Resignificar una historia contada hasta el hartazgo es, de entrada, un reto para cualquier director, y en Pinocho de Guillermo del Toro, la más reciente cinta del realizador tapatío, se supera la prueba con creces.
Lo que más se agradece es ver la mano de Del Toro y sus oscuros temas recurrentes como el más allá, el escenario del absurdo de la guerra y el ascenso del fascismo con todo y un deleznable Mussolini incluido, la difícil relación padre-hijo o la mirada sobre los niños en este caso en un campo de entrenamiento para convertirlos en soldados despiadados; y desde luego se agradecen sus infaltables criaturas fantásticas, ahora representadas por la otrora hada azul hoy convertida en la Vida misma encarnada, y por su contraparte, la Muerte, que alienta a Pinocho a romper las reglas.
Lo cierto es que a diferencia del clásico de Disney de 1940, que por cierto dejó huella en muchos niños que no querían convertirse en burros, el Pinocho de Del Toro —construido a partir de las ilustraciones de Gris Grimly— no tiene que ser “bueno”, sino que tiene que ser él mismo y desobedecer, a costa de todo y de todos, para individuarse, y esa conciencia de sí mismo es lo que lo hace digno de ser amado.
Del Toro confesó que le molestaban los comentarios que le pedían ser fiel al relato original de Pinocho, por lo que decidió “hacer de la desobediencia la virtud central de la película”: “Yo creo que el principal y primer paso hacia la conciencia y el alma es la desobediencia hacia las ideologías que nos han enseñado a obedecer, para dar paso a las ideas surgidas de la experiencia y la compasión”.
Fueron 15 años los que tomaron para que alguien entendiera la visión de Del Toro sobre la historia de la marioneta ideada por Carlo Collodi en 1882, y ese alguien fue nada menos que Netflix, empresa que ha producido algunas de las mejores películas de los últimos años.
Y es que la propuesta no era fácil. Del Toro quería, y así lo hizo, filmar la película en stop motion, la técnica de animación cuadro por cuadro más artesanal y complicada que existe, pero la que transmite mejor el alma, la poesía y la imperfecta belleza de los personajes, de la historia, pero también de los propios animadores: “La animación stop motion puede tocar cosas profundamente conmovedoras y profundamente espirituales”.
De hecho, la película requirió más de mil días de rodaje, tan sólo la realización de una escena podía tomar un mes. Cada personaje tenía su títere real —o títeres de distintos tamaños—, que el equipo de producción iba moviendo, cuadro por cuadro, para crear la ilusión de movimiento imprimiéndoles gestos, ademanes e incluso reacciones emocionales. Sin hablar del excelente casting de voces que contó con los actores David Bradley, Ewan McGregor, Cate Blanchett y Tilda Swinton, entre otros.
Codirigida por el experto en animación Mark Gustafson, la película puede verse como cine de autor en tanto que Del Toro, además de dirigir, también la produjo, la coescribió e incluso participó en la composición de las letras de los temas musicales, uno de las cuales recibió hace unos días la nominación en los Golden Globes para competir en la categoría de mejor canción original. La película también fue nominada para mejor película animada y mejor banda sonora.
Pero lo mejor de este Pinocho es que muestra a un Del Toro muy cercano al del Laberinto del Fauno, imprimiendo en la película —que el cineasta dedica a sus dos padres hoy fallecidos— un componente emocional profundo y lleno de matices que nos hacen identificarnos con el dolor de Gepetto y la pérdida de su hijo, con la rebeldía de Pinocho que no quiere convertirse en nadie más, con el valor de un hijo que le dice por fin “no” a las crueles presiones de su padre o con el momento en que Pinocho se pregunta por qué al Cristo de “madera” de la iglesia si lo quiere la gente y a él no.
Estrenada primero en cines, no obstante la negativa de las grandes cadenas como Cinemex a exhibirla por no contar con los exigidos 90 días de “ventana”, Pinocho se estrenó en Netflix el 9 de diciembre, posicionándose como la película más vista de la plataforma, con una apabullante aprobación de 97 por ciento por parte de la crítica en el portal especializado Rotten Tomatoes.
El propio Stephen King calificó el filme de “magia pura” y esa es la verdadera virtud de Del Toro, la capacidad de crear magia incluso en los escenarios más aterradores y oscuros. Pinocho siendo de madera es más humano que muchos personajes de carne y hueso, igual que muchos de los “monstruos” surgidos del mundo interno del director.
También te puede interesar:
Jennifer Aniston y la violencia contra quien no puede ser madre
Now open! Discover the craft and collaboration of Guillermo del Toro’s «Pinocchio» in a new, behind-the-scenes exhibition.
🎟️ Learn more and plan your visit → https://t.co/HIjj6CmzD7@pinocchiomovie @RealGDT pic.twitter.com/DuVusS6cCu
— MoMA The Museum of Modern Art (@MuseumModernArt) December 20, 2022