Muerta. Rota. Viva

«Nunca olvido ese día, Adela, ¿cómo hacerlo? Si desde entonces estas manos son incapaces de dar vida, la perdí y por ustedes es otra cosa la que mis manos dan»
Viva Muerta Fue el último día en que mis manos trajeron vida, me cimbras con esa voz que en sus extravíos no me deja saber si es tristeza o miedo, y siempre tus manos en aquella forma, como cargando algo, volteas a verme. No, Nana, ese día también morí, ¿ya te olvidaste?
«Ya sabes qué hacer, Adela, cierra los ojos, escucha solo mi voz, no hay nada más en tu pensamiento». Foto: Pixabay

Fue el último día en que mis manos trajeron vida, me cimbras con esa voz que en sus extravíos no me deja saber si es tristeza o miedo, y siempre tus manos en aquella forma, como cargando algo, volteas a verme. No, Nana, ese día también morí, ¿ya te olvidaste?

Nunca olvido ese día, Adela, ¿cómo hacerlo? Si desde entonces estas manos son incapaces de dar vida, la perdí y por ustedes es otra cosa la que mis manos dan. Tus ojos ya están llorosos. No, mi Nanita, no estés triste, si es día de celebración, hoy son ya treinta años. Te limpio las lágrimas con mis manos. Anda, ven, péiname como siempre. Te tomo la mano y la beso, la quitas rápidamente. ¡No lo hagas, Adela!, sabes que no me gusta, no toques mis manos. Te limpias con el delantal y me sonríes ligeramente, tratas de ocultar lo que ambas sabemos.

Me siento frente al espejo, la mañana es tranquila, el sol entra por la ventana queriendo abolir las sombras, pero no las tuyas mi nana, las veo en ti siempre.

Ya sabes qué hacer, Adela, cierra los ojos, escucha solo mi voz, no hay nada más en tu pensamiento, la luz se apaga, estás en calma, sientes que acaricio tu cabello, lo cepillo suavemente, ya no estás aquí.

Nana mira fijamente el espejo ¿Qué ves en tu reflejo? Me respondo en el pensamiento: Nos ves a las tres. Te has quedado sola, Nana, vives cada día la tragedia.

Marcelino me grita agitado desde el corredor, Nana Lipa, Nana Lipa, rápido que la mujer del pariente Santiago está por parir. Pero chamaco, mira nada más, con esos gritos espantas hasta al Alma Solitaria, ¿Qué cosa estás diciendo? Que venga rápido que Doña Juana ya está de hora. Ay, caray, Marcelino, si mi niña Chela también está de hora y yo no me puedo mover de aquí, que no vez que ya ando con el agua en las cazuelas para hervir las telas. No, yo no me muevo de aquí… Anda, vete y busca a Gloria, que ella haga el encargo. Mire, Nana Lipa, que no me voy de aquí sin usted. Me alcanzas mi morral y tiras de mi brazo fuertemente. Nunca debió pasar, pero ese día el destino me arrancó el don que me había dado la vida. Hago caso de sus súplicas y salimos corriendo de la cocina. Aguanta mi niña, que ya regreso, ya regreso, ya regreso.

Muerta. Rota. Viva
«¿Qué ves en tu reflejo? Me respondo en el pensamiento: Nos ves a las tres. Te has quedado sola, Nana, vives cada día la tragedia». Foto: Espsecial

Juana está tirada en el petate, sus gritos se escuchan desde la vereda que lleva a su casa de adobe, una cortina es su puerta, la quito tan rápido como el velo de mi cara. El aire huele raro, sus gritos son extraños, dolor, angustia, miedo. Sus manos aprietan fuerte la cobija que tiene para su hija, como si ella supiera que sería lo único a que abrazarse. Santiago aprieta los dientes para guardar su sufrimiento, puja Juana, puja. De su garganta salió el alarido más espantoso que he escuchado, la niña asomó su cabecita, pero sus hombros quedaron prensados en las caderas de Juana, que al darse cuenta el dolor partió su corazón, sobre el petate están Juana y Adelita, su vida se convirtió en la sangre en mis manos, nada pude hacer, mis manos dieron su muerte, no doy más vida. Muerta.

Envueltas en ese petate, Santiago les dio sepultura, no hubo caja que permitiera cerrar las caderas de Juana y Santiago no quiso apartarla de su hija, así las dos abrazadas por siempre.

De camino con mi niña Chela, el dolor me consumía, me desgarraba, limpiaba mis lágrimas cuando Demetrio me topó en el camino, Nana Lipa, Nana Lipa, que mi mujer se me muere, mi chamaco ya está queriendo nacer, venga por favor, venga. Mis ganas de superar la tragedia me hicieron salir del camino y jalé a paso rápido para la casa de Macaria. La encontré sentada en una silla, sujetado la mesa, gimiendo de dolor. No, Nana Lipa, no me haga parar que se me parte el cuerpo. Vamos Macaria que ya sabes qué hacer con 5 chamacos al hilo ya te será fácil. Este es diferente Lipa, lo siento en el cuerpo. La levanto de la silla, pero ya las piernitas asomabas, viene mal Lipa viene mal me decías entre el llanto. El miedo de lo anterior me hizo jalar sus piernitas, la niña está fuera, la madre tirada en el piso preguntaba por su cría, sentí su cuerpo frágil, lánguido, nunca caminó, mis manos le quitaron una vida normal. Rota.

Envueltas en ese petate, Santiago les dio sepultura, no hubo caja que permitiera cerrar las caderas de Juana

Escucho el galopar de un caballo, es Don Pedro que viene a buscarme, es mi niña Chela, ya no aguanta más. Voy corriendo detrás de Don Pedro, no le gano al caballo. Él me mira con recelo, ya sabe de las dos niñas. Ya estoy contigo, mi niña, te tomo de la mano y la beso, la esperanza de dar vida es mi consuelo, pero el miedo me vuelve cuando te escucho decir: No hay dolores, Nana, ya no siento nada. Te levanto rápido de tu cama, Don Pedro está afuera, camino contigo, mi corazón se me sale, mis manos sudan frío, no hay dolores Nana, gritas, Sálvalo Nana Sálvalo, hazlo mi niña que le llamo a Don Pedro si sigues así, vamos, mi niña, te digo con voz quebrada, te acuesto nuevamente y volteo tu vientre, lloras, no hay dolor Nana no hay dolor, gimes desesperada. Mis manos entran en tu ser, toco su cabecita, está ahí Chela, puja, puja, su pequeño cuerpo sale de tu vientre, el silencio viene con ella, es niña, también niña, no llora Nana, ¿por qué no llora? La cargo entre mis brazos, su carita es morada, chupo su nariz como queriendo pasarle mi vida, aspiro una vez más, silencio, abro su boquita y respiro con ella, vamos mi pequeña Adela, te digo con voz baja, una última vez mi boca te da el aliento, un llanto, tu llanto. Viva.

¿Qué nació contigo Adela? Nos ves a las tres.

Ese fue el último día que mis manos trajeron vida.

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