Desde hace tres décadas, Jacques Audiard (París, 1952) había realizado una serie de excelentes películas en las que quizá buscaba reivindicar el caduco cine de autor, muestra de ellas son, en especial: Un profeta (Un prophète, 2009), De óxido y hueso (De rouille et d’os, 2012) o Los hermanos Sisters (The Sisters Brothers, 2018), en las que se regodeó a sus anchas en diversos géneros cinematográficos.
Pero, en su más reciente filme, Emilia Pérez (2024), se metió con un género hollywoodense por excelencia, desconocido para él hasta entonces: la comedia musical, que redituó al cineasta francés un tsunami de premios desde su estreno, el 18 de mayo pasado, en la 77 edición del Festival Internacional de Cine de Cannes, más cuatro Globos de Oro y cabalísticas 13 nominaciones en los próximos Oscar.
No es que los franceses o los Jacques no sepan hacer musicales. Otro Jacques, Demy, hace 60 años, con Los paraguas de Cherburgo (Les parapluies de Cherbourg, 1964), con una jovencísima Catherine Deneuve, entonces de 21 otoños, y música de Michel Legrand, mostró que se toman el género en serio, contrario a Audiard, que optó por darle un empujón a la tragedia para convertirla en comedia, en meme.
Ya en su espléndido artículo “Emilia Pérez, un desastre nada discreto”, el crítico Enrique Diezmartínez hace un recuento de la trayectoria de Jacques Audiard desde su ópera prima, Mira a los hombres caer (Regarde les hommes tomber, 1964), como un artista que recurrió lo mismo al cine noir que al western.
Sólo que ahora el cineasta de culto quedó oculto en Emilia Pérez al resbalar como una bailarina mala más en las anodinas coreografías de este filme ambientado en un México y un Suiza de cliché y ficción, que protagoniza una española Karla Sofía Gascón y su séquito: la “dominicana de Veracruz” (aunque nació en Nueva Jersey) Zoë Saldaña; la texana de padre mexicano Selena Gomez (sin tilde) y la única mexicana, con 3 Arieles, Adriana Paz, más un venezolano Édgar Ramírez cuyo único mérito fue provocarle dolor “en la pinche vulva” al personaje que interpreta con pinche rabia la única real cantante de este reparto global convertido en parodia de sí, con cantantes que no son cantantes, bailarinas que no son bailarinas, narcos que no son narcos sino humanistas, y mexicanas que no son tampoco mexicanas.
Audiard, cuyo apellido al pronunciarse en francés suena a “odiar” en español, se ganó el odio de buena parte del respetable mexicano que recibió con poco humor la multipremiada versión banal y bananera del México que concibió y realizó el neohumorista de 72 años, amante confeso de México, quien quiso trascender como activista de comedia en el activismo transgénero, con una historia sin pies ni cabeza.
Creó a un chistoso narco y amoroso padre de familia de nombre Manitas del Monte (Gascón), que contrata a una abogada (Saldaña) tan corrupta como hipócrita, para que, danzando, siempre danzando, le busque en todo el mundo cirujano de reasignación de sexo, que le permita, aunque sea en las postrimerías de su vida canalla, lucir su identidad real (que no se aclara bien si es la de mujer o de humanista que, tras participar en cientos de miles de asesinatos y de desapariciones de personas, ayuda a madres, esposas e hijas a ubicar restos familiares a través de una filantrópica, irreal y kitsch ONG).
Y, así, de la nada, de esa nada que es el México de Jacques Audiard salió un ex hombre de nombre Emilia Pérez, que recuerda a la sentencia que pronuncia Rey Lear como maldición contra Cordelia:
“Nothing will come of nothing”. Nada sale de la nada.
Ante Audiard, Guillermo del Toro, el cineasta mexicano más experto en monstruos y fenómenos en la historia de la humanidad, festejó la parodia de cine del francés y le dijo: “Es muy bello ver una película que es cine”, lo que provocó que medio México que lo amaba por Pinocho y otros filmes lo audiaran.
La andanada de rencor nazionalchauvinista con que se recibió el filme hollywoodense de Audiard en México resulta tan poco dada al humor que da risa también. Hasta un meme en venganza nació, que ya traspasó fronteras periodísticas y en el mismo París la filial francesa de Vanity Fair consignó en un tuit:
“Camila Aurora González, mexicaine transgenre, a créé un court-métrage parodique inspiré du très célèbre drame musical de Jacques Audiard, Emilia Pérez. Johanne Sacrebleu est présenté comme un film sur la France, tourné au Mexique et fait sans Français (Camila Aurora González, mexicana transgénero, creó un cortometraje paródico (o sea un meme) inspirado en el muy célebre drama musical de Jacques Audiard, Emilia Pérez. Johanne Sacrebleu es presentada como una película sobre Francia, rodada en México y hecha sin francés”, anuncia en la red social la revista con la liga al artículo completo que da cuenta del video llamado “Johanne Sacrebleu”, que circula desde el estreno del filme.
Lo sorprendente es que ese medio francés considera “drama musical” a Emilia Pérez. ¡Y no es meme!
Las posturas mexicanizadas contra Emilia Pérez se han centrado en atacar a sus protagonistas de manera, en particular a Karla Sofía Gascón y a Selena Gomez, pero soslayan lo que importa: el cine.
El problema de Emilia Pérez no es su trama, por demás inverosímil, puesto que la libertad creativa del artista no debe estar en el banquillo, ya que sería su negación y su censura. Tampoco es su falta de respeto a las víctimas de la tragedia humanitaria que se vive en todo México desde que Felipe Calderón lanzó su malparida guerra contra el narco de su gobierno en 2006; pues la falta de respeto se inició como negocio con las narcoseries nacionales de manufacturas diversas y la narcoliteratura comercial.
El problema con Emilia Pérez (con tilde, nomás faltaba) es la tragedia personal de un cineasta que dejó de hacer lo que tan bien sabía hacer: cine. Audiard se vició en otro género: el meme, creó cine meme.
EMILIA PÉREZ, screenplay by Jacques Audiard, in collaboration with Thomas Bidegain, Léa Mysius and Nicolas Livecchi. Nominated for Writing (Adapted Screenplay) at the 97th Oscars.
Watch the #Oscars LIVE on Sunday, March 2nd, at 7e/4p on ABC and Hulu. pic.twitter.com/oZcjNBtspk
— The Academy (@TheAcademy) February 6, 2025
¿Dónde quedó el Jacques Audiard cuyo estilo llegó a compararse con el del genio Jean-Pierre Melville?
Desde 2018, la Real Academia Española (RAE) incorporó a su edición digital del Diccionario de la Lengua Española (DLE) una entrada para el “meme” con dos acepciones, una biológica y otra social.
Así quedó la definición en español: Meme. Del ingl. Meme, palabra acuñada en 1976 por R. Dawkins, biólogo inglés, sobre el modelo del gen ‘gen’ y a partir del gr. Μίμημα mímēma ‘cosa que se imita’.
- 1 m. Rasgo cultural o de conducta que se transmite por imitación de persona a persona o de generación en generación.
- 2 m. Imagen, video o texto, por lo general distorsionado con fines caricaturescos, que se difunde principalmente a través de internet.
Con un guion de Audiard que no se sostiene ni en estructura ni en trama; con una fotografía de Virginie Montel grandilocuente, más cercana a las películas de la Zoë Saldaña Avengers, Avatar o Star Trek; con coreografías tan infames que uno mejor quisiera ver a Selena Gomez en sus videoclips, Naturally…
Y actuaciones tan, pero tan olvidables, aunque incluso compartieron palmarés en Cannes en la categoría de Mejores actrices Gascón, Saldaña, Gomez y Paz, a pesar de que esta última interpretó a Epifania, un personaje tan pasajero, con apenas un puñado de escenas y breves minutos en ellas, por el que cómicamente se ganó el honor de tener una epifanía como la primera mexicana en recibir el reconocimiento en ese festival desde 1946, aunque en su trayectoria, la actriz egresada de la UNAM ha ganado tres Arieles por papeles no tan cómicos en La Tirisia (2015), Hilda (2016) y La caridad (2017).
Son actuaciones tan, pero tan olvidables, que lo que se queda grabado en la memoria es Selena Gomez hablando por celular para grabar en la contestadora de un amante salido de la nada (Édgar Ramírez) a casi la mitad de la segunda mitad de la película, un auténtico deus ex machina salido no del gran teatro griego sino del gran teatrero de Audiard: “Hasta me duele la pinche vulva nomás de acordarme de ti”.
Sí, Audiard optó en Emilia Pérez por lo caricaturesco, por el meme, en ya el buen español adoptado del inglés por la RAE. Caricaturizó una producción, una fotografía, una edición con elipses de caricatura, como los viajes internacionales del personaje de Saldaña (Rita Mora Castro, así se llama) en primera clase para encontrar en Israel, durante lo más duro del genocidio en Gaza en la vida real, a un cirujano que igual que ella viaja en el tiempo y el espacio para llegar a un paraje tipo escenario concebido para el mundo postapocalíptico de Mad Max a conocer al narco converso Manitas del Monte, que quiere convertirse en trans, con el consentimiento tácito de todo un cártel mexicano que apoya la diversidad de género y que acompaña al jefe de jefe en su dolor local, en su proceso de reasignación de sexo.
Audiard caricaturizó al musical, a la comedia musical, a sus actrices y actor, a la trama, a la fotografía, a las coreografías, a México (que francamente no necesita ser doblemente caricaturizado), a sus tragedias, como el narcotráfico, las desapariciones, los asesinatos, caricaturizó a personas transgénero.
Sí, Audiard optó en Emilia Pérez por lo caricaturesco, por el meme, desde el principio hasta el final de lo que alguna vez quiso parecerse a una película, que comienza con una abogada que defiende a un feminicida y trabaja con su laptop en un puesto de fritangas, en un tianguis caricatura de Tepito.
Un meme que termina con una mujer abusada por el marido desaparecido al que de todas maneras quería asesinado y que se transforma en la amante ¿lésbica? de un ex narco y hoy trans-filantrópica de madres buscadoras, quien trans la nueva muerte de la tan mentada Emilia Pérez, la canoniza –como si fuera meme del Jesús Malverde de los narcos— en una procesión de fieles por calles de ese México que en el amor de Audiard se transformó en meme en las escenas, canciones, personajes y bailes de Odiard.
Pero lo peor no es esto. Lo peor es que Emilia Pérez es un meme profundamente aburrido.
“Hasta me duele la pinche vulva nomás de acordarme” de Emilia Pérez.
“Y hasta me duele más la pinche vulva nomás de acordarme” de quién fue Jacques Audiard antes de Emilia Pérez.