La imagen que otros tienen de una persona no incide en quien es. Su esencia es incólume aunque genere opiniones encontradas sobre sí.
Ahora, cuando mayor superficialidad y banalidad impera en una sociedad, agiganta los yerros al juzgar y discernir carácter, logros y faltas de los otros, porque aparecen bajo un crisol de prejuicios, sesgos e imposición de paradigmas que no respetan la unicidad, sino el sentido utilitario de determinados grupos.
En el juicio colectivo, entonces se imponen características, no se responde a las profundas contradicciones que cada persona posee. Se desestiman sus raíces, credos, costumbres y filosofía. Se trata de cada ser “encaje” en un tablero funcional, acotado y simple.
Entonces aparece un error común: imitar, limitar rasgos únicos en aras de adaptarse a aquello que consideran aceptado. El sentido aspiracional de los otros es la capa o vestimenta con la que tratamos de aparecer en el mundo, aun con el riesgo latente de invisibilizar la propia esencia y lo que realmente somos.
“Seguir la corriente” es el camino más corto a la estandarización, a sumirse en una zona de opacidad e indiferenciación. ¿Hay otro camino en el que cada uno pueda ser fiel a sí mismo? Sí. El autoconocimiento.
El primer paso en la construcción de una marca con el nombre propio es develar, primero para sí y luego para los demás, quiénes somos. Esto implica un profundo trabajo de introspección acerca de los valores que abrazamos, nuestras capacidades y experiencias. Rebasa el recuento de la educación formal, desentraña las verdaderas pasiones y una vocación que puede no tener nombre.
A partir de ahí se gestan los verdaderos mercados, públicos objetivos que responderán a un abanico de habilidades y conocimientos únicos. Incluso catapultarán el sector económico en el que cada uno se desenvuelve. Esa ruta a la unicidad crea oportunidades para cada uno. No es imitar, copiar o tratar de tener “lo del vecino de enfrente”. Es abrir infinitas posibilidades con lo que ya somos.
Ahora, en un mundo plagado de juicios superficiales y anodinos, la credibilidad y autenticidad se vuelven más valiosos. Ambas características no pueden emerger de ser “copias” o asumir como propias las características que otros marcaron como deseables. Se vuelve esencial entonces la introspección.
Tener la capacidad de escuchar la propia voz y encontrar los motivos, razones y características de lo que somos, de nuestras capacidades y de lo que queremos hacer y para qué, es esencial para reafirmar la propia marca.
Partamos de realidades para la construcción del branding personal, descubramos los propios valores y capacidades para a partir de ellos generar ofertas únicas al mercado.
En el ámbito profesional la educación formal conforma una parte sustancial de nuestro valor de mercado, la otra parte es la experiencia, pero “la cereza del pastel” es la autenticidad. Nuestra esencia pura, sin “adaptaciones”, es lo que establece las marcas mejor evaluadas.
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— Fusilerías (@fusilerias) April 3, 2025