“Amor sin etiquetas”: nuevas familias y sus vínculos amorosos

La fotógrafa Lizeth Arauz, quien ha documentado a diferentes parejas que van más allá del concepto tradicional, inauguró su exposición en la galería José María Velasco
Alan Alcántar, Daniel Vela y Emiliano. Foto: Lizeth Arauz.
Alan Alcántar, Daniel Vela y Emiliano. Foto: Lizeth Arauz.

Durante los últimos cinco años, la fotógrafa documental Lizeth Arauz realizó una profunda reflexión en torno a lo que ella denomina “nuevas familias” (aquellas que van más allá del concepto tradicional conformado por papá, mamá e hijos), las cuales ha retratado para dar cuenta de estas diferentes formas de amor. El resultado es la exposición Amor sin etiquetas: el nuevo álbum de familia, que se inauguró el 17 de junio en la galería José María Velasco (Peralvillo 55).

La exhibición está conformada por 30 fotografías a través de las cuales relata la historia de 16 hogares que viven en Ciudad de México, Estado de México, Oaxaca, Guanajuato e Hidalgo. Las hay homoparentales, con integrantes trans, poliamorosas, con hijos adoptados y naturales, provenientes de relaciones anteriores o sin ellos.

El propósito de Arauz es hacer visibles a este tipo de hogares que, dice, históricamente han sido rechazados socialmente.

Manuel, Guillermina y Rosendo Díaz. Foto: Lizeth Arauz.
Manuel, Guillermina y Rosendo Díaz. Foto: Lizeth Arauz.

“La construcción de cada vínculo, de cada hogar, se ha dado de forma diferente a lo largo del tiempo, pero los prejuicios han impedido que sean reconocidas por la sociedad”, afirma Arauz (Ciudad de México, 1970), quien inició el proyecto como parte de la beca del Sistema Nacional de Creadores de Arte, Fonca, 2018-2021.

Señala que para quienes piensan que la familia convencional es la ideal, los otros núcleos siempre estarán “incompletos”. Sin embargo, aclara, “a ninguno de estos nuevos hogares les falta nada, ya que todos viven con plenitud y sin etiquetas”, como aquellas que sentencian hasta el cansancio: “les falta un papá”, “no tienen mamá”, “…pero no tienen hijos…”.

La autora busca “generar el conocimiento, el amor, la reflexión y el respeto que hace falta”. Y lo hace mirando su propio hogar, conformado por ella y Maya, su hija de 16 años. “Hemos aprendido a generar un vínculo que se caracteriza por la plenitud y la totalidad, nunca por la carencia”.

Para Irving Domínguez, curador de la muestra, los vínculos que retrató Arauz son el resultado de una aceptación mutua. “Las relaciones entre sus integrantes están basadas en acuerdos y estos moldean tanto sus dinámicas internas como el ejercicio de sus identidades, la de cada uno de sus miembros y aquella correspondiente a su propia definición de familia”.

Diana Guerrero y Mario Sánchez. Foto: Lizeth Arauz.
Diana Guerrero y Mario Sánchez. Foto: Lizeth Arauz.

Amor incondicional

Para Arauz fue indispensable documentar a partir de la diversidad y crear un álbum que incluyera diferentes tipos de familias. “Pienso en que cada vínculo pueda aportar una particularidad en torno al proyecto, que su conformación inicial, sus circunstancias, sean diferentes al de otras. Eso me permite hablar de la diversidad de manera muy global, de cómo somos distintos todos los hogares”, detalla.

Una muestra de lo que afirma, son los muy distintos casos que ha documentado. Dos ejemplos:

Karina y Gaby, ambas mujeres lesbianas, comenzaron una relación de pareja. Ambas son madres de dos jóvenes mujeres: Karla es hija de Karina; y Najla, de Gaby. Las cuatro, aunque distintas, están unidas por el amor que su hogar les representa.

“Su proceso como familia es una suerte de fortaleza, no sólo de manera interna, también externa: auxilian a mujeres que han sufrido de violencia, y eso genera muchas certezas y aprendizaje dentro del hogar”, expresa Arauz, quien en 2005 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez.

El segundo caso es de un vínculo poliamoroso. Jaime y Marco iniciaron una relación monógama. Sin embargo, después decidieron tener una relación distinta: Jaime inició una relación con Ricardo, y Marco otra con Josué. Los cuatro crearon una fuerte relación cimentada en la confianza, la honestidad y el consentimiento.

“Ese aprendizaje de lealtad, honorabilidad y claridad a mí me parece muy reconocible. Es algo que deberíamos generar en torno a todos los vínculos que tenemos”, considera la autora.

Joseline Sosa y sobrinas. Foto: Lizeth Arauz.
Joseline Sosa y sobrinas. Foto: Lizeth Arauz.

Otro ejemplo del profundo amor y solidaridad que se pueden profesar los integrantes de una familia es el de Manu. Su madre Guillermina y su abuelo Rosendo, siempre incondicionales, decidieron apoyarlo en su decisión de iniciar su tratamiento hormonal para cambio de género.

Manu, ahora de 23 años, comenzó el procedimiento hace más de dos años. Atrás había dejado su nombre de pila, Margarita, y ya hacía lo propio con su cuerpo femenino. Con el cabello corto y su voz más grave, disfrutaba por primera vez de su masculinidad.

Relata Manu que una de las alegrías más grandes que ha tenido en su vida, ocurrió en una tienda de ropa cuando el vendedor lo condujo a la sección de caballeros. Ese pequeño detalle, trivial para otros, a él le produjo una enorme felicidad.

Sobre las infancias y las adolescencias trans, Arauz destaca la “complicada batalla” que han tenido que enfrentar para ser reconocidas.

“Todas estas familias dan una gran enseñanza sobre el respeto a los otros, eso es fundamental. Con cada historia, desde las primeras que empecé a fotografiar, me he dado cuenta de las circunstancias que cada miembro ha tenido que enfrentar, de su propio proceso y el autorreconocimiento: saberse quiénes son para a partir de ahí poder compartir hacia afuera”.

Un detalle interesante es que, por primera vez, la autora explora el color y el blanco y negro en una misma exhibición, como una apuesta estética que le diera más claridad a las imágenes. “Me gusta la idea del color para los retratos en los que veo más a la familia, y el blanco y negro para destacar más la forma y la textura”. De las 30 fotografías que el público podrá apreciar (de las cuales dos son en blanco y negro), 26 son de gran formato, y cuatro más de tamaño mural.

Arauz, lo sabemos, es una fotógrafa que explora en lo más profundo de sus personajes —Mirar hacia arriba—, que adopta una postura crítica ante una problemática —El fin de la abundancia—, pero que no desdeña el preciosismo de la imagen. Por eso ha elegido puestas en escena con iluminación controlada en paisajes que visualmente representan a las familias.

—Se habla mucho de que hay un mayor respeto por las nuevas familias, pero ¿qué tanto se ha avanzado realmente?

—Considero que hay un avance como sociedad en cuanto a información, pero también creo que el prejuicio se mantiene de manera muy importante. Aún hay mucha reticencia al reconocimiento, pese a que cada vez la gente tiene menos temor a reconocer en público quién es.  Mi trabajo tiene esa aspiración: generar conocimiento y en consecuencia respeto hacia los demás. Muchas de las personas que quise retratar aún no estaban listas. Me decían: “Aún no estoy preparada y mi familia tampoco lo está”. Hay mucha esperanza en que pronto van a estarlo.

 

La exposición Amor sin etiquetas: el nuevo álbum de familia se podrá apreciar hasta el próximo domingo 6 de agosto en la Galería José María Velasco, ubicada en Peralvillo 55.

 

 

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