Se hizo tarde, se oscureció todo, el jardín, los ojos de los que te aman: tu esposa, tus hijos, tus discos, hasta la araucaria lloró. Mientras el luto anidó en nuestro corazón, sonreíste, con esa expresión del niño eterno que le juega bromas hasta a la Señora Muerte. Tomaste tu chamarra, una cajetilla de cigarros, sonaba un disco de rock and roll, “es tiempo”, sacaste tu pequeño peine rojo del bolsillo, acomodaste tu copete de lado, apagaste la luz, sin detenerte fuiste hasta el refrigerador, tomaste una cerveza, cerraste la puerta.
Tu sombra atravesó el jardín, porque todos somos más sombra que nada, porque ahí vive lo más genuino de nosotros. Afuera estaba James Dean con Little Bastard, el motor rugió, subiste para luchar por la eternidad del final. Levantaron polvo, el booggie del adiós, el twist del tiempo físico finito, el inicio de tu inmortalidad, porque tú nunca vas a morir.
Todos sabíamos que ibas a reunirte por fin con todos tus camaradas: Elvis, Hemingway, Jung, Jackie Wilson, Jerry, Jim, Janis, Kerouac, Gabo, con Arreola. Para disciplina la tuya, en aquella época que vivías frente a una funeraria escribías a diario, sólo un café y horas de ficción, de tu vida, porque todo escritor vive y muere en su ficción, José Agustín.
Representas lo único que vale la pena en la literatura mexicana: el rompimiento, la pólvora, el incendio, las tripas bailando rock and roll, escupiste sobre los moralistas aburridos, qué pazguatos todos antes de ti, qué ceremonia más idiota la de esa escritura acartonada que rompiste sin piedad, como lo hacen los grandes: a pura rebeldía y corazón.
Lo escribí antes y lo reafirmo: tras de ti vamos todas, todos los escritores y escritoras rebeldes. Burroughs era un ñoño a tu lado. A veces veo tu foto con uniforme del rock de la cárcel en la que estás pintándole huevos a los puercos.
Te escapaste del maldito Negro Durazo, te pudo refundir para la eternidad y no pudo, me imagino a Margarita llevándote tu máquina de escribir a Lecumberri, a la crujía H, en la C estaba José Revueltas, ¿de qué platicaban? Cuando tú y Dean vengan por mí quiero que me lo cuentes mientras vamos rumbo a Acapulco rock. Me hubiera gustado decirte muchas cosas mirándote a los ojos, que eres mi papá, mi jefe literario, que desde tiempo atrás te siento más cerca que Bukowski y eso es demasiado.
De ti aprendí a sortear la inmundicia de la vida con alegría, a no dejarme caer aunque me ronde sin descanso la sombra del suicidio. Tus libros son mis amuletos, he puesto tu foto en la cabecera, serás mi Cristo Rey. Al margen de las mafias literarias, te hiciste fuerte y chamán y escritor al margen de todo, huíste de los fragmentos de vanidad que a veces tiene nuestro oficio, en estos tiempos tan huecos nos hará falta tu espíritu cínico y crítico, tu rock demencial en palabras, tu alma, tu fuerza.
Se está haciendo tarde, voy caminando por Eje Central, a la plaza para brindar por ti, a bailar rock androll, a vivir la eterna noche del eterno y sagrado desenfreno y desmadre. Se está haciendo tarde, lloro, las personas van muriendo sin saberlo mientras esperan el alto en el cruce con Tacuba. Saliendo de Garibaldi me iré rumbo a Guerrero, se está haciendo tarde, final en la laguna.
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— Fusilerías (@fusilerias) January 17, 2024