Para Alejandro Fernández no hay mejor medicina para la tristeza que la música. Y eso mismo recetó a las más de 12 mil almas que se dieron cita en la segunda fecha de marzo de su gira Hecho en México, con un concierto más en el Auditorio Nacional, en homenaje a su padre, fallecido en diciembre pasado.
“Hemos pasado meses difíciles, no sólo yo perdí a mi mejor amigo y maestro, México también perdió al mejor cantante de su historia”, dijo casi para el final de la cita, en tributo a Vicente Fernández, que estuvo omnipresente desde que El Potrillo salió al escenario y cantó Estos celos, un éxito de su padre.
Vicente Fernández falleció el 12 de diciembre de 2021, después de varios meses de hospitalización. El deceso obligó a su hijo a posponer una gira nacional e internacional de promoción de su más reciente álbum Hecho en México, que se inició en Estados Unidos una vez que se permitieron los conciertos presenciales y continuó en ciudades mexicanas, como Monterrey, Torreón, León, Morelia y Cancún.
Tantita pena, Estos celos, Hoy tengo ganas de ti, Mátalas, Me dediqué a perderte, Como quien pierde una estrella, Canta corazón y Nube viajera fueron algunas de sus medicinas en forma de canción que recetó, además de Amor tumbado, No lo beses (con mariachi), Duele, Te olvidé, Decepciones y Mentí.
Las presentaciones en el Auditorio Nacional de diciembre tuvieron que aplazarse y Alejandro Fernández regresó con su público el 17 y 18 de febrero pasado, para cerrar en ese escenario con tres conciertos más el 10, 11 y 12 de marzo, con los boletos agotados, como era de esperarse para el artista.
Pero no sólo estuvo presente El Charro de Huentitlán. Alejandro Fernández también rindió tributo a Joan Sebastián con sus canciones, entre ellas Eso y más, y a “otro maestro que se llevó el bicho” de la pandemia por Covid-19 –que justo este 11 de marzo cumplió dos años de decretarse–: Armando Manzanero, fallecido el 28 de diciembre de 2020, de quien cantó No, para la euforia del público.
Vestido con traje de charro negro, pasaba sin respiro de una canción a otra, con un aire sin duda melancólico, aunque ya resignado. El acordeón, la armónica, los mariachis, las guitarras eléctricas y acústicas, los coros e instrumentos de música de banda daban una atmósfera de recuerdos a su voz. En varias piezas, la escenografía se convirtió en un tzompantli, un muro de calaveritas a manera de altar.
A lo largo de dos horas y media, además de sus éxitos más populares, como Mátalas, coreada especialmente por las miles de mujeres a todo pulmón en el Auditorio, a pesar de su polémica letra, el cantante interpretó una treintena de canciones, con base en sus álbumes Hecho en México y Hecho en México Edición Especial, que incluyó tres piezas más: No prenderé la luz, Ibas de salida y No lo beses.
Hecho en México debutó en el puesto número 1 del listado Top Álbum Latino de Billboard y marcó un hito en la carrera de Fernández, al conseguir el Latin Grammy como Mejor Álbum Ranchero/Mariachi además de una nominación al Grammy. Alcanzó el lugar 1 en la radio de Estados Unidos y México y fue incluido entre los Mejores 50 Álbumes del 2020 por la revista Billboard.
El álbum incluye A qué sabe el olvido, de Joss Favela; Caballero, de José Luis Roma, Decepciones, de Rodolfo Edén Muñoz Cantú, Te olvidé, de Francisco Elizalde y Roberto Álvarez, Mudanza a la Luna, de Espinoza Paz, Hasta en mis huesos, de Jorge Massías, La mesa 20, de Jaime Flores y Luis Carlos Monroy, Por tu adiós, de Monroy y Manu Moreno, y Nuestro gran secreto, de Brian Sandoval.
De la versión De Luxe del álbum, destacaron en el concierto dos canciones que interpretó Fernández, una en colaboración con Christian Nodal, Más no puedo, pero, sobre todo, Mentí, la última pieza que grabó en estudio con su padre, Vicente Fernández, y que con la magia de la tecnología interpretaron ambos en el Auditorio Nacional, con la advertencia al público de que “no se vayan a sacar de onda”.
Mientras se escuchaban las voces de padre e hijo, el escenario se llenó, a espaldas de El Potrillo, de imágenes de Vicente Fernández, que desfilaban en un ciclorama luminoso, atrás también del conjunto de mariachis, más un grupo de otros músicos y un par de coristas, que acompañaron al cantante.
El concierto, así cantado, no podía terminar sino con un tributo más al último ídolo de la música ranchera. “La mejor manera de recordar a mi padre es cantar sus canciones, así que cántenlas”, instó Alejandro, que nunca se desprendió de su traje negro de charro, aunque dijo que era hora de desnudarse el alma, para emprender un popurrí de 15 minutos en el cierre de los encores, con los éxitos más representativos de Vicente Fernández: Por tu maldito amor, Hermoso cariño… Y, por supuesto, El rey.
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Les tengo una sorpresa.
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