Todo empezó con los “embajadores del jazz”

La tradición de “diplomacia musical” que despliegan artistas de EU por el mundo se remonta a los años 50 con figuras como Louis Armstrong, Duke Ellington y Sarah Vaughan
En los 1950, el Departamento de Estado llevó a grandes del jazz a tocar en países donde poca gente había visto sus conciertos.
Louis Armstrong y Duke Ellington, embajadores del jazz. Foto: Louis Armstrong House Museum.

Durante décadas, músicos estadunidenses han viajado por el mundo ofreciendo ritmos y solos en un intercambio cultural destinado a promover un mejor entendimiento entre los países.

Esta tradición de diplomacia musical se remonta a mediados de la década de 1950, cuando el Departamento de Estado de Estados Unidos invitó a grandes del jazz como Louis Armstrong, Duke Ellington, Dizzy Gillespie y Sarah Vaughan a tocar en países donde poca gente había visto conciertos protagonizados por músicos estadunidenses.

Estos “embajadores del jazz” viajaron a África, Europa, Oriente Medio, América del Sur y el sur de Asia, atrayendo a grandes multitudes. Visitaron escuelas y colaboraron con músicos locales. Muchos tocaban un estilo de música estridente y desenfadado que, según algunos, refleja el animado debate que suele aparecer en la sociedad estadunidense y refleja su democracia.

cuando el Departamento de Estado de Estados Unidos invitó a grandes del jazz como Louis Armstrong, Duke Ellington, Dizzy Gillespie y Sarah Vaughan a tocar en países donde poca gente había visto conciertos protagonizados por músicos estadunidenses
Sarah Vaughan, una de las fundadoras de la diplomacia musical. Foto: Especial.
Jazz: “sin miedo a improvisar”

“En el jazz no se tiene miedo a improvisar. En el jazz, hay que escuchar”, declaró a La Voz de América en 2009 Nicholas Cull, profesor de diplomacia pública en la Universidad del Sur de California. “Ambos son aspectos profundamente centrales del sistema político estadunidense. Y no se puede escuchar esta música sin experimentar esos principios y compartir esa libertad”.

O como dijo en la década de 1950 Willis Conover, presentador de “La hora de jazz” de la Voz de América durante 41 años: “La gente ama el jazz porque ama la libertad”. En 1955, el diario New York Times calificó ese género de “arma sónica secreta” de Estados Unidos en la guerra fría.

Con el cambio de los tiempos, la diplomacia musical estadunidense se amplió para reflejar los diversos géneros musicales de Estados Unidos:

El programa American Music Abroad (música estadunidense en el extranjero, en inglés) del Departamento de Estado envía cada año a 30 países una nueva generación de embajadores musicales que tocan géneros que van del rocanrol al country y del hip-hop al góspel. Los intérpretes y educadores de American Music… han visitado más de 110 países en seis continentes.

Next Level, una celebración del hip-hop, envía a artistas y educadores de danza, música y arte al extranjero para fomentar el entendimiento con las comunidades jóvenes y desfavorecidas.

cuando el Departamento de Estado de Estados Unidos invitó a grandes del jazz como Louis Armstrong, Duke Ellington, Dizzy Gillespie y Sarah Vaughan a tocar en países donde poca gente había visto conciertos protagonizados por músicos estadunidenses
Participantes en el programa One Beat. Foto: Alexia Webster/One Beat.

El programa de intercambio One Beat reúne a músicos de todo el mundo que transgreden géneros para hacer música y desarrollan estrategias para abordar desafíos comunes. En 2022, músicos de Estados Unidos y del norte de África se reunieron en Argelia para grabar, interpretar y examinar tradiciones de la diáspora negra que dan forma a sus sociedades. A través de One Beat, más de 500 artistas de 68 países han viajado a 49 ciudades de 13 países, incluido Estados Unidos.

En 2022, el presidente Biden promulgó la bipartidista Ley de promoción de la paz, la educación y el intercambio cultural a través de la diplomacia musical, que aboga por que las asociaciones incluyan al sector privado y por el reconocimiento de los músicos que han contribuido a la paz.

El secretario de Estado, Antony Blinken, entusiasta de la música y guitarrista aficionado, afirma que el trabajo de los músicos estadunidenses “consigue que la gente vea la humanidad en los demás, construya un sentido de propósito común, cambie la mentalidad de quienes nos malinterpretan y cuente la historia de Estados Unidos de una manera que ninguna política o discurso podría jamás”.

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