Ivette Estrada una de las raíces de la felicidad: gracias.

Lentitud como arte inimaginado

El portugués José Tolentino Mendonça narra en su libro una nueva manera de vivir, pensar y amar; una propuesta para cambiar la percepción y el mundo

En un mundo vertiginoso y plagado de banalidades, tecnología y apariencias, emerge una teología de la lentitud que responde de manera no imaginada a lo que consideramos exitoso y emulable.

Se trata de factores y sustancias comunes que hemos invisibilizado en el afán de pertenecer a una sociedad consumista que adora la competencia, ambición y juventud como estereotipos de lo aceptable.

El perdón, el arte de cuidar y habitar, la compasión, de la felicidad, no saber e incluso morir, son los personajes pardos en la llamada teología de la lentitud, una propuesta del pensador portugués José Tolentino Mendonça. El objetivo, radiante y utópico al unísono es que la humanidad experimente la inefabilidad de los amaneceres.Pequeña teología lentitud Tolentino Mendonça libros

En un libro pequeño, de pocas páginas, aparece una nueva manera de vivir, pensar y amar. Una propuesta para cambiar la percepción y el mundo. Pequeña teología de la lentitud es un libro que se lee muy lento, con gran parsimonia y deleite, en el que caben nuestras experiencias y recuerdos, en el que armamos una narrativa distinta, con fragmentos de lo que somos. Es desentrañar anhelos viejos y raíces, caminar en pos al rencuentro.

Es un libro que en un breve espacio parece contener todas las claves para habitar nuestra realidad.

En el título se sugiere una teología, pero es lejana al concepto convencional. Alude al Dios que imaginan Juan Gelman o Charles Bukowski, un Dios que puede vestir jeans y andar en caminos de polvo sepia.

El libro del portugués es una llamada al arte, crisol en el que aparece como expresión existencial, reflejo de la vida misma, y por ende, aparece con la cotidianeidad en acciones triviales como vestir, cocinar o construir relaciones.

El arte se mira de manera diferente, más allá de la belleza. Aparece como resistencia y transformación: En esta concepción, el arte es una herramienta para cuestionar, criticar y transformar la realidad. Puede ser una forma de resistencia ante las estructuras establecidas, una manera de abrir nuevas posibilidades sociales, políticas y culturales.

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El cardenal José Tolentino Mendonça

También emerge como vínculo comunitario, entendido como un fenómeno colectivo, una práctica que une comunidades y genera identidad. Y es la metáfora perfecta de muchas maneras de concebir.

La dimensión espiritual no puede eludirse. Para algunas culturas, la creación artística no está separada de la experiencia mística o espiritual. El arte puede ser una manera de conectar con lo sagrado, con la tradición o con el misterio de la inefabilidad.

En todas esas facetas emerge entonces el arte de la lentitud, el intento de demorar la vertiginosa rapidez que nos envuelve. Hoy, en una era en la que privilegiamos los resultados sobre procesos, hemos olvidado el placer de los caminos. Accedemos a metas para de inmediato buscar otras y en esa carrera frenética nos olvidamos de vivir.

Pequeña teología de la lentitud fue escrito por José Tolentino Mendonça

Pero vida también es lo inacabado y el perdón. También la espera. Nuestra cultura, mitificadora de la eficacia y del utilitarismo abolió el valor de esperar. Es momento de desplegar dones que no conocíamos, como el de dialogar con la propia vulnerabilidad y habitar el mundo como un sinónimo de cuidar.

Ahora que el frenetismo impera, que la agilidad de adaptación se vuelve la deidad de personas y empresas, una mirada a nosotros mismos nos puede regresar a nuestro propio centro y la capacidad de explicar, cavilar, encontrar y creer.

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El cardenal y el papa Francisco

La lentitud nos conducirá a caminos inesperados como el hallazgo de nuestra reticencia a la compasión porque representa una barrera cuidadosamente fincada ante la propia vulnerabilidad, la felicidad como el deseo de algo aún no encontrado y que no tiene nada que ver con el consumismo, sino con la propia realización y misión de vida. Lentitud como una forma de adentrarnos en el propio desconocimiento y aceptar que no sabemos, pero también el arte de morir como desprendimiento.

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