Socorro Venegas (SLP, 1972) forma parte de una notable generación de narradoras hispanoamericanas que enfrentaron en el pasado reciente todas las distorsiones imaginables en un mundo editorial dominado por hombres y, a pesar de eso, lograron remontar esas adversidades con “propuestas literarias arriesgadas y de gran calidad”.
En esa lista destacan Brenda Navarro y Fernanda Melchor, además de ella misma, en México; Samanta Schweblin, Ariana Harwicz y Mariana Enríquez, en Argentina; Sara Mesa, en España; Vanessa Londoño, en Colombia; María Fernanda Ampuero y Mónica Ojeda, de Ecuador, y Liliana Colanzi, de Bolivia, entre muchas otras.
“Vivimos en sociedades que le dan un valor menor al trabajo de las mujeres; ellas tienen que esforzarse más, tienen que demostrar más y muchas veces ganarán sueldos menores que los de los hombres”, dice en entrevista con Fusilerías.
Venegas regresó hace unos días de España, donde acumuló varias semanas de promoción de su más reciente libro, Ceniza roja, una historia de duelo por la muerte de su primer marido cuando ella tenía apenas 26 años.
El texto fue escrito a manera de diario por recomendación del psicoanalista que la acompañaba entonces en la pérdida. Nunca hubo intención de publicarlo; de hecho, una vez que concluyó la terapia, el manuscrito se perdió durante años y reapareció en una mudanza.
“Lo paradójico es que ella (la joven de 26 años) es la que vino a contarme quién era yo a través de este diario hoy revelado”, señala.
“Sus palabras me iluminan ese periodo que yo había enterrado, pero me ha conmovido profundamente que no haya dejado morir la ternura, el asombro, la curiosidad”.
Aunque la autora duda un poco del poder reparador que pueda tener la literatura en las personas que la ejercen, asegura que el arte tiene “mecanismos sutiles que nos dejan ver la belleza conmovedora en donde no parecía haberla” y eso siempre es un aliciente para el alma rota.
¿Cuál ha sido el mayor obstáculo que enfrentó la generación de escritoras a la que perteneces para publicar, ser reconocidas y bien remuneradas por su actividad literaria?
Vivimos en sociedades que le dan un valor menor al trabajo de las mujeres; ellas tienen que esforzarse más, tienen que demostrar más y muchas veces ganarán sueldos menores que los de los hombres. Hay prejuicios y machismo. En el terreno literario no ha sido distinto, aunque hoy estas escritoras están modificando poco a poco esto y lo están haciendo con su trabajo, con propuestas literarias arriesgadas y de gran calidad.
Creo que el antecedente inmediato de Ceniza roja es el poema “Algo sobre la muerte del mayor Sabines”, aunque el objeto amado es distinto (el marido y el padre). Son palabras poderosas que derriban cualquier defensa humana y quien lo lee solo quiere salir corriendo a buscar a la autora, abrazarla y llorar con ella. ¿Te ha pasado algo así?
Ha habido varios momentos en que lectores me han abrazado con sus palabras. No solo eso, han querido compartir conmigo sus historias, sus duelos. Me parece importante que cuestionemos esos mandatos sociales que confinan a los dolientes. Es importante hablar del dolor, compartirlo, hay un consuelo en eso. La mirada de un sobreviviente es hermosa.
En el libro detecto cuatro etapas del duelo, según dicta la psicología: negación, negociación, depresión y aceptación, pero no hay ira. Tampoco mencionas a Dios (o a algún dios) y eliges “ánima” en vez de “alma”. ¿Hay alguna explicación?
No pienso que un duelo sea algo «superable» ni que esas etapas ocurran o deban ocurrir como se prescribe. Se resiste. Cada experiencia es única y cada persona la atraviesa como puede. No hay un camino en línea recta. En Ceniza roja no hay una búsqueda de un más allá, pero hay intuiciones muy poderosas y sobre todo un homenaje al amor que perdura pese a todo.
Para nadie es un secreto el atraso en el fomento a la lectura, las artes y las ciencias en México. ¿En qué estamos fallando como sociedad? ¿Es un asunto dinero, de planificación, de idiosincrasia, de sistema educativo, de voluntad política?
Tal vez se trata de una combinación de los factores que mencionas. El Estado mexicano ha sido capaz de gestionar proyectos increíbles de fomento de la lectura, pero no son esfuerzos consistentes, no hemos aprendido a trascender los sexenios con políticas que se evalúen y se modifiquen –si es necesario–, pero no que desaparezcan y con ello todos los esfuerzos y caminos transitados. Se sigue privilegiando la disponibilidad de los libros con el acceso, y por eso no se da el peso a los mediadores de lectura, que son indispensables.
¿Qué le dirías hoy a esa Socorro Venegas de 26 años que vivió esa experiencia de pérdida?
Lo paradójico es que es ella la que vino a contarme quién era yo a través de este diario hoy revelado. Sus palabras me iluminan ese periodo que yo había enterrado, me ha conmovido profundamente que no haya dejado morir la ternura, el asombro, la curiosidad. El mundo siguió llamándola y ella no lo abandonó.
También te puede interesar:
Xavier Robles: “hay que asumir la obra personal con dignidad”
Gracias gracias gracias a quienes llegaron al club de lectura de la librería La Fatal a hablar de mi ‘Ceniza roja’, a pesar de los 43 grados en Lleida, ayer el lugar con la temperatura más alta en España. ¡Qué gozada la charla con Chari Rodríguez y mi editor!🔥 pic.twitter.com/t3jMtKgDBx
— Socorro Venegas (@SocorroVenegas) June 17, 2022