Mientras Yucatán y Quintana Roo se encontraban en alerta por la inminente llegada del huracán Beryl, habitantes de la península se organizaron para “destruir” la estatua de Poseidón, ya que habría hecho enojar a Chaac, deidad maya de la lluvia y el agua.
El evento de inicio era una broma. El verdadero chiste terminaron siendo aquellos que se la creyeron y comenzaron un debate entre los que defendían las creencias prehispánicas y aquellos que blandían espadas por la divinidad griega. A pesar de la cancelación del evento original, otras convocatorias similares han surgido con el objetivo de “destruir a Poseidón”.
El tema sólo demostró una cosa, más allá de que sirvió para que algunos aprovecharan y demostraran –sin que nadie se los pidiera– sus conocimientos de la cultura maya.
A pesar de los años que llevamos sumergidos en redes sociales, los ciudadanos digitales no logran una socialización armoniosa dentro del metaverso. De inteligencia, ni hablar, pues no se logran distinguir noticias o eventos falsos de reales, dándose por sentado todo lo que se ve en una plataforma.
¿Pero por qué somos más propensos a creer fake news y caer en provocaciones en las redes?
Esto no es nuevo. Lo que ha evolucionado es el medio. Hace un siglo, Marc Bloch, historiador francés, analizaba la propagación de noticias falsas desde el medievo. Para él, las noticias falsas dicen lo que nosotros pensamos y creemos.
“Las noticias falsas han levantado a las masas. Las noticias falsas, en todas sus formas, han llenado la vida de la humanidad. ¿Cómo nacen? ¿De qué elementos extraen su sustancia? ¿Cómo se propagan y crecen? Un error solo se propaga y se amplifica, solo cobra vida con una condición: encontrar en la sociedad en la que se expande un caldo de cultivo favorable. En él, de forma inconsciente, los hombres expresan sus prejuicios, sus odios, sus temores, todas sus emociones».
Los tiempos actuales parecen ratificar esta tesis. “Eso depende de las propias posturas”, explica al medio DW el investigador de conflictos Andreas Zick. «Cuando se tienen ciertas actitudes o imágenes preconcebidas del enemigo, se tiende a creer en los mitos conspirativos”. Las imágenes del enemigo pueden ser, por ejemplo, la policía o un gobierno.
En las redes sociales hay innumerables ofertas en línea que confirman la propia opinión, afirma Zick. «Por eso muchos solo leen o ven canales que corresponden con su opinión. Es más que una burbuja, es una especie de universo paralelo que satisface todo tipo de necesidades”.
En la misma nota de DW nos encontramos con la opinión de otro experto. “El miedo juega un papel importante en esto”, afirma el profesor de Psicología Andreas Kappes, de la City University de Londres. «Puede ser, por ejemplo, que alguien tenga miedo a las agujas y que por ello no quiera que le apliquen vacunas». La persona busca entonces información que refuerce que las vacunas son peligrosas y que no hay que vacunarse.
Si bien no podemos comprobar que Poseidón provoque las tormentas en la vida real, vaya tsunami que sí levantó en redes.
#SabíasQue#Tláloc era el dios de la #lluvia para el centro de #México, Chaac para los #mayas y Cocijo para los #zapotecos pic.twitter.com/5Umlee3pRd
— INAH (@INAHmx) July 7, 2017