Somoza

Llegué a las letras para escribir ‘Somoza’: Ligia Urroz

La novelista dice que contar su historia al lado del dictador nicaragüense fue «un ejercicio de valentía y memoria»

Ligia Urroz (Managua, 1968) llevaba una infancia privilegiada en Nicaragua cuando la revolución sandinista la puso en medio de una guerra que acabó con la huida de Anastasio Somoza a Paraguay y el exilio de la futura escritora y su familia en México, donde comenzó de nuevo, se dedicó a estudiar, a las finanzas después y decidió incursionar en las letras para escribir Somoza (Planeta, 2021), la novela con la que ajusta cuentas con el pasado en un ejercicio de valentía y memoria.

Somoza La novelista y colaboradora de Fusilerías, Ligia Urroz, durante la entrevista por su libro ‘Somoza’. Foto: Alfredo Campos Villeda.

En entrevista con Fusilerías, la narradora dice que se vale hacer una revolución contra una dictadura, pero no para convertirse en dictadores; se vale luchar por la libertad de expresión, pero no para ser censores después de su triunfo, y se vale pelear hombro a hombro con la juventud, pero no para acabar como represor de estudiantes desde el poder. «Es repugnante e incongruente», resume el proceder de Daniel Ortega y los suyos en Nicaragua.

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—Quiero empezar con la pregunta que me hice cuando supe del título de tu libro, si bien imaginé una respuesta natural cuando lo leí. ¿Por qué una novela sobre dictaduras en la segunda década del siglo XXI, cuando de hecho ya solo sobrevive un miembro del boom? ¿Hacía falta el caso Nicaragua?

—El libro no lo escribí escogiendo particularmente la temática de la dictadura, sino porque quise hacer las paces con mi pasado; entender lo que vivió Ligia niña y las incoherencias que le dictaron los hechos a Ligia adulta. Esas reflexiones están acompañadas de una parte importante de la historia de mi país y de los últimos años de la dictadura somocista.

—Aunque sé que pasaste mucho tiempo en el sector financiero, ¿por qué acometer hasta ahora esta tarea literaria que anuncias como «hacer las paces» con el pasado?

En realidad Somoza ha sido una novela que me ha llevado casi diez años escribir. Cuando decidí dedicarme a la escritura, lo hice para contar esa historia; a la par, estaba escribiendo La muralla y tomando diplomados en novela histórica y un máster en literatura digital. Sabía que serían los últimos años de mi carrera financiera. Pasé por la academia, los recuerdos y las lágrimas hasta ponerle punto final a la novela.

Ligia Urroz. Presentó ‘Somoza’, su más reciente novela. Foto: Jorge González.

—Cierto es que la posición desde la que viviste ese episodio de la historia de tu patria es inmejorable, a menudo a un lado de Anastasio Somoza, como se refleja en la foto de portada de tu novela. Quizá sea un caso único en la literatura sobre las dictaduras, ¿no crees?

—Sí lo creo, es por ello que necesitaba contarlo y mi casa editorial, Planeta, lo supo desde el primer momento; tenía una pieza histórica fundamental para mi tierra, aunada a la historia de mi familia. Una visión muy poco frecuente con respecto a las dictaduras. Contarlo es un ejercicio de valentía y memoria. No quiero replicar odios ni tomar partido, lo que pretendo es dar la visión de una niña que estuvo al lado de una persona que la quiso, se mostraba amoroso con ella y por otro lado, las reflexiones de una mujer que supo que esa persona cometió muchos errores. Esas contradicciones son las que me llevaron a las páginas de la novela.

—Aventuré en la reseña sobre tu novela que echaste mano de la técnica, algunos la llaman género, de la autoficción, como la bautizó el francés Serge Doubrovski. ¿Es así? Porque hay una mezcla de recuerdos novelados de tu infancia con una irreprochable investigación para llenar los huecos.

—Así fue. De hecho, los epígrafes son fundamentales para comprender la lectura; ellos hablan de la memoria y de la paradoja de ser un testigo confiable de hechos recordados, interpretados o imaginados. La línea divisoria entre mi vida antes y durante la guerra, y la que viví ya en el exilio, hacen que las remembranzas sean nítidas. Tuve la inmensa fortuna de contar con el diario de mi padre, quien escribía todo lo que hacía y así pude clarificar la línea del tiempo de los recuerdos. También me sumergí en una cantidad enorme de bibliografía; desde Death of Somoza de Claribel Alegría y Darwing Flakoll, libros acerca de la guerrilla y los combatientes, hasta Nicaragua traicionada de Anastasio Somoza y Jack Cox. Vi innumerables entrevistas al general, entre ellas la que le hizo Abraham Zabludovsky cuando empezaba su carrera periodística.

Ligia Urroz Ligia Urroz, autora de ‘Somoza’. Foto: Jorge González.

—Cuéntame del proceso creativo. Relatas desde tu voz infantil, del testimonio personal, pero también desde la piel de propios y extraños.

—La novela está dividida en dos partes. La primera es el asesinato del general en Paraguay. Para recrearla, tomé como referencia la investigación periodística de Claribel Alegría y Darwing Flakoll acerca del complot y la novelé. En esa primera parte resuenan las voces de sus enemigos, sus pronunciamientos e ideales. En la segunda parte de la novela hay dos voces: Ligia niña, quien cuenta sus recuerdos y anécdotas vividas con el general, y Ligia adulta, la que pretende armar las piezas de un rompecabezas que duele y la persigue cuando se da cuenta que esa persona a quien ella quiso, pudo haber cometido atrocidades y que le arrebató su tierra, casa, amigos y la dejó en un tremendo estado de pérdida.

—Dentro de la tragedia que representa toda guerra y en tu caso el exilio, te diste tiempo para el humor, como la anécdota sobre la renta de una casa a nombre de Julio Iglesias o el sobrenombre de Mata Hari Tropical que cuelgas a uno de los personajes. ¿Qué tan difícil te resultó hallar esos tonos en medio de semejante historia de dolor?

—Creo que esos tonos los encontramos en la vida diaria de Latinoamérica y también en su narrativa. Recuerdo que en medio de la guerra, sin luz ni teléfonos, y lo cuento en la novela, vivimos anécdotas que resultaban hilarantes. Por ejemplo, comprábamos la comida que vendían las turbas que pasaban frente a la casa, nos hacíamos de gallinas vivas porque no había refrigerador y así contábamos con nuestro propio corral. Un día una de las gallinas tuvo una patita lesionada y se nos ocurrió ponerle un palito de paleta a manera de férula, mi hermana se querenció con el animalito, pero cuando estaba al punto para ser comido, sin que ella se diera cuenta, íbamos cambiando la férula a las gallinas más flaquitas.

Somoza Foto inédita de Ligia Urroz con Anastasio Somoza de pesca en un yate

—La revolución sandinista formó parte de un proceso histórico latinoamericano que se veía con simpatía a diversos niveles desde el triunfo de Fidel Castro en Cuba. Hoy, con décadas de información, ¿qué balance haces de Daniel Ortega y compañía?

—Que se vale hacer una revolución para que las cosas que están mal cambien, lo que no se debe hacer es quitar una dictadura para instaurar otra. Es válido exigir libertad de expresión, pero es repugnante que al llegar al poder, se instaure una nueva censura y se silencie a la prensa. Se vale luchar hombro a hombro con los jóvenes y estudiantes, pero es aborrecible que al estar en una posición de poder, se les reprima y violente. No hay congruencia.

—¿Hablaste, has hablado en algún momento con personajes de primera línea del sandinismo que más bien son escritores célebres, como Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez o Gioconda Belli? ¿Los lees?

—He coincidido con Sergio y Gioconda en la FIL y en Centroamérica Cuenta, los he leído y los admiro, pero nunca he tenido una charla acerca de estos tópicos con ellos. La poesía de Ernesto Cardenal es fundamental en mi repertorio de afectos.

***

Ligia Urroz llegó con dos libros bajo el brazo cuando acudió a la primera entrevista con este reportero, en octubre de 2019. Su novela bilingüe La muralla/The wall (Narratio Aspectabilis, 2017), producto de un laboratorio de narrativa y que pronto se convirtió en un éxito que motivó hasta una tercera edición, y el ensayo El color púrpura, Persépolis y La vida de Adèle (Narratio Aspectabilis, 2019). La primera es la historia de la migrante María Chárbel Solorio Sánchez en la ardiente esterilidad desértica y el segundo es un ejercicio de literatura comparada desde una perspectiva de género.

En aquella primera charla también compartió, como parte de su lado B, la pasión por la música, a la que no solo es aficionada para degustarla de forma pasiva, sino como ejecutora de la guitarra eléctrica, que aprendió a rasgar cuando uno de sus hijos decidió que esas clases no eran para él y ella lo relevó. Hoy Ligia se da tiempo para tocar rock con su banda Octubre XX.

—Cuéntame de tus filias literarias. Autores favoritos, obras indispensables…

—Amores literarios tengo muchos, imagino que mi corazón al no caber en mi pecho, me persigue como sombra, repleto de cariños. Mis obras indispensables y sus autores han entrado en mis afectos de formas distintas: los que me gustaron por construcción, estética y lenguaje, aquellos que me emocionaron por el momento específico en el que cayeron en mis manos o por las reflexiones que generaron, también por la empatía o malestar que me despliegan los personajes. Hay amores a los que acudo una y otra vez y a la tercera relectura encuentro asombros nuevos. Tengo preferencia por aquellas lecturas que me hacen discurrir acerca de la condición humana, podría mencionar; Metafísica de los tubos de Amélie Nothomb, La mujer rota de Simone de Beauvoir, La isla de los condenados de Stig Dagerman, El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, El extranjero de Camus…

—Tienes otra faceta de creatividad, con la guitarra en una banda de rock. De hecho, yo te conocí por una divertida reseña que publicaste en un periódico sobre un concierto de Steve Vai en el Metropólitan. ¿Cómo se conecta la literatura con el rock?

Ligia Urroz 1 Presenta su más reciente libro ‘Somoza’. Foto: Jorge González.

—El día de Steve Vai ha sido de los mejores de mi vida, sigo recordándolo con mucha emoción. Para mí la literatura es música y cada texto tiene su ritmo, melodía y armonía. En mi cuento «Viajes oníricos» de la serie Once mujeres que cuentan erotismo hice un maridaje entre la historia y una power ballad ochentera, así que mientras vas leyendo la historia, las miradas se cruzan con el deseo y los acordes de la canción.

—Migración, música, exilio, feminismo. Tus intereses literarios van en aumento. ¿Qué sigue en tu obra?

—Sigue una novela acerca de mujeres y sus adicciones. No puedo contarte más porque estoy en proceso de escritura y viaje mental.

—El panorama literario en México solía ser de grupos hasta hace poco. Ignoro si fueron las redes sociales, pero salvo aquellos instalados en algunos polos típicos que vienen del siglo pasado, no veo nuevos. ¿Perteneces a alguno?

—No lo creo y tampoco lo había pensado. Me encantaría saber qué opinas al respecto.

Como Ligia, con quien suelo tener intercambios literarios y musicales exquisitos, ya me quería reportear sobre un tema que desconozco y por eso preguntaba, hasta aquí llega la charla por esta ocasión.

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