A diferencia de los guionistas de las múltiples series televisivas dedicadas a los asesinos seriales y en general al crimen, con todas las variantes de licencias posibles a su elección, la mexicana Mónica Ramírez Cano ha escrito un libro de no ficción titulado Las puertas del infierno (Editorial Porrúa, 2022) con un subtítulo estremecedor: “Un paseo por los siniestros y oscuros rincones de la mente criminal”.
Con autorización del sello y de la autora, Fusilerías reproduce como adelanto la introducción.
INTRODUCCIÓN
Dicen que morir es fácil, que lo difícil es vivir. Vivir para contar una historia como la que leerán a continuación y no morir en el intento requirió fuertes entrañas, ya que el proceso implicó recordarlo todo al detalle de nuevo. Principalmente en la trinchera de la mente criminal hay que entrenar las reacciones, identificar qué genera nuestras emociones, cuáles se detonan y aprender a gestionarlas, o jamás obtendrás palabra alguna de los criminales que estás entrevistando.
“Están en todos lados: en la calle, en el trabajo, en la escuela, incluso en tu casa puede haber alguno. El detonante de los demonios son los celos, el abandono, la soledad, la miseria, la avaricia, el desempleo, la falta de oportunidades» (Hernández Valerio, 2011), la desigualdad, el desamor, el abuso, así como la violencia, la necesidad de ejercer control y dominación a través del uso o amenaza del uso de la fuerza, con resultados trágicos, aberrantes y en ocasiones inexplicables, pues la lógica del hecho violento sólo tiene sentido para quien lo comete.
Interrogar sospechosos es una cosa, entrevistarlos es otra, y platicar con las víctimas supervivientes de actos violentos resulta algo totalmente diferente, pero ninguna de estas tres técnicas ofrece las respuestas necesarias sobre cómo llevar a cabo una plática con un criminal en prisión, donde lo que importa más allá del acto criminal es todo lo que pasó por su cabeza y sintió antes, durante y después del hecho, el por qué de sus actos; el para qué de éstos, si los planeó, cómo los planeó, si fueron de oportunidad, por qué precisamente esa víctima, entre otras cuestiones de sumo valor. Entrevistas de esta naturaleza son “[….] un juego de ajedrez mental sin piezas, una pelea de box sin contacto corporal, una competencia de resistencia donde cada una de las partes buscará identificar las debilidades e inseguridades del contrincante [….]” (Douglas y Olshaker, 2019), mientras que con escrutinio el entrevistador recorrerá de la mano del criminal su historia de vida y tratará de entender cómo acabó por convertirse en uno.
Estos encuentros son, en definitiva, una competencia mental, emocional, y es que la información obtenida de dichas entrevistas no es fácilmente digerible; sin embargo, les prometo que será un viaje fascinante al infinito mundo de la mente criminal de la mano de sus propios dueños: los criminales, protagonistas de este texto. Lo anterior se fundamenta en los principios de la fenomenología empírica que, como resultado de los trabajos de Candice Skrapec, propone que las experiencias individuales de los sujetos son de gran importancia debido a que al interpretar los relatos de los propios agresores, sean inventados o reales, es posible determinar las estructuras subyacentes a esas experiencias. Las narraciones personales revelan los significados que organizan la vida de un individuo; la importancia estriba en el significado que tienen para el sujeto (Skrapec, 2002).
¿Has pensado alguna vez que podrías haberte librado de convertirte en víctima de un violador, de un pedófilo, un asesino o un caníbal sin saberlo? Piénsalo por un momento: quizá cierta vez te sentaste junto a algún pedófilo en el cine o en el teatro, tal vez pasaste frente a un asesino en tu automóvil o te estacionaste junto a algún violador en el centro comercial que visitaste el fin de semana. Quizás algún caníbal se acercó a ti mientras escogías las frutas y verduras en el supermercado y no te diste cuenta, alguien que solicitó tu ayuda con las bolsas de la compra o esa mujer tan desvalida que te pidió ayuda para buscar un cachorro perdido, cuando en realidad era una proxeneta que pretendía reclutarte.
Probablemente estás vivo porque te quedaste chateando con algún amigo un minuto más de lo que esperabas, antes de salir a caminar solo por las calles silenciosas del campus universitario. Quizás estás viva porque alguien más llegó al estacionamiento, en lo que te acercaste al coche para regresar a casa, luego de que fuiste la última en comprar un café antes del cierre en ese apetitoso establecimiento del primer piso de la torre de oficinas donde trabajas, y no te percataste de que el vigilante del sitio te veía con mirada lasciva: sí, ese sujeto amable y atento, silencioso y reservado, a quien de no ser porque ha de darte la salida diaria, ni lo sentirías presente. Y es que, de ese cordial y solitario vigilante, a quien supones conocer por el simple hecho de verlo diariamente, de quien deduces con lástima que con seguridad es una de esas personas con quienes la vida parece ser injusta: noble, trabajador y amoroso, que llegará a casa diariamente muerto de cansancio a ver a su familia, por tanto en quien te apetece confiar, jamás pensarías que su tiempo libre lo dedica a secuestrar, violar, torturar, descuartizar a jovencitas y arrojar sus cuerpos en descampados, como quien arroja una envoltura de chocolate despreocupado por la ecología, cuando la oportunidad lo apremia. Quizá sí, quizá después de todo estás viva y ni siquiera imaginabas que te has librado de uno de esos momentos en los que se equivocó la ocasión, hasta que ves a ese pobre vigilante en los noticieros, acusado de crímenes inconcebibles, de cometer incluso actos de necrofilia6 con sus víctimas y, lo peor, que ha venido haciéndolo desde hace una década y en diferentes países.
Pero algo más, quizás también estás viva gracias al rechazo de esa deleitable plática que recuerdas haberle desairado a aquel galán tan atractivo y encantador en el bar al que sueles asistir los fines de semana, o a la mujer tan sensual que se te acercó a que le invitaras una copa y se topó con un no, tan sólo porque “no te apeteció”, algo no te “olió bien”, “no te cuadró” “sonó” o “checó”, al final, sentiste que “algo no estaba bien”, punto.
Sabido es que con frecuencia no prestamos atención a señales de alerta, es decir, no nos damos cuenta de lo que sucede a nuestro alrededor por estar pensando en otras situaciones, y la mayor parte de las ocasiones por el simple hecho de evitar ofender a alguien desconfiando acerca de su comportamiento, plática o mirada, preferimos confiar plenamente en la aparente bondad de los demás. Vivimos tan ajenos a la realidad de hechos tan brutales y severos como los que ocurren día a día que jamás consideramos las posibilidades que ahora rondan nuestra cabeza.
Sin embargo, bien documentado está que muchos de los sobrevivientes de ataques brutales que tuvieron lugar o ataques que se quedaron en grado de tentativa sintieron “algo raro” que les previno de la tragedia. Este tipo de situaciones raras, que parecen salidas de una película de fenómenos paranormales, las reportan casi sin excepción las víctimas sobrevivientes. Algunos creyentes lo llaman “la mano de Dios”, otros más pragmáticos lo nombran “sexto sentido”, algunos escépticos “instinto”, pero todos coinciden en lo mismo: “algo no estaba bien”. ¿A qué se debía esto? Tal era la pregunta que había comenzado a hacerme cuando tenía 13 años.
Este libro que tienes en tus manos pretende permitirnos conocer a criminales de diversos delitos, su vida, conducta y motivaciones; trata la violencia desde su propia percepción de los hechos con finalidades preventivas, desde la perspectiva de la salud mental y gracias a la realización de su perfil criminológico, de acuerdo con el Método Inductivo de Investigación Aplicada (MIIA) creado por la autora de este texto, e introducirnos a esta herramienta de apoyo para la investigación criminal, es decir, la conocida técnica de elaboración de perfiles criminológicos que poco a poco ha cobrado importancia y ha dado resultados satisfactorios. Por ejemplo —entre otras cuestiones— gracias a los datos estadísticos compilados por el Federal Bureau of Investigation (FBI) en EUA que permiten la realización de perfiles criminales o lo que ellos llaman formalmente Criminal Investigative Analysis (CIA), sabemos que además de las oportunidades, decisiones y comportamiento, existen preferencias específicas que definen las maneras en que se comporta un criminal y lo diferencian de otros.
En este libro nos propusimos brindarte información sólida y fundamental acerca del complejo mundo de la violencia, para que la comprendas e identifiques que, en efecto, existen factores que potencian los procesos que contribuyen al ejercicio de ésta y que, tempranamente reconocidos, pueden marcar la diferencia entre convertirte o no en un agresor o en una víctima. La mala noticia es que el potencial para cometer un acto de violencia atroz reside en cada uno de nosotros.
También aspira a responder a la clásica pregunta: “¿Por qué ellos sí, y yo no?”, es decir, qué es lo que mueve a estos criminales o qué es lo que tienen en su mente al momento de atacar y cómo la técnica del perfil ha contribuido en los procesos de investigación para identificar detalles tan precisos que permitirán identificarlos en quienes vienen transitando por el mismo camino para implementar una oportuna intervención. Te darás cuenta de que los criminales no se despiertan un día y deciden empezar a victimizar inocentes, sino que es un proceso gradual con rastros detrás, si revisamos la evidencia en su pasado, en su historia de vida; por eso es tan importante analizarla de forma meticulosa.
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Uso este espacio para aclarar que mi libro “Las Puertas del Infierno: un paseo por los siniestros y oscuros rincones de la mente criminal” de editorial Porrúa, NO es un libro sobre el Chapo, ni acerca del Chapo. Es sobre la mente criminal en general, la violencia y su estudio. pic.twitter.com/5SCTAVG0RP
— Mónica Ramírez Cano (@MonRamirezCano) July 14, 2022