Vi a Meat Loaf en concierto justo cuando paseaba en unas vacaciones en Londres en 2002, en Hyde Park. Gracias a que Google resuelve lo que la memoria no da, puedo precisar que fue el 24 de julio. A lo que no ayuda el internet es a rememorar qué pasó exactamente. No recuerdo el playlist y tengo apenas una vaga idea de qué canciones interpretó. Lo que sí puedo decir es que, parafraseando a uno de sus títulos más célebres, a través de esa experiencia llegó un sueño de rocanrol.
Si es cierto que el rock es rebeldía, aquella vez me arriesgué siendo osado. Compré la entrada más barata que mi economía me permitió, con lo cual estuve en una tribuna alejada del escenario. Enfrente de éste estaban los boletos más caros, con algunas sillas colocadas sobre el césped del parque, y mucha gente de pie. Al menos la mitad del recital la pasé disciplinadamente en mi lugar. Pero luego me percaté que no había nadie que vigilara el celoso cumplimiento de la misión de permanecer en mi sitio asignado. Entonces fue cuando decidí moverme con pretexto de ir al baño. No regresé a mi lugar, sino que aproveché que no había valla que separara la grada del jardín, ni alguien que vigilara. Así que transgredí, no sin miedo de ser descubierto y que eso me costara no solo la expulsión del concierto, sino del país entero.
Pero nadie se dio cuenta y así me colé entre los que estaban en la primera fila, mezclándome entre los que bailaban al ritmo de las mejores rolas movidas. Fue entonces cuando llegó el sueño de estar apenas a unos metros de distancia de un famoso que hubiera logrado un número uno en la lista Hot 100 de Billboard, el sueño de rocanrol que él cumplió el 6 de noviembre de 1993 con «I’d Do Anything for Love (But I Won’t Do That)”. No era el primer artista global al que iba a ver a un concierto, pero sí ha sido el que he tenido más cerca. Un privilegio que no repetí con él mismo cuando se presentó en un concierto gratuito en el Zócalo de Ciudad de México al año siguiente.
En ambas ocasiones me sentí como polizón en medio de un culto extraño. Aunque Meat Loaf ya tenía para entonces la leyenda de ser una de las celebridades con más álbumes vendidos en todo el mundo, en realidad yo no recuerdo que lo pasaran en la radio mexicana, y eso que recorrí el cuadrante completo desde La Pantera hasta Rock 101, pasando por Universal, Radio Éxitos y Capital (quizá ahí lo hayan pasado en alguno de sus programas medio raros que tenía).
La gran mayoría de asistentes a ambos conciertos eran feligreses formados en la devoción al Bat Out of Hell, álbum de 1977 que tuve el gusto de conocer sólo después de que su secuela rompiera las listas casi 17 años después. Por aquellas fechas compré el VHS de sus antiguos videoclips, que salvo excepciones eran rolas cantadas sobre un escenario sin mayor componente que el propio histrionismo del roquero, exagerando sus expresiones faciales tan intensamente como pelaba los ojos. Aquella compilación no incluía «Dead Ringer for Love» en la que hacía dueto con Cher, y que era una de sus antigüedades que más me divertían.
El roquero texano Meat Loaf murió este viernes 22 de enero y como suele ocurrir, sobran las semblanzas sobre la grandeza de su obra y su legado. Pero yo prefiero recordar lo anecdótico, porque es parte de las historias buenas. Aunque los cinéfilos lo recordarán por su participación en El Show de Terror de Rocky o en El Club de la Pelea, yo recuerdo su cameo en la muchísimo más trivial Spice World de 1997, en la que interpreta a un chofer de autobús de la banda Spice Girls y parafrasea paródicamente el título de su canción «I’d Do Anything for Love”. Fui el único que se rió en la sala por haber entendido la referencia.
Y otra conexión igual de frívola pero significativa fueron los tres videoclips del álbum Bat Out of Hell II que dirigió Michael Bay. Sí, el mismo de “obras maestras” (así, entre comillas) como Armageddon y Transformers, quien dio mucho mayor realce al de por sí exagerado histrionismo de Meat Loaf con sus versiones de “I’d Do Anything…” (una mezcla de La Bella y la Bestia y El Fantasma de la Ópera), “Objects in the Rear View Mirror May Appear Closer Than They Are” (un recuerdo pesadillesco de juventud en tres actos, inspirado en la frase de los espejos retrovisores de los autos) y “Rock and roll dreams come through”, que da título a estos apuntes y que hoy es más célebre por haber sido protagonizado por una jovencísima Angelina Jolie.
La familia de Meat Loaf anunció su fallecimiento sin dar detalles de la causa, la cual fue revelada por notas de prensa que dieron cuenta de su contagio de covid-19 y de su militancia contra las vacunas. Prefiero ignorarlas y quedarme con el recuerdo de aquel par de conciertos que mueven a la nostalgia y a una leve sonrisa. Two out of three ain’t bad.
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I don’t keep pictures from films around home. But I have this one in my office in a frame bc it makes me smile every time. It’s engraved ‘Love and Hugs, Meat’ it sums him up well. He was so funny. And gentle. And warm to everyone. A sweet soul. RIP Meat Loaf pic.twitter.com/aMrIgXByEc
— Edward Norton (@EdwardNorton) January 21, 2022