Tinder y “el amor en tiempos del internet” volvieron a estar en la boca de todos recientemente con el documental lanzado por Netflix: El estafador de Tinder. Si bien a estas alturas de la vida no es necesario explicar que Tinder es una plataforma donde la gente hace “match” para “emparejarse”, parece que no es obvio el que las estafas en línea son pan cotidiano.
La trama está basada en el reportaje que hizo el diario noruego VG, publicado en febrero de 2019, que cuenta lo que sufrieron las tres mujeres que dan su testimonio en el documental.
La historia se construye con las historias de la ciudadana noruega Cecilie Fjellhøy, la sueca Pernilla Sjoholm y la holandesa Ayleen Charlotte, y se muestra cómo Simon Leviev, supuesto heredero de los magnates de los diamantes, la familia Leviev, se mete en sus vidas después de conocerlas en Tinder y ellas terminan entregando sumas de dinero difíciles de confirmar, pero que algunos estiman en millones. Tan solo una de ellas entrega al estafador unos 200 mil dólares.
El nombre original de Leviev es Shimon Yehuda Hayu, quien poseía —para la fecha en que estafó mujeres— un récord de otras estafas y robos. Y si bien hoy en día sigue la pelea judicial entre demandas de la familia Leviev por suplantación y fraude, a pesar de la evidencia el asegura que no hubo tal estafa y hoy en día vive como un hombre libre.
Más allá de la libertad que aún posee, asombra que nuestra sociedad ha perdido donde se encuentran los límites, embriagada por el resplandor de las redes, aunque este sea falso.
Pues Lievev no solo está rodeado de demandas sino de planes a futuro. Simon firmó recientemente con la gerente de talentos Gina Rodríguez, con sede en Los Ángeles. Según un representante de Gitoni (su agencia), Simon espera escribir un libro, presentar un podcast en el que se recomiende lo que se debe y no se debe hacer en las citas y además busca protagonizar un reality en el que las mujeres compitan por su amor (Esquire, 2022).
Y si bien para antropólogos como Jamie Tehrani (BBC Londres), esto puede explicarse a través de la antropología del prestigio, una forma de estatus social que se basa en el respeto y la admiración de los miembros de la propia comunidad, aquí parece ya no importar si la fama es buena o mala, sino con que haya fama parece ser suficiente.
Esto explicaría nuestro deslumbre por perfiles en Tinder de personas imposibles racionalmente de conocer en redes, y lo que es peor, nuestra veneración a personajes como Lievev a pesar de ser estafadores confesos. Nuestra sed de fama de brillar nos ciega.
Pero esto aplica para todos, pues reciente ha sido nota que el mismo Simon Lievev fue víctima de una estafa al momento de tratar de verificar su cuenta de Instagram. Pasó de estafador a estafado. Al menos algo podemos verificar: que en la casa del jabonero el que no cae, resbala.
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A las feministas les suelta la Marina.. a Ovidio lo suelta la Marina.
Así desde Palacio.
— Sarai Aguilar A. (@saraiarriozola) March 8, 2022