Todo mundo quiere ser actor en París 2024, nadie espectador, señalaba Jean Cocteau; y tal parece que se cumplió en la inauguración de los Juegos Olímpicos en la capital francesa.
Como es costumbre, cada cuatro años, miles de espectadores alrededor del mundo se dispusieron a ver aunque fuera un fragmento de la ceremonia de inauguración. En esta ocasión se sumaba el ingrediente de ser una apertura totalmente citadina, más representativa de la esencia parisina que de Francia. ¿Qué podía salir mal?
El inicio fue majestuoso. Los barcos en el Sena mostraron en un recorrido escenas parisinas al pasar junto a monumentos históricos en su viaje hacia el final del Desfile de las Naciones en el Trocadero, con la Torre Eiffel adornada con los anillos olímpicos. La antorcha olímpica recorrió el Sena iluminado y el paisaje exterior del Louvre. Eran las clásicas escenas esperadas en una justa olímpica.
Pero poco a poco se iba cambiando el formato olímpico por un humor parisino que empezó incluyendo una actuación de heavy metal en la Conciergerie con las ventanas llenas de Marías Antonietas decapitadas iluminadas en rojo, y una pasarela de moda que cruzaba el río. Ah, y sin mencionar a Lady Gaga que realizó un homenaje a la cultura de los cabarets de la ciudad en las orillas del río.
Claro, la verdadera polémica fue la representación con drags de un banquete. De inmediato la audiencia lo relacionó con La última cena, pintura emblemática de Leonardo Da Vinci. Se consideró como una afrenta al cristianismo suplir los elementos considerados sagrados, tal como la imagen de Jesús. En el supuesto lugar de los apóstoles y del propio Jesús aparecían artistas drags, alguien escenificando al Dios Dionisio y una niña.
No tardaron los expertos de redes —más no sabemos si de arte– en aparecer en escena y regañar a quienes se ofendieron por creer que se parodiaba a La última cena cuando en realidad la representación estuvo basada en el cuadro El Festín de los Dioses de Jan van Bijlert.
Sin embargo, la polémica fue tanta que los organizadores tuvieron que disculparse: “Lo que está claro es que nunca hubo intención de faltar al respeto a ningún grupo religioso. (La ceremonia de apertura) intentó celebrar la tolerancia comunitaria”, dijo Anne Descamps, la portavoz de los Juegos Olímpicos París 2024.
Y no se trata de venir a decir que es arte y que no hay carga moral. El tema es que los Juegos Olímpicos han mantenido –o se supone deberían hacerlo– una postura no intervencionista ni de posicionamientos políticos y esto se compromete con una agenda que va más allá de la inclusión. Pues si bien por un lado dicen los mismos creativos que no los motivaba generar escozor, por otro lado uno de los participantes, el cantante Philippe Katerine,dijo a BFMTV que “si no hubiera polémica, no sería divertido”. ¿Entonces fue o no intencional?
El problema de inclusiones que terminan en burlas es que se escupe al cielo. ¿Quién podrá detener burlas hacia comunidades vulnerables si sus voceros son quienes abren la puerta “porque es divertido”?
El activismo debió entender que el actor principal eran los deportes.
An unforgettable evening that lit up the sky of the city of light. 🌟
Last night, we were dazzled during the Opening Ceremony of the #Paris2024 Olympic Games 🤩
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— Paris 2024 (@Paris2024) July 27, 2024