Benito Juárez

‘In memomiam’, un ‘performance’ por los aciertos y dilemas de Benito Juárez

A 150 años de su muerte, el Colegio Nacional destaca la importancia de evocar a un personaje que “por el peso de sus acciones siempre será superior a la leyenda”

La figura Benito Juárez, salida metafóricamente del Panteón de San Fernando, donde fueron resguardados sus restos, “platicó” con los asistentes a la conferencia-concierto “El viaje de la República. In memoriam Benito Juárez en los 150 años de su muerte (1872-2022)”, organizada por el Colegio Nacional y coordinada por Vicente Quirarte.

“Hay muchas cosas de las que no me arrepiento: pude ser mejor padre, mejor esposo; por supuesto, pude haber sido un mejor presidente”, fueron las palabras de Alejandro Corzo durante la personificación del mandatario oaxaqueño realizada de forma presencial en el aula mayor del Colegio Nacional.

“Hoy he decidido venir a platicar con todos ustedes para recordar, junto con el maestro Sandoval, lo que sucedió en aquellos años: cómo es que yo llegué a convertirme en presidente de la República. Ahora que decido salir de los libros me encontré con el fresco de la Ciudad de México, ya no lo recordaba tal cual”.

Con la actuación de Corzo y la ejecución al piano e investigación musical de Juan Ramón Sandoval, se realizó un recorrido histórico por algunos de los pasajes más relevantes en la vida y obra del Benemérito de las Américas, desde su nacimiento en la Sierra de Ixtlán, en Oaxaca, hasta su muerte ocurrida en Palacio Nacional en 1872.

“Como presidente, las decisiones se toman en un abrir y cerrar de ojos y el riesgo de equivocarse es latente. De lo que no me arrepiento es de haber enfrentado de frente a Maximiliano y a los franceses. Si tuviera la oportunidad lo haría de nuevo”.

En la ceremonia, Quirarte reconoció la importancia de evocar a un personaje histórico, en especial en la capital del país, que vio madurar, triunfar y morir “a un excepcional ciudadano, lo cual bastaría para reconocerlo y agradecer su existencia”.

Todo ello envuelto en la parte actoral, pero también en un esfuerzo musical, como el realizado por el maestro Juan Ramón Sandoval, a quien se deben notables aportaciones sobre la música del siglo XIX, en un viaje que también contó con la voz del tenor Roberto Carlos Huitrón.

Benito Juárez
Alejandro Corzo durante la personificación del mandatario oaxaqueño

De acuerdo con Quirarte, la aceptación unánime de Benito Juárez no ocurrió de manera simultánea a los acontecimientos de los que era protagonista, “de ahí la importancia de la entrada del presidente a esta Ciudad de México el 16 de julio de 1867, su paso concreto y simbólico bajo el arco triunfal republicano revestía múltiples significados”.

En ese ingreso, aseguró, tampoco se trató de uno más de los iluminadores arcos que cuatro años atrás la regencia del imperio había levantado para recibir a un archiduque venido del otro lado del mar, como lo fue Maximiliano de Habsburgo.

“El presidente constitucional volvía al sitio donde se asentaban los poderes: le correspondían los honores del triunfo, la recompensa que la ciudad otorga al guerrero o al estadista que vuelve a casa con las banderas victoriosas. Su entrada en la inmortalidad fue unánimemente respetada: la misión estaba cumplida”.

Desde esa perspectiva, dijo, el monumento a Juárez y su culto en la imaginación de México comenzó a construirse desde ese mismo día al personaje histórico.

El colegiado enfatizó en que el aniversario luctuoso de Benito Juárez no es sólo una obligada y justa efeméride de la historia del país, sino la confirmación del diálogo que se tiene con él de manera permanente en cada una de las acciones que, por cotidianas, se han dejado de observar como inevitables.

“Por su entrega, su fe y su constancia, Juárez pertenece a la categoría de los héroes éticos. Por el peso y la realidad de sus acciones siempre será superior a la leyenda, porque supo ser superior en los principios a las personas, nos enseña a tratar a ser mejores”.

Desde su perspectiva, un personaje como Benito Juárez “nos enseña a ser honestos, nos da fuerza, nos hace nobles y nos permite morir, finalmente, con orgullo”.

Finalmente, Benito Juárez conversó alrededor de una hora con los asistentes, hasta que su disertación llegó a su angina de pecho, esa molestia en el corazón que acabó con su vida.Benito Juárez

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