Tamara Trottner supo que quería contar su historia desde que tenía 16 años, cuando encontró una caja en casa de su abuela materna con recortes de periódicos en los que ella y su hermano eran protagonistas. ¿Qué había ahí? La base del relato, la columna vertebral de su novela Nadie nos vio partir (Alfaguara, 2020).
En ella se narra la historia de un padre que se lleva a sus dos hijos de viaje porque se siente despechado. Sabe que su esposa ya no lo ama y de alguna forma quiere vengarse. Separa a sus hijos de su madre mintiéndoles con que ella no quiere verlos. Viven un tiempo en París, otro en Israel y otro de aquí para allá. El mejor lugar siempre será lejos de mamá. Mientras, en México una madre adolorida mueve contactos, toma vuelos, llora, casi no duerme, grita, calla y platica con abogados. Hace de todo por recuperar a sus hijos. Este es el Viaje, como lo llama Tamara en las 210 páginas.
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En entrevista, Tamara está alegre, pero también confiesa que ese Viaje le dejó cicatrices que han sido la pluma de su novela. Dice que cuando uno escribe una autobiografía, solo nos podemos fiar de la memoria y ésta a veces falla porque recopila algunos hechos y olvida otros. Por ello, Serge Doubrovsky llamó a este género «autoficción».
En Nadie nos vio partir los personajes y los hechos son reales, pero finalmente está basada en la memoria de una Tamara de cinco años. Es posible que este libro lo haya iniciado una Tamara niña y lo haya concluido una Tamara adulta, la que logró escuchar y comprender la razón que tuvo su padre para emprender ese Viaje.
—Cuéntame, ¿qué pasó cuando recibiste el ejemplar de tu novela?
—Lo primero que hice fue dedicarlo a mi mamá. Fui a su casa y se lo di. Ambas lloramos muchísimo. Además, desde que entregué la historia a mis editoras, Fernanda Álvarez y Mayra González, sabía que no había vuelta atrás.
—Como escritora, ¿qué es lo que más te gustó del libro?
—Hubo muchas partes de las que me sentí muy orgullosa de haber escrito. Sentí que cuajaron los ingredientes y que se contó bien. Sin embargo, mi parte favorita es el final. No es un libro que echa culpas, es un libro que escucha. Es una autoficción, pero que explora la realidad de cada personaje. Esta novela duele y por eso es sanadora.
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Tamara dio sus sentimientos en la escritura. Revivió, rio y lloró frente al teclado. Se desnudó. Cuenta en entrevista que así se lo exigió Ramón Córdoba Alcaraz, editor de Alfaguara, al decirle: «Tamara, si no te desnudas, no mereces escribir. O te desnudas, o no eres escritora». Y lo consiguió. Nadie nos vio partir es un tête-à-tête sin ropa.
—Ya habías intentado escribir esta novela. ¿Qué fue lo más difícil del proceso?
—La parte más difícil es eliminar la autocensura. Como me dijo Ramón Córdoba, yo tenía que desnudarme antes de poder escribir. Además, me di cuenta de que en este suceso yo no me había perdonado a mí misma. En el libro cuento una anécdota sobre mi madre, cuando me visita en Israel y me lleva unos chocolates. Al escribir esa parte lloré muchísimo porque la herí. Nunca había llorado hasta ese momento ante el teclado.
El 15 de abril de 2020 Tamara se sintió en paz. Tenía en las manos el ejemplar de su novela. Ese día, la editorial se lo envió a su casa y empezó la venta a nivel nacional. Al ver la portada, ella supo que gracias a esas cicatrices, es quien es y está orgullosa de serlo.
Nadie nos vio partir se publicó en plena pandemia y rompió los planes de Tamara. Ella tenía pensado invitar a Guillermo Arriaga y a Ángeles Mastretta a la presentación del libro ante 300 personas. Fue imposible. El confinamiento se lo prohibió; pero hoy, en 2021 ella agradece que haya sido así. Gracias a la tecnología logró llegar a muchas más personas y ha participado en diversas charlas en línea con escritores de Colombia, España y México.
—¿Le cambiarías algo al libro?
—Honestamente, no lo he vuelto a leer. No quiero hacerlo porque sé que lo volvería a corregir.
—¿Satisfecha de haber escrito Nadie nos vio partir?
—Me siento en paz conmigo misma.
—¿Qué es lo que más disfrutas hacer?
—Disfruto muchas cosas, pero sin duda una de ellas es escribir. Cada tarde escribo. Mi forma natural de comunicación es la escritura. Cuando era chica y me peleaba con una amiga, le escribía una carta; si me peleaba con un novio, le escribía un poema. La escritura es lo más natural para mí.
Tamara Trottner estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Anáhuac, pero ella dice que esa carrera «no le alcanzó». Su inquietud estaba en otro lado: en la pluma y en el papel. Se casó, se volvió mamá y se reencontró al estudiar su maestría en Apreciación y Creación Literaria y después el doctorado en Investigación y Creación Literarias: área novela, ambas en Casa Lamm. Desde ahí no ha soltado la pluma, no ha dejado de teclear. Más bien, no puede dejar de hacerlo, porque para ella la escritura es catártica. Escribe para lograr todo: la paz con ella misma.
A pesar de ser una viajera apasionada, su apapacho está en casa con la familia. Disfruta a su esposo y a sus hijos y por supuesto que a su madre, una compañía valiosa en su vida. Todos los días hace yoga y medita, ama a su perro Renzo, ama abrir su mente y también ama leer a Dostoievski: adora los libros de Mastretta y de Arriaga. Por supuesto que no se olvida de Rosario Castellanos ni de Jorge Luis Borges y sabe que nunca olvidará las lecturas de Beatriz Rivas. De familia judía, cuenta que entre más cree en Dios, menos cree en la religión.
Tamara Trottner es una feminista que ama a los hombres y como mujer, apoya a todas esas voces que se manifiestan por la equidad de género: “como mujer, es a través de las letras que logro traducir el dolor”.
Cada día agradece por todo. Por haber tomado el taller de Beatriz Rivas y formar parte de esa «tribu» de escritores donde disfrutan uno de los mejores puntos de convergencia: las letras. También agradece por el Viaje, por haber hablado con su padre y así encontrar el mejor final para Nadie nos vio partir.
«Un buen negocio se cierra con palmadas en la espalda y guiños cómplices. Se alzan las copas de champagne.
Leo y Valeria bailan el vals, por ahí se cuela un beso tímido.
La torre y el rey se enrocan. El caballo se come al peón » -NADIE NOS VIO PARTIR–> https://t.co/7zrVs4IoU8 pic.twitter.com/YVw0DdzE3i— Alfaguara Editorial (@AlfaguaraMex) May 31, 2020