Ligia Urroz

«Si yo sólo quiero querer y que me quieran»

Una reseña de la novela ‘La cabeza de mi padre’, memoria tejida de emociones de la escritora Alma Delia Murillo

Hay cientos de maneras de buscar a nuestro padre. Para los que transitamos ese camino, Alma Delia Murillo nos dedica una novela. Y es que el libro de Alma es una casa, un cuerpo entero abriéndose en canal para mostrar su rabia y el inmenso amor por su sangre. Memoria tejida de emociones, un encuentro con ella misma, ella-hogar; la manera en la que se habita.

La cabeza de mi padre (Alfaguara, 2022) es un recorrido por la historia emocional de la autora, un metaverso o portal para entrar en unos ojos que miran con empatía y amor profundo, pero también sangre que hierve y dispara. A Alma no le tiembla la voz para hablar del inmenso problema de abuso y violación que se vive en una sociedad machista, exhibe a sus abusadores; ella es coro de otras mujeres que no tienen voz, una Diana Cazadora que manda la flecha directa al blanco porque alguna vez ella fue blanco y no lo va a permitir de nuevo: “Nosotras sabemos que hay un larguísimo tramo de nuestra vida que puede durar tres décadas (o más) donde cada día, en cada lugar, en cada espacio público, en muchos espacios privados, en cada intercambio profesional, laboral o social, habrá un hombre que te acose”.Alma delia murillo

También escribe sobre las maternidades, anhelos y renuncias. Pare un hijo-libro y se lo presenta a su propio padre, quien ahora es el abuelo de ese ser nacido de una placenta de ausencias y perdones.

Del amor suelta una verdad del tamaño de una montaña: “Pero es que sólo en el amor somos depredador y presa, sólo en el amor queremos matar y al mismo tiempo mostramos el cuello como lobos rendidos al alcance de un te amo que podría ser más letal que el disparo de un Remington de caza bien cargado”. Y va más allá del amor de pareja: “Cuando pienso en la gratitud que se expande y se reproduce a sí misma en forma de cuidados, se me ocurre que cuidar a otros en la espiral de la gratitud es, en realidad, el amor”.

Leerla provoca necesariamente leernos a nosotros mismos, una arena en la que conviven gozos y dolores. Como la “tacto-espejo” que soy, a pesar de haber tenido un padre presente que jamás nos abandonó (y que nos sacó de la guerra), me llevó a un exilio forzado, a un desarraigo. “Todos escribimos la novela para terminar el relato que nos contaron a medias los que nos dieron origen” y yo también escribí esa novela y busco a mi padre para preguntarle si él era consciente de lo que significaba ser amigo de un dictador.Alma delia murillo

Escribimos “para soltar el dolor del pasado” y en ese sentido también soy Alma; la de las búsquedas, quien perdió todo y se rehizo, la que calza un par de tenis y sale a correr por la calle. La que trabajó por décadas en el mundo corporativo para renunciar a él y ponerse a escribir, a la que corroe el pánico y la ansiedad. La de pensamientos catastróficos, pero que goza del vino y se pide otra botella mirando a los ojos de su partner sonriendo en complicidad. La de los chocolates, la de vivir en carne propia los dolores de los otros. La que baila y canta karaoke, quien habla por otras cuando sabe que ellas no pueden hacerlo.

Porque todas somos Alma y habitamos nuestros propios Comalas.

Gracias por escribirnos.Alma delia murillo

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