Pablo d’Ors (Madrid, 1963), narrador y sacerdote antes que intelectual, asegura que no escribe para evangelizar, pese a que su Biografía de la luz, novedad editorial publicada por Galaxia de Gutenberg, es una visión del Evangelio, obra que “admite diferentes niveles de lectura y comprensión”. Es más, dice tener dentro, además, un ateo, un agnóstico, un pagano, un cristiano y un budista.
De visita en México por su participación en el Hay Festival de Querétaro, el autor dice en entrevista con Fusilerías que no elude ver la Biblia como una obra literaria, es más, la percibe como uno de los grandes textos clásicos, que lo son precisamente porque para cada generación admiten una lectura apropiada a su contexto y su realidad concreta.
Autor de ocho novelas, un libro de relatos y tres de ensayos, con estudios en Alemania e Italia, cuenta el “sinuoso y largo” tránsito desde su anterior éxito, Biografía del silencio, a su ensayo actual, Biografía de la luz, y no le saca la vuelta a opinar sobre otros autores que hicieron una lectura diferente de los documentos religiosos, como José Saramago con El Evangelio según Jesucristo y Caín, un escritor al que admira, pero cuya prosa le resulta “con demasiado artificio”.
—Usted ha dado antes un papel especial al silencio, por su interés en la meditación, y hoy acude a la luz, un elemento tan imperativo en estos días aciagos. Cuéntenos sobre esa elección.
—Esta Biografía de la luz debe leerse como la otra cara de la Biografía del silencio. Empecé hace unos 15 o 16 años a practicar la meditación en silencio y todos los días con rigor, con mucha disciplina, mañana y tarde, y eso me llevó después de unos años de práctica a escribir Biografía de silencio, donde cuento mi experiencia, y 10 años después publico Biografía de la luz, en la que cuento cómo ese itinerario del silencio a la luz no es un camino recto, sino que es largo y sinuoso, con dificultades, que se atraviesa en oscuridades y he necesitado por eso el que es seguramente el texto fundamental de la cultura occidental, que se llama Evangelio, donde he encontrado un mapa de mi propia conciencia, es decir, una manera de leer lo que me pasa por dentro.
—Enfrentados como estamos a un mundo de vértigo, de tecnología, de amenazas a la humanidad y al planeta mismo, ¿cómo encaja ahí la posibilidad de acogernos a la meditación, a la reflexión y a la espiritualidad?
—Precisamente porque estamos en un mundo muy vertiginoso se hace más necesario que nunca volver a casa, no estar permanentemente saliendo. Eso es lo que simboliza internet, la conexión con el exterior, y por eso hoy la profecía auténtica es la conexión con uno mismo. Esto asusta porque entrar en uno mismo es tanto como dar el primer paso para conocerse, y realmente lo que nos asusta del silencio, de la quietud, somos nosotros mismos; sin embargo, el regalo de quien hace esa aventura es la luz, es decir, la iluminación, ver las cosas con más claridad. De hecho, decía Karl Rahner (teólogo alemán) que “el siglo XXI será místico o no será”. Mis libros quieren ser una literatura de la luz y mi propuesta vital quiere ser una propuesta espiritual.
—Usted ha acudido a una relectura del Evangelio para exponer sus puntos y comienza con un tema espinoso y provocador, como el dilema de José frente al embarazo de María.
—Sí, creo que los grandes textos, no quiero decir que el mío lo sea, ojalá, necesariamente tienen que ser provocadores. Recuerdo que Kafka decía que un buen libro es un puñetazo en la cara del lector. No es que yo tenga la provocación como bandera ni mucho menos, no me gusta molestar, pero es cierto que hay gente a la que le pueden incomodar mis textos. ¿Por qué? Porque frente a la lectura mística, más o menos infantil, o a la lectura histórico-crítica, más o menos técnica o científica, y la lectura teológica, que es la propia de los cristianos, los creyentes, yo propongo una lectura diferente y bastante novedosa, lo digo con toda la modestia, pero también con toda rotundidad, porque hago una lectura no confesional, sino cultural del texto sagrado, convencido de que allí hay sabiduría para todos, con independencia de su confesionalidad. Por ejemplo, este dilema de José, ¿qué interés tiene para nosotros? Pues que nosotros mismos tenemos que afrontar entre lo que nos dice nuestra conciencia y lo que está socialmente bien visto. El peso del qué dirán es mucho más grande del que imaginamos, de hecho, abunda mucho más el gregarismo que la auténtica personalidad. Entonces ver cómo reaccionó José nos puede ayudar a ver cómo podemos trabajar con nuestros propios dilemas interiores.
—Y cuando digo “provocador”, no me refiero, por ejemplo, al uso que hacen otros autores de los propios textos cristianos, como José Saramago. ¿Qué opina de las novelas El Evangelio según Jesucristo y Caín?
—Creí que me iba a decir Ensayo sobre la ceguera, que también tiene relación con Biografía de la luz, es extraordinario, y El Evangelio según Jesucristo fue uno de mis libros de cabecera durante mucho tiempo, tuve mucha admiración por Saramago. Hoy ya no me gusta tanto, le veo demasiado el artificio, y a mí me gusta una literatura más sencilla, para mí la claridad es como el lema, pero, vamos, Saramago es un grande, faltaría más, la suya es una lectura pero de la figura de Jesucristo, en cambio, en la mía, en realidad, Jesucristo es una excusa, es un tema de fondo, porque la Biografía de la luz no es una biografía de Jesús de Nazaret, sino del Cristo interior, Cristo como arquetipo del yo profundo, de nosotros en cuanto seres de luz, esta es la cuestión.
—No sé si el tema de la fe en Occidente sea el central en la literatura, pero sí sé que distintos autores, como usted y Saramago, lo han abordado de diversas formas. Ahí están François Mauriac con Vida de Jesús, Friedrich Nietzsche con El Anticristo, Bertrand Russell con Por qué no soy cristiano y sobre todo su paisano J. J. Benítez y su saga de mil libros titulada Caballo de Troya.
—La figura de Jesús de Nazaret es fundamental en la historia de la cultura universal, quizá la más importante, creo que los escritores que tenemos un interés espiritual, antes o después nos las tenemos que ver con él. En realidad nunca había pensado que escribiría un libro a partir de los Evangelios, yo soy el primer sorprendido, y debo decir que lo que cuento en Biografía de la luz nunca lo había pensado hasta hace cinco o seis años. He visto que esos textos funcionan, o sea, que la gente encontraba en ellos alimento, a mí me interesa la literatura y la escritura no para amueblar la cabeza, sino para alimentar el alma, y en ese sentido no me defino como un intelectual, sino como un escritor y un pastor, es una combinación misteriosa, aunque ha habido muchos escritores que han sido clérigos, no soy el primero ni mucho menos, pero sí sé que esta síntesis que estoy viviendo no es una lucha vocacional, de si puede más el arquetipo sacerdotal o el literario. Creo que sacerdocio y escritura o literatura, es tanto como decir poética y mística, silencio y palabra, y de alguna manera la una se reclama a la otra de una manera natural.
—El escritor no deja de ser escritor, aunque sea sacerdote…
—Ha sido una combinación misteriosa, porque yo no escribo para evangelizar, mi vocación literaria es más antigua que la religiosa. Yo quería ser escritor desde los 13 o 14 años; en cambio, no pensé en ser sacerdote hasta los 19 o 20, y creo que no se escribe para predicar. Ahora bien, si tienes luz, es decir, fuerza interior, espíritu, como quieras llamarlo, y escribes, no puedes por menos que transmitir algo de todo esto, es decir, ese es el poder de lo que intento hacer, que no es ideológico, no tengo una idea y la escribo, sino que escribo y me encuentro con las ideas, intento transmitir mi propia experiencia en la medida en que esa experiencia es cristiana o espiritual, pues algo de eso se transmitirá, y si no lo es tanto, pues no.
—Sus libros tienen que ver con su experiencia…
—En cuanto escritor, soy más un narrador que ensayista, aunque los libros que están teniendo más acogida son los ensayos, pero eso pasa muchas veces, porque tú quieres ser algo, pero el mundo quiere que seas otra cosa. Mis ensayos no dejan de tener un tono narrativo, por ejemplo, Biografía del silencio no es una reflexión sobre el silencio, sino que es el relato de mi propia experiencia, de mis propias conclusiones.
—Usted habla de los muchos Herodes de este mundo y de una exitosa conjura mundial contra el tesoro interior de cada persona. ¿Quiénes son esos Herodes y cuál esa conjura para no quedarnos solo en la metáfora?
—Lo que hago es mostrar que más allá de los acontecimientos externos que el Evangelio pueda relatar está contando sucesos internos, que tenemos dentro un rey Herodes, un tirano, un dictador, que oprime y ha matado o maltratado a muchos niños inocentes que también tenemos dentro; es decir, cuántos paisajes de inocencia hemos devastado a lo largo de nuestra vida, cuántas posibilidades de futuro hemos abortado. La sociedad contemporánea, particularmente el mundo de la cultura, se caracteriza por el nihilismo, por un cierto escepticismo, y eso muestra que no han matado nuestra inocencia primordial. Mi aspiración como escritor es llegar a una lúcida ingenuidad o una segunda inocencia, porque no es la inocencia de quien no ha vivido, sino la inocencia de quien a pesar de que ha vivido cosas duras, oscuras y difíciles, tiene las puertas abiertas y el corazón preparado para lo que la vida le pueda ofrecer.
—¿Pero esa conjura podría ser el momento en el que había un bloque soviético, por ejemplo, o a qué se refiere? Si les podemos poner nombres, ¿habla de Pedro Sánchez, Santiago Abascal o de quiénes?
—Ayer leía una entrevista que en su día le hizo Philip Roth, escritor norteamericano, a Ivan Klíma, un narrador checo que a mí me entusiasma y autor de una novela que se llama Amor y basura. Hablaban sobre escritura y política y Klíma decía que un escritor de verdad no tiene por qué hablar necesariamente de cuestiones políticas; si quiere hablar puede hacerlo, por supuesto, pero decía que en la medida en que un escritor habla de sí mismo, eso se convierte en una metáfora social y, por tanto, política, como Kafka cuando escribe El proceso. La gente piensa que es una parábola de la sociedad, pero en el fondo estaba hablando de sí mismo, de algo profundamente personal. Así que no te voy a dar nombres…
—Entendiendo que justamente usted hace un análisis de los Evangelios a la luz de nuestro tiempo y su experiencia personal, ¿cómo puede atenderse una enseñanza con data de veinte siglos para acometer los desafíos en curso? En estos días se critica a gobiernos como el de Venezuela por querer gobernar en el siglo XXI con ideas del siglo XIX, las de Bolívar.
—Los grandes textos, los clásicos, son clásicos porque para cada generación admiten una lectura apropiada, para su contexto y para la realidad concreta en la que están. El Evangelio es un clásico y por tanto admite diferentes niveles de lectura y comprensión. ¿Cómo hacer para leer estas parábolas de estos textos en el mundo de hoy? Pongo el ejemplo de la semilla y el terreno: tú puedes tener una semilla extraordinaria, pero si el terreno está pedregoso, lleno de zarzas, la semilla no podrá prosperar. Lo que estoy contando en Biografía de la luz es que tenemos semillas extraordinarias, en este caso, el Evangelio, pero que difícilmente van a prosperar si nuestro terreno, nuestro interior, está devastado. Es una indicación a cuidarnos por dentro.
—¿Nunca ha visto la Biblia sólo como la primera gran obra literaria escrita en lengua no culta, es decir, no en latín ni en griego, sino en varias otras, antes de verla como una guía espiritual y de conducta para la salvación?
—La Biblia es literatura, de eso no cabe la menor duda, ahí hay poesía, hay historia, hay épica, hay de todo. Igual que no puedo apartar mi mirada de escritor o mi sensibilidad artística, también me cuesta apartar, hacer paréntesis de mi mirada de fe. No es que abra la sagrada escritura con una reverencia tan especial que lo haga completamente diferente a cualquier otro libro, tiene sus diferencias, pero también sus afinidades. La Biblia es literatura y yo también la puedo disfrutar como tal, ciertamente es un salto cultural, porque han pasado muchos siglos, milenios, y por tanto no es un texto de fácil acceso, pero admite ser leída fácilmente.
—Como los libros sagrados de la India, por ejemplo…
—Sí, claro, por supuesto.
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Gracias por acompañarme el día 26 a la firma de mi último libro . Biografía de la luz . Os espero con ilusión #FeriadelLibrodeMadrid @G_Gutenberg pic.twitter.com/HfNppShUAY
— Pablo d’ Ors equipo (@pablo_dors) September 15, 2021