Eduard Veniamínovich Savienko (Eduard Limónov) nació en 1943 en Dzerzhinsk, un pueblo del este de Ucrania, y murió en Moscú el 17 de marzo de 2020. Sus padres lo llamaron así en honor al poeta Eudard Bagritski, pero para su personaje público decidió usar como apellido una derivación de «limonka», palabra rusa cuyo significado es «granada de mano».
Eduard Limónov, un nombre que condensa la ambivalente personalidad de su portador: «poesía» por un lado, «granada» por el otro.
En su recomendación semanal, Editorial Anagrama recuerda que Limónov fue un personaje excéntrico e inclasificable, un espejo deformado de las extremas contradicciones de la historia europea del siglo XX.
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Un espíritu punk y radical, atraído a la vez por el comunismo y el fascismo, que se reencarnó en múltiples vidas: adolescente gamberro en Ucrania, vagabundo y mayordomo en Nueva York, poeta outsider y autor de culto en el París de los años ochenta, fundador del Partido Nacional Bolchevique en la Rusia de los noventa, candidato a las elecciones rusas de 2008 por el partido de extrema izquierda La Otra Rusia junto al ajedrecista Gary Kaspárov.
Fue detenido 37 veces, recluido en la cárcel y en el psiquiátrico; creó su propio periódico, Limonka, y, firme opositor de Putin, fue acusado de terrorismo por el gobierno ruso.
En su país fue una eminencia, pero la fama internacional le llegó gracias a un libro que no escribió él: Limónov, la biografía novelada que publicó Emmanuel Carrère en 2011, merecedora de los prestigiosos Premio de la Lengua Francesa, Premio Renaudot y Prix des Prix.
Traducida a 23 idiomas, supuso la consagración definitiva del autor francés, pero también la de su protagonista.
Carrère recuerda cuando la intelectualidad francesa, que ya conocía a Limónov gracias a la escandalosa obra de culto El poeta ruso prefiere a los negrazos (traducido en España como Soy Yo, Édichka), descubrió su apoyo al ejército serbio en las guerras yugoslavas gracias al documental Serbian Epics —dirigido por Paweł Pawlikowski para la BBC—.
En las imágenes del documental, Limónov aparecía disparando contra la población de Sarajevo junto a Radovan Karadžić, ex presidente de la República Srpska (la República Serbia de Bosnia), acusado de crímenes de guerra y de genocidio contra los musulmanes bosnios.
Carrère tuvo acceso al metraje en mitad del proceso de escritura: «Me dejó tan frío que abandoné mi libro durante más de un año. No tanto porque en las imágenes se vea a mi héroe cometiendo un crimen –es cierto que no se ve nada de eso–, sino porque es ridículo. Un muchachito jugando a hombre duro en las barracas de feria».
Es en esta reflexión de Carrère donde reside parte del atractivo de Limónov, una duda ineludible siempre que se habla del controvertido personaje: ¿fue el poeta un héroe, un villano, todo lo demás o nada de esto?
«Él mismo se ve como un héroe y se le puede considerar un canalla: me reservo la opinión sobre este punto. Pero lo que pensé (…) es que su vida novelesca y peligrosa decía algo. No solo sobre él, Limónov, no solo sobre Rusia, sino sobre la historia de todos nosotros desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Algo, sí, pero ¿qué? Emprendo este libro para averiguarlo».
En marzo se cumplieron cuatro años de la muerte de Limónov. Desconocemos qué posición hubiese mantenido ante los recientes acontecimientos rusos y ucranianos.
Aunque, como hemos apuntado, fue durante toda su vida un enemigo acérrimo de Vladímir Putin, en los últimos años se fue acercando a su postura, e incluso llegó a apoyar la anexión de Crimea en 2014. Pero lo que sí que sabemos seguro es que hubiese resultado incómoda para muchos… o quizás para todos.