Madreselvas, hueledenoche, helechos, jazmines, llamaradas: al entrar al local el frescor y variados aromas se instalan en el paseante que, dominguero, disfruta las últimas horas del fin de semana en compañía de la domadora y los chilpayates, en la zona comercial dedicada a la venta de plantas.
Antes recorrieron la zona del embarcadero y luego rentaron un caballo que, entre temerosos y curiosos, el par de chiquillos disfrutó una vez pasado el miedo.
–No te sueltes, m’hijo, y dirige al animalito con las riendas.
–Mejor me bajo, apá: siento que me voy a caer…
–Bájalo, viejo: se espanta y luego soy yo la única que batalla para llevarlo con la curandera a que le saque el susto…
–Aprieta las piernas y con la rienda dirige: a izquierda, derecha o de frente. No te pasará nada… Tu hermano le agarró el modo enseguida.
–Es que me resbalo, apá. Me resbalo…
–Aprieta las piernas, mi chavo, y pon flojita la rienda: no te pasa nada.
–Mejor que se baje, viejo: nos puede dar buen susto, bájalo.
–Bájate, si nomás es cosa de perder el miedo. Y pa’ la próxima mejor te quedas a cuidar la casa. Así nunca aprenderás, m’hijo.
–Es su primera vez que monta y ya quieres que galope, no seas desconsiderado. Capaz que el animal lo tumba y sale herido el chamaco… Te pasas, viejo, te pasas…
–Tú, que lo sobreproteges. Luego serán unos inútiles y miedosos de pilón.
–Mejor buscamos dónde y qué comer, aunque sea tacos o quesadillas.
–Vamos, que ya hace hambre. Hubieras traído tortas, nos sale más barato…
–Con una vez al año que los sacamos a pasear, no te haces más pobre ni rico con lo que ahorres de los tacos… Y ellos tendrán un bonito recuerdo de cuando salían de paseo con su papá…
–Pues me saldrá caro el recuerdito, pero vamos a ver qué comemos… Nomás no pidan refrescos, que los dan retebién caros; todavía tenemos agua de limón.
–Aparta para que me compres un hueledenoche, que hace tiempo me lo prometiste y ya tengo la maceta y la tierra negra revuelta con tierra de hoja.
–Nomás porque es promesa. Porque no tengo la maquinita de hacer dinero, ¿eh?
–Gracias, verás cómo te llenarás del aroma de la plantita cuando llegues del trabajo. Gracias. Las plantas son el alma de la casa y cuando florean te devuelven con su aroma lo que gastaste.
–Si por mí fuera te llenaba de flores toda la casa, pero con lo que ganó ahí apenas la vamos pasando para malcomer, malvivir y malvestir. Y bueno: un paseíto al año no hace daño.
El día declina. Los chamacos corretean felices entre los árboles. En la terminal de los camiones la gente comienza a hacer cola para emprender el retorno, de preferencia sentados, porque el trayecto es largo y el cansancio bastante.
Por fortuna el tráfico desde Xochimilco hasta la Alameda Oriente es moderado. Apenas avanza unas cuadras el camión y el par de chamacos ya bosteza. Todos alcanzaron asiento. Papá y mamá los miran con ternura y a los pocos minutos también duermen. Sopla un tenue viento.
–Ya despierten, que casi llegamos. Cada quien se hace cargo de lo que lleva, no olviden nada. No olviden la cubeta del agua fresca, porque si se pierde, la mamá los cuelga de las orejas, ya oyeron…
–Cuando menos ya se divirtieron todo el día, chamacos latosos. Llegando a la casa preparan sus cosas para la escuela y le dan de comer al perro. Y se duermen ya o mañana no querrán levantarse.