Si tuviera que rescatar una película del fuego, salvaría Blade Runner**, de Ridley Scott. La primera versión. La que se estrenó en 1982. No puedo evitar una digresión: en ese año, 1982, me inscribí en la carrera de Derecho en la Universidad Iberoamericana. En Campeche, donde había terminado la prepa, aprovechábamos la ausencia de algún maestro para ir al cine Selem o al Toro. Ya en la universidad, lo mismo hicimos una tarde de marzo de ese año: Carlos Aguirre y yo aprovechamos la ausencia de un profesor para ir a ver El hombre de mármol de A. Wajda. Ese día se quemó la Cineteca. Estábamos en la librería cuando entró un bombero tiznado y sofocado que gritaba: —¡salgan, corran, rápido, va a estallar!— Salimos, corrimos y justo en el momento en que decía a Carlos: “No creo que estalle nada”, algo explotó detrás de nosotros. Corrimos más rápido y, con polvo en la cabeza, pero sin mayores daños, desde el camellón de Río Churubusco, presenciamos parte del incendio que habría de durar 16 horas y que consumió un archivo de más de 6mil películas irremplazables.
Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde aquel 1982 y Blade Runner, como el clásico que es, no envejece.
“En el siglo XXI, la corporación Tyrell llevó la evolución de los robots a la fase Nexus, un ser casi idéntico al humano conocido como un réplico. Los réplicos Nexus 6 eran superiores en fuerza y agilidad y cuando menos equivalentes en inteligencia a los ingenieros genéticos que los crearon. Los réplicos se empleaban como esclavos en la azarosa exploración y colonización de otros planetas. Tras un segundo motín de un equipo Nexus 6 en una colonia espacial se prohibió que los réplicos habitaran la Tierra, bajo pena de muerte. Escuadrones especiales de policía, unidades de Blade Runners tenían orden de tirar a matar a todo réplico que se encontrara en la tierra. A esto no se llamaba ejecución, sino retiro”… Así inicia la película.
Blade Runner es la historia de un deicidio y la crónica de la cacería de los cuatro réplicos Nexus 6 que se encuentran en Tierra, después de tomar por asalto un carguero y matar a su tripulación: Roy, Pris, Zhora y Leon desembarcan con el objetivo de encontrar medios para prolongar la vida. Es tal el nivel alcanzado por el Nexus 6 que sus diseñadores, alarmados por lo que pudiera acarrear ese grado de sofisticación, incrustaron en su programación una fecha de caducidad, de desaparición, no mayor a los cuatro años.
Blade Runner es también la historia de Rachel (Sean Young), la asistente de Tyrell, que no sabe que es replicante y no sabe si son suyos los recuerdos de las clases de piano o si esas memorias pertenecen al cerebro de la sobrina de Tyrell. Y es el relato del amargo, desencantado detective Rick Deckard (Harrison Ford), inspirado en el Philip Marlowe de Raymond Chandler. Es la historia de amor entre el policía y la replicante a la que debe ultimar.
Buena parte de la fascinación que genera el filme Blade runner (cine total), a más de la integración contextual, fotográfica y musical (Vangelis), tiene que ver con esta síntesis de novela negra y ciencia ficción, particularmente Philip K. Dick (¿Sueñan los androides con ovejas de metal?) a quien Scott dedica la película que podríamos calificar de ficción noir.
Scott es un buen lector de Jung. En Blade Runner surgen conflictos arquetípicos: el conflicto entre el derecho positivo y la ejecución de la ley confrontado con el amor, que es el de Deckard y Rachel. El de la creatura que se enfrenta a su creador, que es el de Roy y Tyrell. El de la finitud. La conciencia de la muerte: Diría Unamuno:
“El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere —sobre todo muere—, el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano”
El problema de la identidad y la conciencia: cuando J. F. Sebastian, el ingeniero genético que vive solo en el edificio Bradbury, pide a Roy y a Pris que hagan algo digno de los Nexus 6, estos contestan: —¿algo como qué? —Lo que sea. —Somos de carne —dice Roy; —Pienso, luego existo —apunta Pris antes de sacar, con la mano desnuda, un huevo del agua que hierve.
La estructura de la novela negra le permite a Scott articular dos búsquedas simultáneas, dos investigaciones: Una, la que emprende Deckard al perseguir a los réplicos que debe retirar, y otra la que realiza Roy para localizar a Tyrell.
—No es fácil hablar con el creador —le dice Roy a Tyrell, antes de barajar las opciones, todas infructuosas, que le permitirían vivir más allá de los cuatro años asignados al modelo Nexus 6. —Cuanto más brilla una luz menor es su duración —le contesta Tyrell—. La respuesta es el deicidio: las manos de Roy presionan el cráneo de Tyrell hasta matarlo.
Los Nexus 6 de Blade runner desafían abiertamente las leyes de la robótica esbozadas por Isaac Asimov:
- Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño.
- Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos a excepción de aquellas que entren en conflicto con la propia ley.
- Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley.
Tiempo después, Asimov agregó la llamada Ley Cero:
0. Un robot no hará daño a la humanidad o por inacción permitirá que la humanidad sufra daño.
Blade Runner está datada en noviembre de 2019. Hoy, las patrullas no vuelan pero cada teléfono celular es una computadora y el mundo que ya es el internet de todas las cosas, el de los algoritmos, incorpora y, pronto lo hará aún más, la ingeniería genética que creó a los Nexus 6 y el cíborg que vendrá: reescritura del código genético, reconexión de estructuras neuronales, supresión de enfermedades, modificación de la estructura bioquímica, control de la dopamina, incremento de capacidades, fusión del cuerpo con dispositivos técnicos, potenciación de la memoria, nanorrobots médicos recorriendo el organismo…
¿Qué porcentaje de la memoria implantada o de los órganos fusionados diluirá la identidad? ¿La idea de conciencia y voluntad definirá aun el libre albedrío? ¿En qué momento el test de empatía será insuficiente para distinguir entre el hombre y el robot?
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El Código Penal para Ciudad de México, muy similar al español en este tema, incorpora delitos relacionados con la “manipulación genética”.
“Artículo 154. Se impondrán de dos a seis años de prisión, inhabilitación, así como suspensión por igual término para desempeñar cargo, empleo o comisión públicos, profesión u oficio, a los que:
- Con finalidad distinta a la eliminación o disminución de enfermedades graves o taras, manipulen genes humanos de manera que se altere el genotipo; II. Fecunden óvulos humanos con cualquier fin distinto al de la procreación humana, y III. Creen seres humanos por clonación o realicen procedimientos de ingeniería genética con fines ilícitos.”
El lema de la corporación Tyrell era “Más humanos que lo humano”. Para distinguir a un Nexus 6 de una persona humana es imprescindible el test Voight-Kampf. La película inicia con la aplicación del test de empatía a Leon Kowalsky. El examinado no sabe lo que es una caguama. La tortuga está panza arriba en el desierto y León no la ayuda. ¿Por qué no la ayuda? El iris no se contrae ni se dilata. El fuelle de este polígrafo de la posmodernidad impulsa el aparato hacia el ojo y el artilugio indica que no hay reacción. —Hábleme de su madre —le dice el detective. —¿Quiere saber sobre mi madre? —León le vacía la pistola al detective.
Habrá que advertir que el derecho penal del siglo XXI rozará cada vez más los temas de la bioética y la biopolítica. ¿Qué es la vida humana y la muerte para el derecho? ¿Se inicia con la concepción y termina con la muerte natural?
¿Quién es la persona clonada que recibe implantes de memoria de cinco sujetos diferentes? ¿Sigue definiéndose como persona el otro que es un clon? Comete el delito de homicidio el que prive de la vida a otro. ¿Quién será ese otro en el derecho que viene?
Deckard elimina a Zorah después de una persecución en los barrios bajos de Los Ángeles. Sendos tiros por la espalda terminan con ella. Al acercarse, asqueado, Deckard reflexiona: el reporte indicará “retiro de un réplico”, lo que no me impide pensar que le disparé a una mujer por la espalda.
Al final de Blade runner, Roy salva la vida de Deckard y éste se fuga con Rachel. En la primera versión de la película de 1982 la última escena es la única con luz. Deckard y Rachel viajan hacia el norte. Dice Deckard: La fecha de caducidad no estaba incorporada en Rachel. No sabemos cuánto tiempo estaremos juntos. ¿Quién lo sabe?
Los réplicos, reflexiona el detective, se hacían las mismas preguntas que el humano. Las preguntas para las que el Derecho no tiene respuesta: ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? ¿Cuánto tiempo me queda?