Gracias

Después de papá y mamá los niños aprenden a pronunciar una palabra mágica y fundamental, una de las raíces de la felicidad…
Ivette Estrada una de las raíces de la felicidad: gracias.

Después de papá y mamá los niños aprenden a pronunciar una palabra mágica y fundamental, una de las raíces de la felicidad: gracias.

Lo que ellos no saben en ese momento, es que no se trata sólo de un vocablo rico en connotaciones y fuerza. Es la alquimia perfecta para acceder a la benevolencia del universo y de los seres. Es encontrar realización, sentido y trascendencia. Es mirar a los otros como seres hechos a imagen y semejanza de los dioses.

Y en ese acto de bonhomía del reconocimiento al gran potencial del otro, también encontramos el propio papel de transformación y creación. Nos volvemos uno con el universo.

Los científicos limitan esta magia a la creación de redes e impulsos neuronales en el área prefrontal del cerebro, por lo que se asume que la gratitud es el área que fortalece el pensamiento.

Esa área prefrontal está destinada a funciones ejecutivas, como la planificación de comportamientos cognitivamente complejos, atención, memoria e inteligencia, la conducta social, motivación y emocionalidad. De manera simplista asumimos que la gratitud nos vuelve más aptos.

Después de papá y mamá los niños aprenden a pronunciar una palabra mágica y fundamental, una de las raíces de la felicidad: gracias
Nos volvemos uno con el universo. Imagen Freepik

Pero no sólo eso. Devela también al verdadero poder de ayudar a otros, de sentirnos bendecidos y alimentar así dones como la esperanza y la fe.

Agradecer no es una palabra. Es el reconocimiento a la ayuda, bondad y poder. Es la co-creación de mundos más benévolos y misericordiosos, es la apelación de las deidades en la tierra y la convicción de que nunca estamos solos.

En la virtud de trascendencia, la gratitud junto con la apreciación de la excelencia y belleza, la esperanza, humor y espiritualidad la conforman como un gran pilar de grandeza y resiliencia en los seres.

La gratitud es revelar, ante nosotros mismos, nuestra fortuna. Asumirnos como seres dignos de benevolencia y felicidad. Por ello, los grandes místicos dicen que debe darse gracias al creador del mundo de todo lo visible e invisible al ocultarse el sol y cuando amanece.

Después de papá y mamá los niños aprenden a pronunciar una palabra mágica y fundamental, una de las raíces de la felicidad: gracias
La gratitud es revelar, ante nosotros mismos, nuestra fortuna. Imagen: Freepik

Gracias: bellezas insospechadas

Es blindarse de las tristezas e infortunios, pero también prestar atención a lo que amamos, nos embelesa, conmueve y aporta. Las nimiedades que hacen nuestra vida más fácil, los hechos que nos recuerdan que Dios existe, los dones nuestros y de otros, la belleza de los paisajes y las estrellas, todo lo confinado en el universo tridimensional que habitamos, pero también el atisbo silente a bellezas insospechadas en el plano celeste.

La gratitud es un llamado a la alegría. Es convertirnos, de manera consciente, en los arquitectos de nuestro destino. Desterrar el victimismo, lanzar culpas a diestra y siniestra, revestirnos de dignidad y orgullo por lo que ya llegamos a ser, pero también llenarnos de la dulce complacencia de que sabemos en lo que nos convertiremos. Gracias

La ingratitud, en el lado opuesto, es la auto manipulación, el descrédito, la falacia. Sólo está presente en los seres abyectos, quienes no guardan dulzura y benevolencia en su vida y recuerdos.

Por eso hoy agradezco a Dios su propia existencia, la sabiduría con la que elegí a los mejores padres del tiempo y del mundo, mi propia vida y respiración, la capacidad de ver la grandeza de otros y admirar la belleza del mundo en el que ahora estoy.

Ivette Estrada

 

 

Total
0
Shares
Previous Article
Microcuentos "El agraciado" y "El hallazgo"

Microcuentos "El agraciado" y "El hallazgo"

Next Article
"La Dulce Muerte Niña", ofrenda en Museo de la Fotografía

"La Dulce Muerte Niña", ofrenda en Museo de la Fotografía

Related Posts
Ivette Estrada una de las raíces de la felicidad: gracias.
Leer más

Monólogo: Perla

Mi única hija, Perla, tiene 10 años y en la próxima primavera se convertirá en madre; algo insólito en una niña tan callada y sola
Total
0
Share