Mujeres y homosexuales “cisgénero” invisibles

Pornografía para piromaníacos de Wenceslao Bruciaga es una novela de aniquilación o entronización de las personas por medio de las redes sociales, de amor entre hombres…
Ligia Urroz
Ligia Urroz

La semana pasada hubo un escándalo mayúsculo cuando se supo que la reconocida universidad Johns Hopkins, fundada en 1876 y dedicada a la investigación, sustentaba en su glosario LGBTQ+ la definición de lesbiana como “un no-hombre atraído por no-hombres”. Y siguieron: “si bien las definiciones anteriores se refieren a lesbiana como una mujer que se siente atraída emocional, romántica y/o sexualmente por otras mujeres, esta definición actualizada incluye a personas no binarias que también pueden identificarse con la etiqueta”. De inmediato se escucharon voces de repudio por la invisibilización de la mujer y la misma universidad tuvo que bajar el contenido del glosario para “revisarlo”.

Wenceslao Bruciaga y Ligia Urroz. Foto: Especial.
Wenceslao Bruciaga y Ligia Urroz. Foto: Especial.

JK Rowling denunció un machismo velado en las definiciones de Johns Hopkins y escribió en su cuenta de Twitter: “Hombre: no se necesita definición. No hombre (anteriormente conocido como mujer): un ser definible sólo por referencia al varón. Una ausencia, un vacío donde no hay masculinidad”. Más tarde se supo que Paula Neira, directora del Programa de Equidad y Educación LGBTQ+ de la misma universidad, una persona transgénero, era quien había autorizado el glosario. JK Rowling siguió más allá, no aceptando la palabra “cisgénero” (“dicho de una persona que se siente identificada con su sexo anatómico”, RAE), porque para ella lo “cis” es un lenguaje ideológico y no todos tenemos las mismas ideologías. Y coincido.

Pornografía para piromaníacos de Wenceslao Bruciaga —editada por Sexto Piso con el apoyo de la Secretaría de Cultura— toca la llaga de cómo se borra a las mujeres y homosexuales “cisgénero” con las nuevas definiciones “inclusivas”. En la novela, husmeamos en las peripecias sexuales de Pedro Blaster (casado con un joven “deconstruido de su masculinidad tóxica”, Charliee Sebastian) y Jeff Pliers, actores porno gay del área de la bahía en San Francisco. Sus vidas de sexo explícito y exhibicionismo transmutan debido a una ola de suicidios entre sus colegas del porno gay, la ansiedad de las nuevas formas de concebir las identidades y las relaciones que giran en torno a las drogas y al amor entre hombres. La inclusión llega a tener un precio tan alto como el dejar de tener sexo.

Mi curiosidad para conocer nuevos universos fue estimulada con la novela de Wences que, entre momentos de humor y otros nostálgicos, me abrió las puertas de los bares gay de San Francisco —y más tarde de Ciudad de México—, de las sex shops, poppers, juguetes y parafernalias utilizadas por los homosexuales. Y no sólo eso: pude entender la masculinidad tóxica, el apetito carnal y el deseo de aquellos que miran con recelo a quienes respetan lo no binario.

Portada del libro "Pornografía para piromaníacos". Foto: Especial.
Portada del libro “Pornografía para piromaníacos”. Foto: Especial.

Los personajes de Wences hablan acerca del porno hetero; los contextos son extremadamente misóginos y se simulan fantasías de violación desde posiciones de poder, “tan sólo con mirar las caras de las mujeres se sabe que sufren”. El porno, hetero o gay, es un producto enteramente fálico y hay una diferencia injusta entre hombres y mujeres: “para las mujeres arriba de los cuarenta, el porno sólo les tiene reservados papeles de cougars tristemente insaciables, silicona en los labios y cirugías plásticas baratas; los hombres, y en especial los hombres homosexuales arriba de los cuarenta y cincuenta, entramos en una nueva categoría, la de daddys”. Y ganan más plata.

Las páginas de Pornografía para piromaníacos salpican de fluidos, olores, barbas, crestas y pectorales indecorosos, de congojas y tristezas cansinas. Es un texto explícito acerca del placer de la sodomía donde se mira sin pudor a los activos inseminar a los pasivos sin el riesgo de quedar embarazados, de la adicción destructiva al dolor.

Es una novela de aniquilación o entronización de las personas por medio de las redes sociales, de amor entre hombres, de reflexiones profundas acerca de las nuevas masculinidades y su deconstrucción, todo ello de la mano de una banda sonora perfecta.

En voz de Jeff, nos rendimos al hecho de que el drama es un infalible afrodisiaco de los homosexuales y el verdadero objeto del deseo es siempre inalcanzable.

 

 

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