Una vela por cada año de tu vida, CINCO.
Se enciende una vela por cada año cumplido, todas se utilizan al final de tu vida para alumbrar el camino a tu sombra, tu sombra que es lo último de ti en esta vida y que camina hacia tu cuerpo para reunirse en tu último lugar de descanso. No me consuela mi querida niña, mi Narda ¿Qué quedó de tu cuerpo?, lo grito una y otra vez con la voz de mi pensamiento; ya no pronuncio tu nombre, ¿tú puedes nombrarlo?, te pregunto con reproche, Manuel.
Apenas ayer te tenía entre mis brazos, juntas en el jardín cortando tu flor favorita, ahora tus manos dan de comer a esas extrañas raíces, parecen moverse felices, crecen. Ni tú, Manuel, te atreves a juntar sus huellas, la has dejado ahí, me sujeto a tus piernas, te imploro, te suplico, te grito, no te mueves, solo estás parado frente al inmenso árbol.
Patrón Manuel, patrón Manuel, grita Juan con desesperación, nos buscan desde ayer. La gente que viene en bola grita de espanto, solo respiramos tu olor, algunas mujeres se hincan a rezar. ¿En dónde estás, Nana? No te veo entre la gente viva.
Ya no abrazo tus piernas, levanto mi pesado luto. Nunca nos iremos de aquí Manuel, viviremos con ella. No me di cuenta de que tu voz se fue con ella, al igual que mi cordura. El gusano de mi herencia dormida despertó con su partida. ¿Cómo podrías decirme algo?, cualquier cosa.
Voy dando pasos hacia el árbol, tropiezo con el espeso de tu sangre, quiero abrazarte ¿Por qué me detienes, Nana, acaso ya camina contigo? Veo sus cabellos, ella está ahí, me está llamando, nadie más la escucha. Solo tú.
Nadie pudo arrancarte de sus grandes raíces, te sujeta como quien se aferra a la vida, tú que ahora se la das con cada gota roja que esparces. Escucho el murmullo de la gente, cada vez es menos el espacio vacío, el incienso quemado me asfixia, se mezcla con el dulce olor del árbol, ya tiene tu esencia. No quiero irme nunca.
Una mujer se acerca y me toma del brazo, Catalina es quien me susurra: Deje a los muertos, que su camino apenas inicia, aquí están sus velas para que le iluminen el paso. Con un golpe las tiro de entre sus manos. No hay luz para la oscuridad más grande, le digo. Sigilosa se acerca a Manuel, queriendo que la vea como el consuelo, desde hace tiempo lo sé. Su mano ahora ya está cerca de él, Manuel para siempre lejos de mí.
Voy dando pasos hacia el árbol, tropiezo con el espeso de tu sangre, quiero abrazarte ¿Por qué me detienes, Nana, acaso ya camina contigo?
Los rezos acompañan el paso de las horas; el búho de aquellas noches ahora posa en sus bellas ramas, ya terminaste la mortaja, ahora sé por quién cantabas la tramposa canción, no queda cuerpo quien vista tus cantares.
Las flores poco a poco van llenando el campo, todos llegan a despedirte. El Padre Basilio dice que no es cristiana sepultura, que amenaza las buenas costumbres de gente de bien, ¿Qué sabe él del bien? Catalina lo visita cada tercer día.
Quiero despertar de este sueño, de este raro deseo de los vivos de querer hacer realidad los sueños ¿De quién fue este sueño? Catalina insiste en encender las velas, no tengo fuerzas de luchar contra ella. Debe encenderlas la madre, dice, arengando a toda la gente.
La costumbre dice que, en cada año de vida, la madre regala al hijo una vela, se juntan al paso del tiempo para usarlas en tu partida. Ilumina el camino de tu nacimiento al lugar de tu entierro, tu sombra vuelve a nacer y camina buscándote ¿Cuántas velas tienes?
Tu sombra vaga en la obscuridad desde el primer instante, la poca cordura que tengo me dice que lo tengo que hacer, pero Nana ya lo sabía, lo recuerdo ahora. También pagó el precio, el gusano la consumía a ella. Tuvo su pérdida en la mina de cobre, no hubo cuerpo al cual rezar –Prefiero el dolor de ver su sombra caminar en este mundo, pasando día y noche en la obscuridad, hasta que su cuerpo vuelva a nacer–. Encendiste las velas en aquella ocasión, pero no la última ¿Qué harías tú con el dolor? me preguntaba Nana, solo respondía con la sonrisa del que piensa que nunca lo vas a sentir.
Clavaron la cruz que te vigilará siempre, tu nombre ya está en ella. Se ilumina el camino de tu paso.
Una vela por cada año de tu vida, CUATRO te encendí.