literatura desde hace tres decenios, Milan Kundera, quien hoy cumple 92 años, es el escritor de República Checa más importante de la segunda mitad del siglo XX así como uno de los grandes autores y teóricos de la novela, que ha sostenido: un narrador solo rinde cuentas a Miguel de Cervantes Saavedra.
Hijo del músico Ludvík Kundera, director de la Academia de Música de Brno, desde muy joven Milan tuvo acercamiento al arte. A temprana edad comenzó a estudiar piano, por influencia de su padre, y posteriormente asistió a la Universidad Carolina de Praga, donde ingresó a la carrera de estética y literatura, que dejó para ir a la Facultad de Cine de la Academia de Praga.
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Durante su juventud se afilió al Partido Comunista checo, del que fue expulsado en 1950. Esta experiencia fue la inspiración para la creación de su primera novela, La broma (1967), obra que terminó de escribir el 5 de diciembre de 1965, a los 38 años, y pasó seis meses bajo presión en la mesa del censor sin que, según Kundera, el autor “cambiara una sola palabra”.
El libro marcó el comienzo de una historia de reconocimiento de parte de sus lectores y la crítica, y de represión del régimen comunista, que culminará con el exilio del autor en Francia en 1975 y la pérdida de su nacionalidad en 1979, por lo que obtendrá la francesa en 1981.
Antes de dedicarse de lleno a la escritura, Kundera componía música para piano influida en Schönberg. “Por entonces tenía 16 años. Después me echaron de la universidad. Comencé a vivir entre obreros y tocaba en pequeños cabarets de pueblo en una banda de jazz. Tocaba el piano y la trompeta. Más tarde comencé a escribir poemas. Y aún más tarde me dediqué a pintar. La mayoría de estas cosas eran bobadas”, explica el autor en una charla con el escritor estadunidense Philip Roth en 1980.
Estas vivencias pasaron a convertirse en motivos que aparecen a lo largo de toda su obra: el exilio, en La insoportable levedad del ser y La ignorancia; el acoso a la privacidad del hombre en El libro de la risa y el olvido, La despedida y El libro de los amores ridículos; la libertad a través de la sexualidad en La lentitud y Jaques y su amo; la ironía contra el totalitarismo en La vida está en otra parte y La fiesta de la insignificancia.
Kundera ha sido multigalardonado. En 1985 recibió el Premio Jerusalén, reconocimiento bienal concedido a escritores cuyo trabajo se haya destacado en la lucha por la libertad; el Premio Austriaco de la Literatura Europea y el Premio Herder en 2000, dedicado a la promoción de la investigación, arte y literatura; en 2007 ganó el Premio Nacional Checo de Literatura, en 2009 el Premio Internacional Cino del Duca y en 2019 el Ovid.
El 28 de noviembre de 2019, el escritor recuperó su nacionalidad checa al recibir en su casa de París, por iniciativa del gobierno de esa nación, el certificado que lo acredita como ciudadano de República Checa.
Una composición inspirada en la música
La composición de la narrativa de Kundera desarrolla la teoría musical de las variaciones y el manejo del ritmo, según cuenta en sus ensayos, principalmente en El arte de la novela. Su labor creativa puede dividirse en tres periodos, del cual el segundo es el que le ha dado fama mundial.
El primero es el de obras cómico-serias, que va de 1967 a 1981 y lo conforman La broma (1967), El libro de los amores ridículos (1968), La vida está en otra parte (1972) y La despedida (1973), y a ellas se agrega de forma tardía la obra de teatro Jaques y su amo (1981).
En el segundo periodo (1979 a 1988) se hallan las obras que definieron la voz literaria de Kundera y muestran las estructuras más innovadoras. El libro de la risa y el olvido (1979), La insoportable levedad del ser (1984), La inmortalidad (1988). Una de las características de estas novelas es que hablan sobre el exilio y fueron escritas en el exilio, cuando el gobierno checo retiró al escritor su puesto de profesor, le quitó sus derechos para trabajar y prohibió su obra en República Checa.
Al tercer periodo, que puede ubicarse entre 1995 y 2014, pertenecen las novelas sucintas, que tienen como característica ser muy cortas y la decisión de Kundera de utilizar el idioma francés como lengua de creación. En este grupo se encuentran La lentitud (1995), La identidad (1998), La ignorancia (2000) y La fiesta de la insignificancia (2014).
10 frases, 10 obras
La broma
1967
Vivir en un mundo donde no se le perdona nada a nadie, donde nadie puede redimirse, es lo mismo que vivir en el infierno.
El libro de los amores ridículos
1968
Cuanto más tonto es un individuo, más ganas de reproducirse tiene.
La vida está en otra parte
1972
Todo hombre se lamenta por no haber podido vivir otras vidas además de esa única.
El libro de la risa y el olvido
1979
Cuando se despierte el escritor en todas las personas (y será pronto), vendrán días de sordera generalizada y de incomprensión.
Jaques y su amo
1981
¿Qué es ser serio? Es serio el que cree en lo que hace creer a los demás.
La insoportable levedad del ser
1984
El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modos de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores.
La inmortalidad
1988
El peligro del odio consiste en que nos ata al adversario en un estrecho abrazo. En eso radica la obscenidad de la guerra: la intimidad de la sangre que se mezcla, la lasciva proximidad de dos soldados que se apuñalan y se miran a los ojos.
La identidad
1998
Todas las mujeres miden el tiempo según el interés o el desinterés que los hombres manifiestan por su cuerpo.
La ignorancia
2000
Todas las previsiones se equivocan, es una de las escasas certezas de que disponemos los humanos.
La fiesta de la insignificancia
2014
El que pide perdón se declara culpable. Y si te declaras culpable animas al otro a seguir insultándote y a denunciarte públicamente hasta la muerte. Estas son las consecuencias fatales del que pide perdón primero.
Latinoamérica, Carlos Fuentes y la UNAM
«Ocurrió tres meses después de que el ejército ruso ocupara Checoslovaquia (en agosto de 1968); en aquel entonces, la Unión de Escritores, acusada de ser el foco de la contrarrevolución, conservaba aún todas sus dependencias, publicaba revistas, acogía invitados. Gracias a eso, viajaron tres novelistas hispanoamericanos a Praga, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes. Estuvieron durante una semana», narra Kundera en El telón. Poco después de ese viaje Kundera leeyó Cien años de soledad en su traducción al checo.
Fue este acercamiento a la literatura latinoamericana el inicio de un descubrimiento de nuevas formas literarias al otro lado del mundo. «La poesía de García Márquez no tiene nada que ver con el lirismo, el autor no se confiesa, no abre su alma, solo lo embriaga el mundo objetivo, al que eleva a una esfera en la que todo es a la vez real, inverosímil y mágico», asegura Kundera del Nobel colombiano.
Posteriormente, cuando estaba exiliado en Francia y el mexicano Carlos Fuentes era embajador en París, ambos acostumbraban conversar y así desarrolla Kundera una idea de similitud y empatía entre América Latina y Europa Central.
El novelista checo recordaba en sus ensayos las ideas que las pláticas con Fuentes engendraban en él: «De pronto vi mi Europa Central inesperadamente cercana a América Latina. Dos límites de Occidente situados en extremidades opuestas; dos territorios descuidados, despreciados, abandonados, dos territorios parias».
Más tarde, cuando leyó Terra Nostra (1975) de Fuentes, expresó: «Imaginé la novela moderna como archinovela y no como antinovela. Terra Nostra es la prueba de que eso existía, de que eso podía existir. La gran novedad de la novela. Su fascinante y difícil novedad». Y más adelante remata: «Es la novela-sueño jamás escrita en la historia de la literatura universal».
La relación del escritor con México no se limita a estas conversaciones con Fuentes.
En 1979 visitó México, donde era poco desconocido, para dar una conferencia en la UNAM. El nombre de esa charla llevaba el nombre de «Kafka, visionario del totalitarismo», y aún puede revisarse en la revista digital de la Universidad. Según testimonios, aquel día había apenas 40 oyentes en la sala.
Kundera cumple hoy 92 años.