Nunca me ha interesado fotografiar cosas negativas, prefiero lo alegre: Bob Schalkwijk

El neerlandés recibirá el próximo viernes 28 de abril un homenaje en el contexto de la XII edición del FINI por sus 65 años de trayectoria
Bob Schalkwijk
Schalkwijk durante la inauguración de sus exposiciones Travesías: un holandés en Hidalgo y Tarahumara en Pachuca, Hidalgo. Foto: Juan Carlos Aguilar

El fotógrafo neerlandés Bob Schalkwijk, quien el próximo 6 de mayo cumplirá 90 años, es de pocas palabras. Si hay suerte, regala una pequeña frase como respuesta. Prefiere escuchar y mirar a los ojos a quien le pregunta tal o cual cosa, aunque, eso sí, no duda en interrumpir la charla si desea tomar una fotografía.

Siempre con su cámara Nikon al hombro, queda claro que Schalkwijk (Rotterdam, 1933) no es de palabras, sino de imágenes. Durante 65 años ha visto el mundo a través de un lente y sigue imparable. Su cuerpo fotográfico está conformado por cerca de 600 mil fotografías más las que se sumen esta semana.

Este archivo, realizado en blanco y negro y color, es una valiosa pieza para el enorme rompecabezas que conforma la fotografía mexicana. Por esta razón, será reconocido el próximo viernes, 28 de abril, en Pachuca, Hidalgo, en el marco de la XII edición del Festival Internacional de la Imagen (FINI) que organiza la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

Se trata de un regreso al estado donde inició todo, ya que fue en Hidalgo, exactamente en el Valle del Mezquital, donde selló de una vez y para siempre su amor por la fotografía.

“Chiapas lo conozco mucho: tengo 18 horas de vuelo en helicóptero y vi una cantidad de cosas realmente increíbles. En ese mismo tiempo caminando no ves nada. Tamaulipas lo conozco poco”

Un fotógrafo obsesivo

Su mirada no discrimina. Lo mismo se ha interesado por paisajes y personas, que por ciudades y edificios; también por avenidas, mercados, parques, murales, monumentos, arte, juguetes, desfiles… Absolutamente todo ha pasado por esos ojos obsesivos que nunca han dejado de sorprenderse de lo cotidiano. Así lo ha hecho en los 45 países que ha visitado a lo largo de su vida y especialmente en México, donde vive desde 1958 y al cual llegó proveniente de Canadá manejando su Vochito gris.

A los 14 años tuvo su primer acercamiento con la fotografía, cuando su padre le regaló su primera cámara. A los 16 vendió entre sus amigos su primer retrato, uno que le realizó al jazzista Louis Armstrong durante un concierto en Ámsterdam. Sin embargo, fue aquí en México donde se convirtió en fotógrafo profesional. A partir de entonces viajó por todo el país -conoce sus 32 estados-, y desde entonces lo hizo suyo. No por nada es conocido como “el holandés más mexicano que existe”.

En el contexto de este homenaje, Schalkwijk -quien en 2019 recibió la Medalla al Mérito Fotográfico que otorga el Instituto Nacional de Antropología e Historia- presenta dos exposiciones en la Galería del Centro Cultural Universitario La Garza: Travesías: un holandés en Hidalgo y Tarahumara, dos de sus proyectos más destacados. Además, el pasado lunes, 24 de abril, dio la conferencia Observar, en la que por casi dos horas compartió con el público algunas de las imágenes que ha tomado a lo largo de su vida.

Una fotografía que Schalkwijk tomó en la huasteca hidalguense en 1966.
Una fotografía que Schalkwijk tomó en la huasteca hidalguense en 1966.

En 1965 publicó el libro Mexico City (Paul Hamlyn, Spring Books), el primero de una larga lista de libros, hasta ahora más de 100, y numerosos catálogos de exposiciones. En 1975 editó de forma independiente ¿Podrías vivir como un tarahumara? del que fue coautor junto con su esposa Nina Lincoln y Don Burgess.

Actualmente su obra ha sido adquirida por el Museo Amparo, el Centro de la Imagen y numerosas colecciones privadas.

“Mi cámara es mi novia”

— Bob, ¿cómo recibe este reconocimiento, precisamente aquí en Hidalgo?

— Se siente fantástico, estoy muy agradecido. Me fascina que hablan de mis trabajos en La Tarahumara y en Hidalgo, pero México tiene más estados y de los demás no hablan nada.

— ¿Conoce los 32 estados del país?

— Sí, todos. Algunos más y otros menos. Chiapas lo conozco mucho: tengo 18 horas de vuelo en helicóptero y vi una cantidad de cosas realmente increíbles. En ese mismo tiempo caminando no ves nada. Tamaulipas lo conozco poco.

— Cuando llegó por primera vez a Ciudad de México, se encontró con un país totalmente diferente a todo lo que había visto antes. ¿Cómo fue ese primer encuentro?

— Todo lo que vi fue muy especial, me encantó. México y Holanda son dos países totalmente diferentes. Holanda es plano, hay mucha agua por todos lados, y unas carreteras absolutamente fabulosas; allá los baches no existen. En un viaje que hice de un mes encontré un bache, ¡uno! Y donde yo vivo, en una callecita en Coyoacán, hay como 15. Los holandeses no permiten eso: allá dicen: “Hay que arreglar eso”.

— ¿Regresa con frecuencia a Holanda?

— He ido varias veces porque estoy haciendo un ejercicio de reconocimiento. El país es muy distinto al que conocí cuando era niño. Eso pasa en todos los países. A los 45 que he visitado tendría que ir otra vez porque han cambiado mucho.

— Algo que me llama mucho la atención de sus fotografías es que sus retratados siempre lucen alegres y con mucha dignidad.

— Hay dos maneras de obtener una fotografía interesante: muchos buscan lo feo y triste, pero yo no estoy de acuerdo con eso. Prefiero lo positivo y alegre. Nunca en mi vida he tomado una fotografía de una cosa negativa. He visto que algunos fotógrafos ponen la cámara en la cara de un niño y éste llora. ¡Desde luego, quién no va a llorar! No hay que hacer eso. Se puede hacer un contacto simpático, bueno, con un niño, y luego sacar la cámara y comenzar a fotografiar.

El rótulo de Día de Muertos de una panadería en Ciudad de México, bajo la mirada del fotógrafo neerlandés
El rótulo de Día de Muertos de una panadería en Ciudad de México, bajo la mirada del fotógrafo neerlandés.

— Muestra la humanidad de la gente…

— La de ellos y la mía también. Es un intercambio el que hacemos.

— ¿Cómo sabe cuándo ha logrado tomar una buena fotografía?

— Dos o tres veces en toda mi carrera he sentido algo semejante a un orgasmo cuando sé que tomé una buena foto. Aunque luego hay decepciones en el cuarto oscuro, a veces pasa. Por cierto, ya rehabilité mi cuarto oscuro y voy a hacer copias otra vez.

“Muchas de las fotografías que he visto ahora, no recordaba que las había tomado. Las veo y es como un renacimiento”

— Actualmente ¿qué es lo que más le interesa fotografiar?

— Lo que más me interesa son las personas, las personas, las personas. Y que nunca sean fotos posadas, eso nunca me ha gustado.

— Nunca para de fotografiar, es incansable…

— Era, era… Sucede que a mi cámara la llamo “mi novia”, y yo siempre quiero pasear con mi novia. La mejor fotografía es la que apenas se tomará, por eso hay que estar siempre listo. Me interesa la vida y cómo vive la gente.

— Ahora que se dedica a digitalizar su archivo, se ha reencontrado con el pasado. La fotografía es memoria.

— Muchas de las fotografías que he visto ahora, no recordaba que las había tomado. Las veo y es como un renacimiento, eso ha sido muy padre. Me ayuda a regresar a la fecha en que las tomé y eso es fantástico.

— ¿Es un hombre feliz?

— Sí, soy un hombre feliz, no siento la edad…

De pronto Bob Schalkwijk levanta su cámara para tomar un retrato; luego otro y otro. La charla ha terminado…

 

 

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