Monica Ramírez Cano

Tardes perfilando asesinos seriales

Una de las estrategias que más utilizo es hacer sentir al entrevistado que lleva la sesión, esto les permite descuidarse y contar cosas que de otra manera no harían

Nunca ha sido cosa menor. La información obtenida es complicada de digerir y de olvidar. Sin embargo, se sorprenderían de lo que también podemos aprender como entrevistadores de nosotros mismos en cada sesión. Parafraseando a Nietszche: “Cuando miras al abismo, éste también te mira a ti”. Y como lo mencioné en mi libro Las puertas del infierno: un paseo por los siniestros y oscuros rincones de la mente criminal (Porrúa, 2022): “Entrevistas de esta naturaleza son ‘[…] un juego de ajedrez mental sin piezas, una pelea de box sin contacto corporal, una competencia de resistencia donde cada una de las partes buscará identificar las debilidades e inseguridades del contrincante […]’ (Douglas y Olshaker, 2019), mientras que con escrutinio el entrevistador recorrerá de la mano del criminal su historia de vida y tratará de entender cómo acabó por convertirse en uno”.

A lo largo de los años en mi labor profesional, junto con muchas otras cosas, las estrategias utilizadas al momento de la entrevista se han perfeccionado, se han visto enriquecidas y se han convertido en recursos de suma importancia en cada sesión. Ser psicóloga me ha permitido hacer uso de herramientas propias de la especialidad para dicha tarea, poder identificar cuál estilo es el más adecuado de acuerdo con cada entrevistado, saber en qué momento profundizar, identificar el punto de inflexión para dar un giro inesperado, rescatar elementos del discurso que se mencionaron al inicio y más tarde se niegan, con afán de generar una confrontación simple derivada de la mentira, etcétera.

Es así como he terminado compilando relatos con un valor emocional incalculable que he utilizado para fines de investigación, cuya narrativa no corresponde a la de un interrogatorio ni a una compilación de datos para estructurar la historia de vida, es más bien la que compete a una charla con el entrevistado acerca de toda su vida, un relato flagrantemente biográfico, un discurso que genera contenido audiovisual en mi mente, lo que me permite analizarlo todo con escrutinio in situ para lograr el objetivo de cada perfil criminológico realizado.

De esta manera, una de las estrategias que más utilizo en los momentos convenientes es en la que necesito hacer sentir al entrevistado que él lleva la sesión y que además “sabe mucho” de mí. Esto les permite (sobre todo a quienes he diagnosticado con trastorno de personalidad narcisista) descuidarse y contar cosas que de otra manera no harían. Aquí un ejemplo claro, pues fue una sesión muy reveladora y es importante resaltar que si bien parece que emito ciertos juicios, nunca los juzgo, para eso está el sistema de justicia penal y esa es mi primera regla. Insisto, estas sesiones son como una charla, siempre aprendo algo de ellas, cada día y cada persona es un nuevo reto, no hay mejores ni peores o mayores y menores, son sólo retos diferentes que también adquieren un significado con alto valor para mí.Infierno

–Mónica, tienes una pareja, pero no tienes hijos… ¿estás enamorada?

–¿Tú hablándome de amor? Esto sí que es surreal…

–Bueno, al menos dame el crédito de conocerlo, aunque no lo sienta…

–¿El amor?… Sí que le conoces y sí que le has sentido… ¿Yo? Después de tanto lío, ese es un lujo que no puedo darme. Lección aprendida…

–¿Y no tienes hijos porque temes que la historia, el pasado, se repitan?

–Así es.

–¿Tan malo fue?

–¿El qué?

–No sé, el pasado, tus historias de amor…

–No, no es que hayan sido malas experiencias, es que ahora sé cómo pueden verse afectados los hijos por casi cualquier cosa. Mira tu caso, por ejemplo…

–Es una lástima…

–¿Tu caso o que yo no tenga hijos?

–Que no tengas hijos, serían hermosos e inteligentes… así como su madre.

–Pero no estamos aquí para hablar de mí, no te vayas por la tangente, que mira que sí que te pillo. ¿Sabes? Te vi, te vi con ese niño en tu casa, en tus brazos, jugando a la pelota con tu esposa. La diferencia en este caso es que tu hijo está vivo y a los que torturaste, de quienes abusaste y a los que mataste, parece que no tuvieran voz para contar las atrocidades de las que fueron objeto…

–¿Y temes que la voz que les podrías dar tú sea tan profundamente sonora que impacte tus células y acabes por imprimirles memoria y transmitirla en tus genes…? No te culpo… necesitas estar un poco loca y vivir con mucho enojo para estar frente a mí, necesitas ese enojo para convertirlo en la fuerza que te impulse a convencerme de contártelo todo.

–¿No quieres que se sepa la verdad? ¿Quieres que otros la contemos por ti? Qué cómodo, ¿no? Creo que al menos se lo debes a tu familia, a tu hijo… si estás tan orgulloso de lo que eres, por congruencia deberías, al menos, enseñarle a tu hijo a responsabilizarse de sus actos para cuando ya no estés…

–¿Sabes? Eres buena. Este país necesita más gente como tú. Lo dicho, de acuerdo, ¿dónde firmo?

Y así comenzamos con la historia de su vida. Su caso, como tantos, como todos con los que he trabajado, es un caso fuerte y doloroso, con la diferencia de que en éste el perpetrador no se arrepiente en lo más mínimo de sus acciones. Lo que resta es controlar su conducta, identificar los factores de riesgo que se mezclaron e identificar cómo se combinaron para que acabara convertido en un asesino pedófilo, en un criminal. Y trabajar de esta manera en prevención.

Ramírez Cano
Mónica Ramírez Cano. Foto: Jorge Menendez
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