Templos, cantinas y reporteros

Ese cálido refugio de reporteros, donde apenas se sientan empiezan a platicar, opinar y recordar el concierto, la conferencia o el cierre de edición
wendy's, Rockotitlán

… Vale más el eructo de un beodo/
que el rezo de un hipócrita

  Omar Jayyam

La noche les pertenece. El ruido de las sillas al acomodarse alrededor de la mesa es evidente. Al mismo tiempo, la mezcla de voces y risas empieza a escucharse y hace voltear a los parroquianos. Son reporteros que al llegar a la cantina hacen tal barullo. Apenas se sientan empiezan a platicar, gritar, opinar y recordar el concierto, la conferencia o el cierre de edición de su periódico, revista o programa de radio.

Han llegado al cálido refugio donde el oficio que, algunos dicen, es de seres solitarios, se revierte cuando de manos familiarmente desconocidas llegan rones, vodkas, whisky, cervezas. 

No es costumbre reciente: Artemio del Valle-Arizpe, José Vasconcelos, Salvador Novo, Armando Jiménez, Fernando del Paso, Vicente Leñero y, por supuesto, don Renato Leduc documentan la asociación cantina-periodismo-letras. Son conocidos también textos de Rafael Ramírez Heredia, Evodio Escalante, Arturo Trejo Villafuerte y Carlos Martínez Rentería con referencia a los templos dedicados a Tochtli-Dionisio-Baco.

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Esta sana tradición ha sido conservada –y enriquecida– por generaciones posteriores: cantinas, bares y chelerías alrededor de diversas redacciones han aprehendido en sus mesas, barras y muros, nombres, direcciones, secretos, risas, esperanzas, tristezas y muchos planes de hombres y mujeres que gozan, sufren y presumen de ejercer “el mejor oficio del mundo” (García Márquez dixit). Mencionar algunos nombres de esos refugios es evocar historias, enseñanzas, gentilicios, desacuerdos y hasta linajes.

Reporteros
Foto: Javier Hernández Chelico

Capítulo Uno

El Salón París estaba en la calle Salvador Díaz Mirón, esquina con Jaime Torres Bodet, colonia Santa María La Ribera; a dos calles están las oficinas donde se editaba la revista Conecte. Una tarde, a mitad de los años ochenta, una mesa del París era ocupada por Carlos Escorpión y Pablo Cáncer del grupo Enigma! además de Antonio Malacara y José Luis Pluma, reportero y director, respectivamente, de la mencionada publicación. Pluma fue quien invitó a sentarse a nervioso candidato a colaborar para la legendaria revista. Pablo Cáncer –voz y guitarra de los creadores de Bajo el Signo de Acuario y de El Llamado de la Hembra– llamó al Chino, mesero de cabecera de los presentes, y pidió el primer ron que el recién llegado se bebía con dos periodistas y dos músicos a quienes admiraba desde años atrás.

A partir de esa noche, vinieron años intensos: entrevistas, crónicas, reseñas y fotos de los recién permitidos conciertos masivos de rock: Miguel Ríos, Carlos Santana y Rod Stewart fueron los primeros. En aquellos años, textos y fotos se entregaban en la redacción de Conecte. A unas calles de allí está la cervecería Zacatecas –La Sacaturcas, para la banda–, sitio elegido en algunas ocasiones por El Oso Munguía, Ramón Montoya, José Luis Velasco, Eduardo Leduc y Pluma para platicar sobre temas a publicar en Conecte o para entrevistas a rocanroleros como Lalo Tex y Arturo Huízar.

Otro sitio, La Perla, en la misma colonia, fue escenario de las comidas de fin de año ofrecidas por el señor Arnulfo Flores, dueño de Editoposter, al personal de Conecte y Rock Pop. En una de esas reuniones salieron reportero y fotógrafo a la mitad de la reunión para cubrir el concierto de Joan Jett, The Cult y El Tri en el Palacio de los Deportes. Los demás brindaron y comieron hasta el cierre de La Perla. Así son las órdenes de trabajo: hay que cumplirlas.

Reporteros
Foto: Javier Hernández Chelico

En los años noventa del siglo XX, los reporteros de las secciones de espectáculos de diferentes periódicos compartían conferencias y tocadas con los de las revistas especializadas. Las reuniones se hicieron más concurridas y diferentes cantinas y bares se volvieron famosos entre la grey: en la calle Ignacio Mariscal, entre Rosales y Jesús Terán, estaba el periódico El Nacional; a unos pasos, el restaurant bar La Gruta de San Fernando; muchos reporteros de ese diario iban ahí a comer y a veces a degustar algunos tragos acercados por diligentes manos femeninas. Entre los visitantes a la Gruta se puede anotar a César Silva, Agustín Montoya, Miguel Sandoval, José Agustín Vázquez (+), Alfredo, Oso, Morriña. Cuando el cierre definitivo de El Nacional, el brindis del adiós de la sección de espectáculos se hizo en El Mirador, bar que está en la Esquina de Puente de Alvarado y Rosales. En ese mismo sitio, alguna vez, cruzaron sus vasos dos periodistas ya ausentes: Pepe Rivera y Víctor Guerrero, quienes llegaron a ser jefes de sección en sus respectivos medios.

Por aquella época, 1995-2000, hubo visitas de integrantes del gremio a lugares tan disímbolos como El Jacalito, Las Láminas, Las Américas, El Negresco, La Reforma, El Bucareli, el Salón Corona y mención aparte merece La Especial, de San Cosme, que durante muchos años fue el lugar de solaz etílico de muchos noctívagos y reporteros; el horario de servicio convirtió a La Especial en el lugar idóneo para caerle después de los conciertos del Foro Sol, del Auditorio o del Palacio de los Deportes; y aunque ya no existe la Especial, en ese local han de retumbar los pasos de personalidades como Raúl de La Rosa, El Negro Márquez, los Reyes Zúñiga y también ha de permear el recuerdo de Ricardo Hernández y Paco Zamudio.

Ya en este milenio, existió un lugar muy concurrido por una selecta comunidad de reporteros: El Consorcio. Su cercanía con el Reloj Chino era la referencia para que hasta los más desorientados supieran llegar. Allí, en noches de grandes jugadas de domino se llegó a convocar a una veintena de reporteros; asimismo, algunos proyectos se esbozaron sobre sus mesas. La revista Fixiones y el portal La Esquina se gestaron, entre salud y salud de sus creadores. Igualmente se afinaron detalles del libro Reporteros de a pie. En aquellas noches, muchos nombres se pronunciaron entre los muros del Consorcio; pero, para proteger a inocentes (je, je) no se darán apellidos ni medios donde laboran los convidados en aquellos tiempos: Brenda, Ara, Karla, Ayelén, Jorge, Mario, los Arturo, Gonzalo, los Roberto, Miguel, Oswaldo, Fabián, Ismael, Juan, Roger, los Luis, los Paco, Gama, Alfredo, Ene, Eliza, Pablo et al.

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Salón París. Foto: Javier Hernández Chelico

Por causas ya olvidadas, apareció en el horizonte el bar Chapultepec, ideal para planear nuevos proyectos y de fácil acceso y escape (está a unos pasos de la entrada del Metro Hidalgo). Allí se dio forma al programa La Esquina de SónicaTv. Igualmente llegaron a ocupar mesa muchos de los reporteros antes mencionados y se unieron a los brindis compañeras como Sonia, Amy, Strega y Blanca. Una noche se llegó a proponer, entre trago y trago, hacer decreto lo que se lee en la página 184 del libro Renato por Leduc: “Para ser periodista es necesario poseer las siguientes condiciones: 1. No ser pendejo. 2. Darse cuenta de las cosas. 3. Analizar los sucesos para saber no sólo de dónde provienen, sino sopesar la importancia que tienen, y 4. Escribir la noticia y el comentario en forma objetiva y sincera y no lo que quieren que diga el señor ministro (o promotor de conciertos…)”. Estas palabras de Leduc deberían estar en algunas redacciones, llegaron a opinar algunos compañeros.

No se pueden dejar fuera de esta lista el Faisán –División y Pilares–, espacio desaparecido, pero en sus buenos tiempos dio albergue a escribas de diarios cercanos y sirvió de mesa de trabajo a quienes cubrieron la Fimpro y a personajes como El Coleguita, el licenciado García y varios premios nacionales de periodismo.

Otras cantinas que son parte de la memoria del camino andado son la Dos Naciones, bailes aparte en la planta alta; La Vaquita, por la historia cantiflesca contada una tarde por Charly; Río de la Plata, donde al salir, una extraña Luna provocó un eclipse nocturno, y en el saloncito de la derecha reportearon Layla, Sandra, Elsa y Blanca, dignas representantes del ala fémina, egresadas de aulas universitarias.

Sólo resta mencionar nombres de aquellos refugios de juventud: Las 8 Coronas, Gambrinus, La Gloria, el Ritz, La Guadalupana, El León de Oro y cantar al alimón con Jaime López…

Reporteros
Al fondo el Bar Miramar. Foto: Por Javier Hernández Chelico

“Desde mi moto”

En el rincón aquel ya no está la rocola
Sobre la barra ya nadie ahora hace olas
Solamente la araña baila sola
Con sus piernas de good ol´rock´n´roll

El saxofón tenor de mi cuate Lorenzo
Se sofocó, la edad fue llegándole al precio
Sólo cuelga un fantasma en el perchero
Su chamarra de cuero negro y ya

Desde mi motocicleta
Alzo mi fría cerveza
Por mi vieja pandilla, salud y adiós
Que la banda que viene las pase mejor

(Próximamente chelerías sabatinas alrededor del Tianguis del Chopo, campo minado para fresas y territorio de músicos, fotógrafos, reporteros, grupies… salú).

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