Cartel promocional de Napoleón, la superproducción dirigida por Ridley Scott.

“Napoleón”: desconexión emocional e imprecisión histórica

El hilo conductor del filme es la codependiente relación con su inquieta esposa Josefina, pero eso no alcanza para que el espectador establezca un vínculo con el estratega interpretado por Joaquin Phoenix

Hay películas que adora la crítica y que no le gustan al público; en otros casos, sucede lo contrario. El problema con Napoleón de Ridley Scott es que no le gusta ni a unos ni a otros, de acuerdo con la clasificación que hace el portal especializado Rotten Tomatoes en la que crítica y audiencia por fin coinciden en el porcentaje del contador: 58 por ciento.

Cartel oficial de promoción de la película que costó 200 mdd.
Cartel oficial de promoción de la película que costó 200 mdd.

Y es que después de las dos horas y 38 minutos que dura la cinta y de las batallas monumentales hechas a la vieja usanza, para las que Scott echa mano de 300 extras, 100 caballos y 10 cámaras, con sangrientas escenas de explosiones de cabezas y cuerpos, el espectador nunca logra conectar con el enorme carisma del personaje que por más de diez años se adueñó de Europa.

A lo largo del filme uno se queda con ganas de mirar qué fue lo que pasó en la vida de este militar corso, para que sus aires de grandeza —que lo hacía compararse con Julio César y Alejandro Magno— y su sed de poder y de conquista —que lo llevó a gobernar Bélgica y Holanda, además de la Confederación Helvética, el Reino de Italia, Nápoles, España, Egipto y parte de Siria— lo llevaran a convertirse en emperador de Francia. Lo cierto es que lo que podemos ver en las salas de cine en realidad es un corte emocionalmente apagado, de las cuatro horas que dura la película y que pasará completa en la plataforma de Apple Tv en febrero o marzo del próximo año.

El hecho de que la vida de Napoleón Bonaparte haya sido reseñada en más de 2 mil 500 libros y 189 producciones cinematográficas no hace fácil la tarea de volver a llevar a la pantalla grande la vida del líder francés. De hecho, no hay manera ni siquiera de poner de acuerdo a los historiadores que discrepan en muchos sentidos. Para Scott, la hechura de Napoleón se compara con el armado de un “kit de Lego particularmente complicado”.

Joaquin Phoenix y Vanessa Kirby interpretan a Napoleón y Josefina. Foto: Especial.
Joaquin Phoenix y Vanessa Kirby interpretan a Napoleón y Josefina. Foto: Especial.

En esta ocasión, el hilo conductor elegido para retratarlo fue la codependiente relación con su inquieta esposa Josefina (Vanessa Kirby), pero eso no alcanza para que el espectador establezca un vínculo con el estratega interpretado por Joaquin Phoenix, cuya actuación es plana, contenida y hasta aburrida. No hay matices que nos lleven a comprenderlo y menos a identificarnos con él; en suma, el Napoleón de Phoenix no logra movernos nada por dentro.

De acuerdo con el propio Scott, quien con este filme retomó uno de los grandes proyectos que Stanley Kubrick dejara en el tintero, su intención con Napoleón no era lograr exactitud histórica, como es el caso de muchas biopics recientes, sino “llevar las distintas versiones, verdaderas o supuestas, que han alimentado la leyenda de Napoleón”. Pero esto no es justificación para dejar de lado importantes asuntos como qué pasó con su anisado heredero, fruto de su unión con María Luisa de Austria, o el papel de José su hermano, el famoso Pepe “Botella” como rey de España, o las reformas napoleónicas de las que surge el Banco de Francia, el Código Civil, el restablecimiento del orden público o el sistema de carreteras y cloacas.

No obstante, en la película hay momentos tergiversados o falsos que no obedecen a interpretaciones creativas sino a manipulaciones efectistas de hechos que no sucedieron, como el caso de la batalla en Egipto, donde el ejército francés bombardea las pirámides, o el de la presencia de Napoleón en la decapitación de María Antonieta, cuando en realidad estaba en el sitio de Tolón.

Fotograma de la película sobre el emperador francés.
Fotograma de la película sobre el emperador francés.

Por estos y otros muchos “detalles”, el diario Le Figaro describió la producción de Scott como “una película sobre Barbie y Ken bajo el Imperio francés”, mientras que la revista GQ France la calificó de “profundamente torpe, antinatural e involuntariamente divertida”.

Pero el cambio deliberado de los hechos históricos no es nuevo para el director de películas como Alien, Blade Runner, Thelma & Louise o Gladiador, en la que se cambió olímpicamente la forma de morir del emperador Cómodo, también interpretado por Phoenix.

El hecho es que el interés de Scott por el tema napoleónico no es nuevo: su primer largometraje, Los duelistas, narra el enfrentamiento sostenido a lo largo de las guerras del Imperio por dos oficiales de caballería y le valió al hoy octogenario cineasta el premio a la mejor ópera prima en el Festival de Cannes de 1977.

Así que Scott está acostumbrado a las críticas de los historiadores y ahora de la prensa francesa, a los que contesta con cinismo y desdén con frases como: “¿Acaso estabas allí? ¿No, verdad? Entonces, ¿cómo lo sabes?”, o con afirmaciones como “los franceses no se gustan ni a sí mismos”. Por lo pronto, los detractores de Napoleón, que costó la friolera de 200 millones de dólares, han logrado que aumente sus ganancias en taquilla que hasta ahora ascienden a 45.7 millones.

Y aunque para los galos Bonaparte es símbolo de la construcción de la Francia moderna, lo cual es cierto, la cinta de Scott deja claro que su ambición descontrolada fue la que provocó la muerte de tres millones de personas —entre soldados y civiles— en las 61 batallas en las que participó con su ejército, y que a pesar de enarbolar los ideales de la Revolución, acabó siendo un megalómano autoproclamado emperador. a quien Scott compara con Stalin o Hitler. Habrá que esperar la versión sin cortes, de cuatro horas, para poder valorar la cinta con justicia.

 

 

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