Este 19 de junio se cumplen 11 años de la muerte del cronista y ensayista Carlos Monsiváis, inventor de las multitudes, ajonjolí de todos los prólogos, hijo pródigo de Ciudad de México y maestro de lo difuso, lo profuso y lo confuso, como lo definió Octavio Paz. Compartimos cinco momentos del autor.
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1.
Debemos a Carlos Monsiváis el rescate del término “sociedad civil”, arrumbado como trasto viejo en los anaqueles de la teoría política y los tratados de filosofía. Ahí donde los mexicanos vimos edificios derruidos y cuerpos mutilados en el sismo de 1985, el cronista vio una insurrección civil, una sociedad organizada que tomaba decisiones por encima del gobierno.
Fueron días en que los chilangos fueron ciudadanos plenos: empáticos, solidarios, reactivos y resilientes, para usar esa palabra horrorosa que demuestra que aquí seguimos y no nos vamos.
“La gran experiencia del 85 es que transformó la idea que la sociedad tenía de sí misma», decía Monsi. “Se trataba de salir, ayudar, llevar comida y salvar vidas. Si hoy existe ese deseo de intervenir (en la vida pública), de crear conciencia cívica, se debe en gran parte al 85”.
2.
Cierto día Juan Villoro preguntó a Gerardo Estrada el criterio para abrir las puertas del Palacio de Bellas Artes a un artista de la cultura popular.
—Muy fácil —respondió el entonces director del INBA.
Desde 1944 existe un reglamento que rige el uso del inmueble. Todo es válido siempre que se trate de un acto de carácter cultural y no implique uso de recursos públicos.
Por Bellas Artes pasaron Pedro Infante, Lola Beltrán, Jorge Negrete, Chavela Vargas, Juan Gabriel (tres veces), Alejandro Fernández, Susana Zabaleta, Manuel Mijares… También acogió los funerales de Agustín Lara, María Félix, Cantinflas y el propio Juan Gabriel.
Gerardo Estrada encontró un método más sencillo que ese reglamento para abrir el recinto a la cultura popular.
—Muy fácil —repitió a la pregunta de Villoro—. Para saber si alguien puede entrar a Bellas Artes consulto a Carlos Monsiváis.
Monsi, convertido entonces en oráculo de la cultura nacional, bautizó el palacio de mármol como “Teatro Blanquito”, quizá porque en ciertos periodos aquello parecía más un teatro de revista que un recinto cultural.
3.
La viuda de Juan Rulfo, Clara Aparicio, habló con Carlos Monsiváis en 2006, días antes de que éste recibiera el Premio FIL de Guadalajara.
—Por el respeto que le tuviste a Juan no aceptes el premio —aconsejó la esposa del autor jalisciense.
Un año antes la familia Rulfo había retirado el apellido del escritor del nombre que llevaba el premio de la FIL, luego de que al poeta Tomás Segovia, el anterior galardonado, se le ocurrió decir que Rulfo era “puro milagro”, porque carecía de formación académica e intelectual y solo tenía el “puro don” de escribir.
Monsiváis se comprometió formalmente con la familia a que no recibiría el premio, pero al final lo hizo. El cronista murió sin contestarle el teléfono a la viuda de Rulfo.
4.
Carlos Monsiváis fue el intelectual que más apoyó públicamente los derechos de los homosexuales, aunque nunca se declaró gay.
Redactó la mayoría de desplegados en defensa de esa comunidad en los años setenta y fundó el primer suplemento sobre sida. Es sabido también que llamaba a funcionarios federales de Salud para pedir trato digno a los pacientes que enfrentaban la enfermedad, sobre todo en etapas terminales.
Una parte del movimiento le exigía que diera el paso y saliera del clóset, pero siempre se negó. El cronista vio pasar infinidad de veces la Marcha del Orgullo Lésbico Gay desde la mesa de un café o restaurante.
En 1978 el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria salió a la calle y un año después se realizó la primera marcha de ese colectivo. “Monsi decía que no era el momento de salir”, recuerda Braulio Peralta en su libro El clóset de cristal (Ediciones B, 2016).
“Si salgo del clóset me van a etiquetar como autor gay y no quiero eso, porque me van a limitar en todo lo que hago públicamente”, decía, según el testimonio de Juan Jacobo Hernández, su pareja en los años sesenta.
Quien abrió la puerta del clóset fue el flautista Horacio Franco, quien desplegó la bandera del arcoíris en el féretro del cronista mientras se le rendía homenaje de cuerpo presente en el Museo de Ciudad de México.
5.
Cuenta Iván Restrepo, amigo de mil batallas de Carlos Monsiváis, que cierto día uno de los tantos gatos del cronista trepó a la azotea de su casa en la colonia Portales. Durante un rato trató de convencer al animal —con gestos y ademanes extraños— de que bajara, pero ante la nula respuesta pasó al plan B. De algún sitio sacó una escalera, la acomodó con firmeza y subió armado de valor. Llegó hasta la parte alta del inmueble y pudo salvar al gato. El problema siguiente fue bajarlo a él. Tuvieron que llegar los bomberos.
Timbra el teléfono.
Contesto.
Escucho su voz, como todas las mañanas, por más de 25 años.
—Hola.
Despierto.Carlos Monsiváis
(4 de mayo de 1938—19 de junio de 2010)
México, D.F.Aquí, nosotros dos con @Braulio_Peralta @Eponiatowska y #OctavioPaz
Foto: Rogelio Cuéllar, 1997 pic.twitter.com/LIFRzcfF8p— Consuelo Sáizar de la Fuente (@CSaizar) June 19, 2021