No sé si sepan ustedes lo que es la biodinámica. Es una técnica para hacer crecer las plantas con ayuda de ciertos elementos que pueden prestarse al vacile y al chacoteo. Por ejemplo, hay quien echa para adelante un viñedo basándose en los dictámenes de una carta astral. La cosecha de estas uvas apadrinadas por el zodiaco producirá, según esto, un vino biodinámico. No sé si hayan ustedes probado alguno de estos vinos, más adelante propondré algunas marcas, pero antes me internaré un poco más en la técnica biodinámica, que no sólo se vale de los astros, también de un instrumental que, desde cierto punto de vista, invade el territorio del vudú. Así, hay quien entierra al pie de la vid un cuerno sin cartílago relleno de estiércol, con la idea de que este aporte bacterias naturales al suelo y lo dinamice.
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Los vinos biodinámicos tienen mucho prestigio en Francia, sobre todo uno que se llama Clos de la Coulée de Serrant, y en España, donde la cosa del cuerno y la carta astral comienza a expandirse, hay uno de la Ribera del Duero que se llama 7 Lunas y otro de Valdepeñas que lleva el nombre cantarín de Al Compás de la Luna.
Hace unos días, mientras me bebía una copa del sabroso Al Compás de la Luna, ya un poco filosofal a causa de este caldo biodinámico, pensé que quizá podríamos servirnos de esta técnica del cuerno para dinamizar la cotidianidad y ahí sentado en mi sillón, después de llenar nuevamente la copa, concebí la posibilidad de meter un cuerno relleno debajo del colchón, otro debajo de la silla donde me siento a trabajar todos los días y otro, por qué no, en el bolsillo del abrigo o debajo del sombrero, y después volví a llenar la copa.
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— Jordi Soler (@jsolerescritor) May 7, 2021