pista de baile

Instrucciones de la cumbia mística

Para alcanzar ese estado de iluminación y unión espiritual que sólo puede darse en la pista de baile, aquí se encontrarán los ejemplos del sendero a seguir

En ocasiones el diablillo de la imprudencia apura el paso y estropea todo, a veces se muere el interés al primer acorde o, en el peor escenario, al calor de las copas se incendia con lujuria lo que arder no debía. Sin embargo, cuando una pareja ocupa su sitio en la pista de baile surgen las promesas más sublimes sobre el arrobamiento.

Para alcanzar ese estado de iluminación y unión espiritual aquí se encontrarán los ejemplos del sendero a seguir, explicado con versos. Son instrucciones que antes sólo aquellos versados comprendían y ahora quedan a la mano.

No es exageración o artificio esto que menciono, sino un camino trazado en las mismas letras de los temas más conmovedores donde lo primero que debe transitarse es el sufrimiento expiatorio, donde surgen confesiones como: lejos estaba de pensar que serías mi penitencia, cuánto tiempo he de llorar, cuesta caro la experiencia; u otras donde se aceptan los errores fatales como maldita mi duda fue fatal y es la que me hizo escapar. Desde luego, en esos casos no queda más que llorar, llorar y llorar, pero finalmente hay esperanza para quien resiste, para quien logra la atrición, pues después de un gran sufrimiento vino mi amor, yo sé lo que es el tormento venido del sentimiento.

También se abren otras sendas para lograr el cometido, aquellas de abandono, las de oración y despojo de la razón para conseguir esa enajenación de la existencia y que persiguen los ascetas con grande vehemencia. Así es como se logran los actos que trascienden la humanidad y signos son del fervor: me puede pedir el imposible, más vecino al milagro, que en un santiamén por el poder del amor, voy y lo hago. Pero no sólo eso, pues también hay otras pruebas, como aquella de doblegar el ego, prosternarse, porque en la derrota es donde se consigue la victoria sobre los deseos y se cumplen: el orgullo puede esperar, pero me arrepiento, en el piso o donde sea y tómame. Oh, bienaventurados aquellos que se humillan ante el poder celestial y caen al piso en tan espiritual experiencia.

Aquí es cuando se aproxima, escondida entre la cadencia, la máxima tribulación del derrotero, la cercanía con la gloria nos lleva a una noche oscura y se comienza a sentir algo misterioso, voces que me griten, alguien que me llame. Sin embargo, hay defensa contra la tentación, siempre vendrán ángeles en auxilio para cumplir el cometido de la unión divina. Si besando la cruz estás tú, rezando una oración estás tú, pareciera entonar el coro seráfico.

Así, consumada la iluminación tras pasar las pruebas, llega el éxtasis y el momento del máximo gozo, porque la piel y la divinidad no se aborrecen, sólo esperan la pareja adecuada y una cita para ir a bailar, que puede ser un 14 de febrero. Amén.san valentin

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