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Miguel Ríos: con medio Auditorio, todo a pulmón

El ídolo del rock en español hizo vibrar a los asistentes por más de 90 minutos que duró su concierto, en el que no faltaron gritos, aplausos, lágrimas y movimientos de cadera

Miguel Ríos fue recibido como lo que es: un verdadero ídolo de rock en español, al que la edad no le importa, por el contrario, juega con sus 78 años de forma tal que el público se lo agradece y aplaude.

En esta ocasión no se trató de un sábado en la noche, pero sí de una velada de viernes en el Auditorio Nacional, donde el nacido en Granada, el 7 de junio de 1944, dejó que 4 mil de sus seguidores, aproximadamente, escucharan en directo alguno de los temas de su reciente álbum, Un largo camino, mismo que le da nombre a su gira, y por supuesto, un repaso por algunas rolas que desde sus inicios hace 60 años ha dejado para la historia.

En acústico, y con la compañía de The Black Betty Trio, este personaje que en sus presentaciones nunca ha dejado de negro con jeans, playera, camisa y chamarra de cuero, dejó que su “Bienvenidos” pusiera de pie al respetable, mientras él hacía algunos movimientos corporales para no decepcionar a los presentes, pero para su aliviar un “cansancio provocado por la edad” tenía de compañía un banco. Al concluir, continuó con “Memphis-Granada”.

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Foto: Fernando Aceves

Después, hizo un homenaje a Los Loud Jets/Elvis Presley al interpretar en castellano e inglés “Estremécete”, para después hacer lo propio con “La Plaga”, donde pidió reconocer “al maestro Enrique Guzmán” de quien, aseguró, se inspiró para entrar al negocio del rock.

Ríos hacía una remembranza de cuándo o por qué, hizo o cantó la que seguía en el set list como “Vuelvo a Granada”, que le trae recuerdos de su infancia, y “Por San Juan”, un lugar que muchos añoran.

Luego, dijo que, si bien The Doors tiene su versión de “Whisky Alabama”, en 1999, junto a Ana Belén cantaron la suya a la cual le llamaron “Luna de Alabama”, tema con la que los melómanos en el coloso de Reforma se levantaron a ovacionar.

Al concluir, las luces de la sala mostraron muchos lugres vacíos, lo que a Miguel Ríos no le importó, es más bromeó con ello al mencionar que “el Auditorio Nacional hoy sólo es medio monstruo”.

Con ello, el español recordó a Robert Johnson, de quien dicen vendió su alma al diablo en el cruce de carreteras de Clarksdale, Misisipi, a cambio de convertirse en el mejor guitarrista del mundo, “una canción que hice y que bien puede ser biográfica con el innombrable”, con lo que sonó “Cruce de Caminos”.

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Foto: Fernando Aceves

Siguió “Raquel es un Burdel”, sólo que ahora no había esos metales que la acompañaban en el “Big Band Ríos”, sino el sonido de cuatro personajes que se acoplaban a la perfección con Miguel gracias al violín, teclados, bajo y guitarra de The Black Betty Trio.

“A contra ley”, con Jesse James como figura central de la historia, fue el preámbulo para que Ríos le recordara al público lo que sucede con los inmigrantes, de los cuales pocos se ocupan y entonar “En la frontera”.

Una clásica que puso a todos de pie fue “Todo a pulmón”, en la que Miguel Ríos dejó ver la sensibilidad que amerita imprimirle a esa rola que invita a seguir y no arrojar la toalla en el primer tropiezo, además de mantenerse “lejos de la transa y la prostitución…”.

Tras sacar alguna lágrimas del respetable, el hispano quien pidió al encargado de la iluminación que ya no apagara las luces de la sala, “porque aunque hay pocos, quiero ver a este señor, a esta señora, a este chico… todos ustedes hacen un gran público”, y advirtió que haría una “pausa” para “algunas baladas”, sección que inició con “El blues de la soledad”; una dedicada “a las chicas de mi generación”: “El blues de la tercera edad”, “No estás sola”, y rematar con, sí, efectivamente, “El blues del autobús”.

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Foto: Fernando Aceves

Ahí, Miguel de nueva cuenta jugó con su edad: “bueno, ustedes saben que a mis años hay algunas necesidades y ahora voy a cumplir una, le vejiga, ni hablar…”, pero antes de abandonar el escenario dijo que dejaría a Manu y Luis, dos de los integrantes de The Black Betty Trio, para que cantaran dos temas propios.

Luego de este “receso”, Miguel salió tras bambalinas para regalar “Año 2000” y después reventarse una “oración” que hace 20 años diera a conocer en plena guerra de Irak y que ahora lo trasladaba a la invasión de Putin a Ucrania y rematar con “La Estirpe de Caín”.

Tras poco más de 90 minutos de show, en la que estuvo casi siempre sentado, Miguel Ríos preparó el final con el enlace de “Los viejos rockeros y Memorias de la Carretera” y continuar con esa rola que le habían pedido casi desde el principio del concierto: “Sábado en la noche”, además de “Rocanrol Bumerang”. En ambas se paró a hacer algunos movimientos de cadera, los cuales eran festejados por el buen Alex Lora que desde la tercera fila ovacionaba al gran Ríos.

Y aunque se despidió, el español y la banda regresaron para cuatro bonos. El primer par conformado por “Qué salgan los clowns” y “El río”.

Para el segundo, Miguel aseguró: “Si regresé del retiro es porque quería oírlos cantar, y esta, definitivamente, esta lo hará”: así se escucharon los acordes de “Santa Lucía”.

Al final, recodó que la vida hay que vivirla y que mejor que sintiéndose alegre, así que cerró con “El himno a la alegría”.

Se dice que en el show business cuando se llega a cierta edad hay que retirarse para no causar lástimas y que una vez hecho es un error regresar, el viernes en la noche Miguel Ríos demostró que eso no es una regla, siempre y cuando se haga con dignidad, y él con 78 años conserva una gran voz, sensibilidad y humor, tres condiciones muchos pierden, incluso a los 40.miguel rios

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