Ciudad de México. Cormac McCarthy marcó a una generación de escritores que lo veneraban por la poesía de su narrativa, la crudeza de sus tramas, la evocación del más sombrío lado del ser humano o por crear desiertos mientras otros decoran jardines. Stephen King lo resumió: “acaba de morir acaso el mejor novelista estadunidense de mi tiempo”.
Guillermo Arriaga escribió: “Ha muerto uno de los grandes narradores de nuestros tiempos, a mi juicio erróneamente desdeñado por la Academia Sueca para entregarle el Nobel. Se ha ido el enorme Cormac McCarthy. Leerlo será el mejor homenaje que podamos hacerle”.
Otro mexicano, Julián Herbert, escribió en su cuenta de Twitter: “Acaba de morir el novelista de lengua inglesa que nos enseñó a muchos coahuilenses a ver nuestra casa (los árboles de la plaza de Piedras Negras, las calles de Monclova, la vieja cárcel de Saltillo) con los ojos de la poesía. Buen viaje, maestro”.
Martín Solares aventuró que lo vamos a extrañar porque mientras la mayoría de los narradores se concentra en decorar jardines, McCarthy creaba desiertos. “En lugar de añadir, retiraba ciertas palabras de sus novelas (Dios, Bondad, Justicia), y examinó qué sería el mundo sin ellas”.
Y agregó: “Sus historias pueden resumirse, pero son inigualables: dos vaqueros cruzan la frontera para recuperar sus caballos, y los recuperan, pero pierden sus almas; un cazador persigue a una loba durante kilómetros, y cuando la alcanza, la desgracia lo persigue a él. Una de las mayores virtudes de McCarthy es su capacidad para contagiar la sensación de aventura que viven sus personajes, seres de pocas palabras, observadores y memoriosos, que no pierden de vista dónde coloca su pistola el recién llegado”.
Apenas en diciembre pasado James Wood escribió en The New Yorker: “Efectivamente, el área donde McCarthy puede ser autoritativamente elocuente —puede ser él mismo— no es el reino de los números, donde sólo tiene la idea de ‘genio’, sino el de la metafísica, donde tiene todos los recursos del lenguaje. Lo nuevo y bienvenido en El pasajero y Stella Maris es la lucidez de esta amarga metafísica. Sus libros anteriores estaban tan envueltos en la oscuridad, llenos de tantos gritos y agitaciones hieráticos, que era perfectamente posible extraer cinco ideas teológicas contradictorias a la vez de sus ardientes profundidades”.
Y recuerda una cita: “Al despegar sobre la Ciudad de México, el avión se elevó a través del atardecer azul hacia la luz del sol nuevamente y se inclinó sobre la ciudad y la luna se deslizó por el vidrio de la cabina como una moneda que cae en el mar… Muy por debajo de la forma de la ciudad en sus cuadrículas de color malva profundo como una gran placa base”.
Premios y cine
McCarthy nació en Rhode Island y vivió de niño en Tennessee, escenarios de sus primeras obras y donde estudió humanidades, pero no terminó porque se alistó en la Fuerza Aérea, donde sólo duró cuatro años, porque su vocación era otra, las letras, a las que entra por la puerta grande con El guardián del vergel en 1965, Premio Faulkner a primera novela, a la que siguieron otros éxitos como La oscuridad exterior e Hijo de Dios.
Su obra le hizo merecedora de otras distinciones relevantes a lo largo de su carrera, como el Premio MacArthur Fellowship, el Genius Grant, el National Book Award y el Pulitzer, cosechados por libros como Meridiano de sangre, Todos los hermosos caballos, En la frontera, Ciudades de la llanura y la aclamada La carretera.
Su obra fue adaptada para seis filmes en los que participaron estrellas como Matt Damon, Penélope Cruz, Javier Bardem, Tommy Lee Jones, Josh Brolin, Michael Fassbender, Brad Pitt y Cameron Díaz, con directores como los hermanos Coen y Ridley Scott.
La Sociedad Cormac MaCarthy ha escrito un breve obituario a propósito de la muerte del gran novelista estadunidense en su sitio oficial.