Estuve de paseo por mi plaza de grillas favorita, Twitter, y me encontré con una carta que publicó el escritor peruano Santiago Roncagliolo. Cada palabra, la forma en que escribe, lo retrata: es una persona agradable, carismática, siempre un caballero, sonríe mucho y tiene el descaro de ser un gran narrador y guionista. La carta está dirigida a Carlos Slim y tiene como objetivo pedir amablemente al reconocido empresario que permita la entrada de su novela Y líbranos del mal, donde se habla de abuso sexual al interior de la Iglesia católica, a la cadena de tiendas que se ostenta como la más grande librería de México (sin ser una librería), o sea, Sanborns.
También te puede interesar: Smithsoniano elogia a las 24 escritoras más influyentes de EU
Lo primero que pensé es que se trataba de ingenuidad. Un extranjero podría no saber que las tiendas del tecolote son de conveniencia, donde lo mismo encuentran una pasta dentífrica que una pantalla plana de cincuenta pulgadas o una edición barata con el máximo precio posible de Arráncame la vida. Después recordé que Roncagliolo ha pasado suficiente tiempo en México como para saber eso y tal vez solo quiere atender las quejas de sus lectores mexicanos, aquellos que no pueden comprar libros si no es en las tiendas del conflicto. En la petición, Roncagliolo menciona que su editorial le informó acerca de la política de la cadena de tiendas del tecolote, que cualquier libro que hable de abusos sexuales es rechazado para su exhibición y venta. Faltó que le dijeran que “tampoco los libros cuyo título incluye palabras altisonantes, cuya portada muestre desnudos o refleje violencia extrema”.
En fin, su censura es peor que la barra de telenovelas de Televisa, donde todas las heroínas se entregan a la pasión únicamente por amor y se embarazan a la primera. Lo que sí peca de ingenuo en esta carta es que el admirado Roncagliolo apele a la amistad de Carlos Slim con importantes escritores para recordarle que la literatura no se hizo para agradar. ¿De cuándo acá tener ese tipo de amigos te convierte en una persona culta o que pueda tomar mejores decisiones respecto a la cultura de este país? Nuestro Presidente también goza de amistades de dicho calibre y ya se ve cómo están las aguas en cultura de nuestros rumbos.
Como al final llegué a la conclusión de que Roncagliolo no es ingenuo y también sabe que cada quien decide el tipo de mercancía que quiere vender en su local, se me ocurre que trató de conseguir más atención acerca de un tema bien importante y digno de cualquier espacio donde se vendan libros a través de la presión de las redes sociales. No lo juzgo, es tan libre de utilizar esa estrategia como el señor Slim de vender libros de autoayuda y biografías de políticos. Está en su derecho, aunque ocasionalmente un vendedor ingenioso sea capaz de colocar ahí Seda, de Alessandro Baricco, engañándolos con que en el libro no hay sexo sino historia de textiles en el Medio Oriente y hasta los alecciona para que le puedan vender a las señoras copetudas de camioneta esta historia.
Pienso que debería conversar con los vendedores de su editorial para que los entusiasme aún más con su novela a tal grado que ellos sean capaces de engatusar al gerente de compras más mocho de cualquier librería o farmacia con libros del mundo. Los vendedores de las editoriales son la pieza fundamental en el engranaje de la distribución de los libros y se las arreglan no solo para librar los obstáculos que les ponen los gerentes de compras, sino también los vendedores de la competencia que, por cierto, los reyes de los escaparates de dicha cadena de (no) librerías son precisamente los de la antigua editorial de Roncagliolo. Alfaguara tiene un espacio de promoción privilegiado y si bien los libros de Planeta figuran, no es el caso de los títulos de Seix Barral, donde se publica Y líbranos del mal.
Lanzo esta idea aunque parezca tan gazmoña como la política de Sanborns porque lo cierto es que no habrá carta viralizada que logre convencer a un empresario mexicano de otorgar un poco más de espacio en sus locales para que quepan más novedades editoriales, si esos centímetros le restan posibilidad de exhibición a los aparatos electrónicos u objetos de lujo que se venden siempre al precio máximo de venta al público. Para eso hay librerías gourmet donde los buenos libros, como los que Roncagliolo escribe, se exhiben con cariño, se venden, se aprecian y (hay que decirlo a los que no lo sepan) se envían a domicilio. Volvamos a las librerías y a las tertulias de café, pero que no sea del tecolote, por favor.
Todos los días hacemos burradas. Unas más grandes que otras. Lo que no hacemos diario y se los recomiendo, es fácil y es inmenso, es pedir perdón. Namasté, banda querida.
— Paola Tinoco (@paolatinoco) June 2, 2021