Paris. ¡Ay!, cómo lloraba la tenista bielorrusa Aryna Sabalenka, número uno del mundo, tras su amarga derrota (6-7, 6-2, 6-4) en la final del torneo Roland Garros ante Coco Gauff, la estadunidense de Florida, número dos en el escalafón.
Se rompió Aryna tras recibir su charolita de subcampeona, tan poca cosa para ella a estas alturas de su brillante carrera. La imbatible gigantona no lograba articular palabra, la voz ahogada por las lágrimas.
Todos en el estadio “Philippe Chatrier” sufríamos un poquito con ella, ¡pobre Aryna!, como debe estar sintiéndose, un partido que parecía tener en la bolsa desde el primer set. Cuando por fin logró sobreponerse, fue para aceptar lo que ya sabíamos: jugó terriblemente mal, “such terrible tennis”, así dijo.
También jugó mal Coco, ambas jugadoras cometiendo a lo largo de las tres horas del partido errores infantiles, dignos de un “tennis camp”. Cantidad de pelotas que terminaban en la red, sobre todo del lado de Sabalenka, a quien le contaron 70 de estos “errores no forzados”. Se rompieron el saque mutuamente, hasta ocho veces. Cometieron seis dobles faltas por cabeza.
Pero en suma, y a pesar de la estadística, fue un partido, si bien irregular y un tanto desordenado, también entretenido, un ejercicio en contrastes de estilo y personalidad; de idas, vueltas y altibajos, con algunos puntos formidables, pero que desmereció como final de Gran Slam.
Ganó la menos mala, y eso es lo que más le dolía a Aryna: no la había superado Coco, ella misma se había derrotado, nuevamente su juego mental la traicionaba, la copa “Suzanne Lenglen” escapaba de sus manos, se le niega a su ya abultado “palmarès”
Por eso lloraba Aryna y de seguro que más de uno recordaba otros icónicos ataques de llanto en premiaciones de finales de “grand slams”, como el de la checa Jana Novotna, en los brazos de la duquesa de Kent, tras perder la final de Wimbledon de 1993, que ya tenía en la bolsa (4-0 en el tercer set) ante Steffi Graff.
O el llanto de Roger Federer tras caer en Australia en 2009 ante Rafa Nadal, en una final histórica de cinco sets y casi cinco horas de juego. “God, this is killing me” (“Esto me está matando”), fue lo que acertó a pronunciar el gran Roger, con el rostro bañado en lágrimas, sabedor ahí mismo que su reino unipersonal tocaba a su fin.
Así lloró también Sabalenka, otra imagen que se quedará grabada. Saltó a la arcilla como amplia favorita y de principio parecía que cumpliría su destino manifiesto: en el primer set se fue adelante 4-1 y con el saque a su favor; tal parecía que asistiríamos a otra obra de demolición a las que Aryna, “la terminator”, es tan afecta, pero a partir de ese punto, las cosas le empezaron a ir de mal en peor.
Coco vino de atrás, con serenidad y paciencia; tuvo respuesta para la artillería pesada de Aryna, jugadora unidimensional y temperamental, cuyo mayor, por no decir único, atributo es el golpe de derecha con fuerza sobrenatural. Pero fuera de esa zona de confort, Aryna empieza a fallar, a desmoronarse mentalmente, la máquina de destrucción se desvíela.
Coco simplemente dedicó a aplicar la primera regla del tenis: solo pasa la pelota por arriba de la red, deja que el otro cometa los errores. Y así fue… Sicológicamente, Coco venía mejor afinada, tras derrotar en la semifinal, a la sorpresiva francesa Boisson, con el estadio como una olla de presión en su contra.
Roland Garros: un partido desordenado, pero entretenido
Sabalenka ganó el primer set, tras una peleada “muerte súbita” que nadie esperaba, luego del 4-1 inicial a su favor. Para el segundo set, Coco ya sabía por dónde iba a ganar la partida. ¿Quién dijo “imbatible”?
Desplegó la estrategia, dejó ganar a la gritona Aryna, y los siguientes dos sets fueron para ella, ante una Sabalenka que se extravió en gesticulaciones y reclamos hasta a Dios padre, un lenguaje corporal que denotaba desesperación; mientras ella, Coco Gauff, era toda seriedad y concentración, una esfinge.
La observaba por los binoculares en los cambios fe cancha, sentada inmóvil, en lo que parecía una meditación zen, impresionante. Si alguien dudaba que el tenis es, antes que nada, un juego mental, aquí, en esta caótica final, estaba una inmejorable prueba de ello.
Time to celebrate 🥳🏆@CocoGauff | #RolandGarros pic.twitter.com/GudfYYZZFt
— Roland-Garros (@rolandgarros) June 8, 2025