Gabriel García Márquez ha hecho otro viaje a su tierra. Ahora de ida y vuelta por un transbordador en el que ha trepado a una atractiva mujer, a la que nunca requiere colgar el adjetivo de “hermosa”, porque no puede ser de otro modo. Una dama cruzando la mitad de un siglo de vida que busca, en ese tránsito de los cuarenta a los cincuenta, una dimensión sexual distinta, entre la coquetería y la galantería, la explosión del deseo flotando entre valses y boleros, aderezado todo con ginebra y whisky. Una mujer al atisbo de esa pasión que no encuentra en su familia casi perfecta del otro lado de una isla del Caribe, donde visita cada año la tumba de su madre para depositar un ramo de gladiolas.
Ya antes el Nobel colombiano ha llevado a la literatura amores maduros, otoñales si se quiere acudir a la fórmula tradicional, con personajes femeninos icónicos, como la Fermina Daza de El amor en los tiempos del cólera (1985), viuda cuando su marido pierde el equilibrio a la caza de un perico, o la María dos Prazeres que da título a uno de sus Doce cuentos peregrinos (1992), aquella que dice a un vendedor: “Soy puta, hijo. ¿O es que ya no se me nota?”, ambos títulos editados en México por Diana, como ahora En agosto nos vemos, la novela inédita que los hermanos García Barcha han decidido publicar a una década de la muerte de Gabo.
Esta vez se trata de Ana Magdalena Bach, la protagonista que conducirá al lector por una serie de viajes anuales, habituales, que de introspectivos pasaron a ser fantasías sexuales tamizadas con momentos fugaces, más fugaces que cada acto, de ensueño y fascinación, con las mariposas indispensables de toda historia de realismo mágico, así sean ahora en la panza de la mujer como señal inequívoca básica de enamoramiento. Lo que iba a ser un conjunto de relatos con la misma protagonista, nos cuenta el editor Cristóbal Pera, se convirtió en esta novela espléndida, póstuma, del de Aracataca.
Es también la oportunidad para que el autor nos regale un desfile de sus héroes, afinidades literarias y musicales, que van dando prosa y ritmo a la historia: Bram Stoker, Jorge Luis Borges, Ray Bradbury, Claude Debussy, Ernest Hemingway, Albert Camus, Edvard Grieg, Frédéric Chopin, Serguéi Rajmáninov, Agustín Lara, Celia Cruz, Wolfgang Amadeus Mozart, Franz Schubert, Piotr Ilich Chaikovski, Los Panchos, Van Morrison y Daniel Defoe, cada uno entrando en el momento indicado al escenario por ser ella egresada en letras y su esposo, personaje obligado en la trama, músico de conservatorio.
Es también una oportunidad para el humor. En su novela postrera, García Márquez no ha defraudado con escenas de una jocosidad-ingenuidad a un tiempo hilarantes y tiernas, una en especial, clave, que nos remite a un cuento de Guy de Maupassant sobre una falsa meretriz, y otras derivadas de ese primer encuentro en la isla que desatarán inevitablemente sonrisas si no es que carcajadas en el lector. El transbordador, la pista de baile de cada hotel visitado, la luz de la luna, los taxis, las habitaciones y los olores salpican de la prosa realista-mágica que va pintando cada capítulo, con un cierre del cuarto de gracejo y un finale con tintes de otro francés, Théophile Gautier, y “La muerta enamorada”, pero no tema usted, que no es spoiler.
Que García Márquez nos perdone…
La nota discordante, pese a la algarabía de tener en las manos una novela inédita del Nobel colombiano a diez años de su muerte, es que los hijos traicionaron la voluntad de su padre, quien por voz de ellos sabemos que sentenció: “Este libro no sirve. Hay que destruirlo”. Y en espera de que Gabo los perdone, como dicen en su prólogo, Diana ha lanzado el libro en México, como toda la obra del colombiano, quien siempre quiso agradecer así al sello su confianza en los años anteriores a convertirse en una celebridad literaria.
Una primera llamada de atención será siempre el ejemplo de Franz Kafka, cuya voluntad fue también ignorada y la publicación póstuma de su obra lo puso en la cúspide de las letras universales, pero debe recordarse que el checo no sacó a la luz una línea de sus novelas en vida, mientras que García Márquez es un ganador del Premio Nobel. Hay otros casos, como el libro póstumo Bajo el sol jaguar, de Italo Calvino, publicado por la viuda del italiano, pese a que estaba incompleto, porque se trataba de cinco cuentos sobre los sentidos y sólo dejó acabados tres. Siendo piezas independientes, la publicación tiene sentido aun si el resultado no es el de la idea original.
Sabemos por el editor de En agosto nos vemos, Cristóbal Pera, que ya se había dado a conocer una primera versión del primer capítulo del libro, en forma de cuento y leído por el propio García Márquez en público, y después en un texto en El País. También nos dice que este resultado final fue fruto de un trabajo intenso del autor, del editor y de la asistente del colombiano, Mónica Alonso, pese a que ya empezaba el escritor a sufrir con su memoria.
Los personajes no tienen tacha en cuanto a su presentación y exhiben al García Márquez en control de ellos en todo momento, hasta cuando se escapan de forma involuntaria a la protagonista: la mujer encantadora, el seductor atractivo y torpe, el galán vampiresco y hampón, otro espontáneo avejentado y tallado a la holandesa, uno más que ebrio complota contra él mismo, un esposo ocurrente y de sangre ligera, unos hijos distantes, pero al acecho…
Gabo novelista, pues, debuta póstumo.
Puestas las cartas sobre la mesa, disfrute usted de esta novedad de uno de los más grandes escritores de todos los tiempos.
“Entonces lo miró de nuevo por encima del hombro, ya no para conocer al dueño de la voz, sino para apropiárselo con los ojos más bellos que él vería jamás.”
Dígame usted si no.
Estamos emocionados por la publicación de la obra póstuma de #Gabo, tanto que quisimos dedicarle un lugar muy especial. ‘En agosto nos vemos’ será la protagonista en nuestro club de lectura.
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— Fundación Gabo (@FundacionGabo) March 12, 2024