El Día de Muertos llegó y se cumple un lustro de que esta festividad se asocie con la película Coco.
Al respecto, llama la atención un punto señalado por el tiktoker Javier Ibarreche, a propósito del debate sobre si este producto de Disney, estrenado en 2017, constituye o no apropiación cultural. En su opinión, la cinta tuvo repercusión universal por su leitmotiv de cómo la verdadera muerte es aquella que sigue tras el olvido.
Y es que, por más que el ego mexicano nos haga sentir que el éxito de la película radica en la tradición mexicana y en sus coloridos papeles picados y altares —que si bien son hermosos y espectaculares— lo que fascina y seduce a propios y extraños en el mundo es la celebración a la muerte por sí misma.
No es nueva esta fascinación por la muerte desde la exhibición de momias y la búsqueda de sepulcros. Julia Kristeva señala que, en un esquema semiótico del arte, el cuerpo “despierta miedo y fascinación ya que representa el futuro de todos nosotros, la desapropiación del cuerpo”. Sus observaciones nos recuerdan ese deseo continuo de observar eso en lo que eventualmente nos convertiremos, pero constantemente rechazamos.
La muerte está presente en la historia del arte y en sus templos; no obstante, en un principio la representación de la muerte en el arte tenía un carácter místico, sacro. Conforme el avance de los tiempos, ésta se volvió más festiva y se cotidianizó hasta tener la serie Muertes y Desastres de Andy Warhol.
Un ejemplo vívido de cómo el arte de la muerte se transformó de algo ritualístico a algo incluso ostentoso es la famosa calavera de Hirst. La pieza muestra un cráneo humano en un molde de platino, con 8 mil 601 diamantes puros incrustados. Fue vendida en 2007 por 90 millones 109 mil 800 dólares.
“La obra, inspirada en una máscara azteca de jade que Hirst vio de chico es, en palabras de su autor, la victoria definitiva de la muerte. Aunque también podría decirse que es el triunfo del capital y la obsesión por la muerte en el arte”, (El País, 2022).
Pero no solo es el capitalismo. El caso de Coco es festivo. Es la fiesta de la muerte. Es el deseo sublimado de no llorar por la separación, sino el festejo. Es una cura a la separación. Son las calaveras sonrientes, la catrina elegante, las que nos dan una cara de la muerte que no se asocia con el dolor.
En el Día de Muertos de Coco no hay llantos. Hay canciones hay comida, hay fiesta. No hay apropiación cultural pues la muerte nos pertenece a todos desde que nacemos. Y el deseo por sublimar el dolor es universal. Es la fiesta por la muerte y no el dolor al que todos anhelamos, mientras vemos a la abuela Coco sanar su alma.
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