Durante 20 años, de 1990 a 2010, y sin faltar ni una sola vez a su entrega semanal, el reconocido crítico e historiador de la fotografía, José Antonio Rodríguez, publicó en las páginas de El Financiero su columna Clicks a la distancia, una referencia periodística imprescindible para comprender el desarrollo de este arte en México y el mundo.
Fue su escaparate ideal para mostrar al gran público, más allá de los creadores y especialistas, sus reflexiones en torno a la imagen y los hallazgos de muchas de sus investigaciones sobre la obra de grandes fotógrafos como Edward Weston, Kati Horna, Agustín Jiménez y Nacho López. La primera colaboración la escribió el 8 de octubre de 1990 y la última el 4 de noviembre de 2010, en la sección cultural que entonces editaba el periodista Víctor Roura.
Se trata de un ejercicio inédito: no existe en México otra columna de crítica fotográfica con tan larga vida, y sólo tiene un antecedente similar: la que firmaba Saúl Serrano en las páginas de “Sábado” del viejo unomásuno.
Ahora, a casi dos años de la muerte de Rodríguez, ocurrida el 13 de marzo de 2021, ese acervo, conformado hasta el momento por más de 700 críticas, puede consultarse en Mediateca INAH (https://www.mediateca.inah.gob.mx), el repositorio digital del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y en Memórica (https://memoricamexico.gob.mx/), cuyo principal objetivo es poner a disposición del público archivos digitales relacionados con la historia.
Es el resultado del arduo trabajo de recopilación, catalogación y digitalización que realizaron Patricia Priego y Mirella de la O, con el financiamiento del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos culturales del Fonca. El equipo de trabajo también lo integraron Camila y Natalia Rodríguez (hijas de Rodríguez y Priego), los investigadores Arturo Ávila Cano y Ernesto Peñaloza, y Diego Vázquez, quien se encargó de la digitalización, todos bajo la asesoría de la doctora Laura González y el especialista Alberto Tovalín.
El trabajo comenzó de manera formal en enero de este año; no obstante, precisó Priego durante la presentación del archivo digital en el Museo Nacional de Antropología, en realidad ha sido una labor constante de más de 30 años, ya que siempre fueron conscientes de la relevancia de ordenar y archivar todo lo que se publicaba.
Explicó Priego que siempre fue un proyecto familiar, en la que sus hijas, su cuñada y su madre – “y todos los que se dejaban”- participaban recortando y pegando la columna en hojas bond e incluso agregando alguna información al calce; luego se archivaba en folders. Lo mismo hacían con muchas otras notas sobre fotografía de distintos autores, que ahora, después de tres décadas, conforman un robusto archivo hemerográfico.
Obsesión por la imagen
En Memórica, el usuario puede revisar los textos que Rodríguez escribió con el rigor que siempre distinguió sus proyectos editoriales y exposiciones. Es sabido que invertía demasiadas horas e incluso días escudriñando archivos para verificar un dato, por más pequeño que fuera. Era un obsesivo de las fuentes y con el tiempo él mismo se convirtió en una indispensable.
Aún más. Su rigidez como crítico no sólo fue con la información, también lo fue en su relación con los fotógrafos, con quienes siempre mantuvo abierta distancia. El resultado: opiniones agudas y sin cortapisas que le generaron muchas enemistades.
De hecho, en su última colaboración, titulada “Hasta luego”, Rodríguez recordó que “no faltaron los ataques” de algunos protagonistas de la fotografía mexicana que no vieron con buenos ojos sus señalamientos.
“En septiembre de 1993 escribimos aquí sobre la exposición En el nombre del padre, de Graciela Iturbide. Esta fotógrafa, sin duda una de nuestras clásicas vivas, se encontraba en su gran momento, aunque después le seguirían muchos más. Pero en esa precisa muestra nosotros dijimos lo que pensamos, que era un proyecto fallido y, además, lo que se exhibió en la Galería Juan Martin eran pésimas impresiones
“Después vino una reacción feroz desde muy diversos lados. Pablo Ortiz Monasterio -entre otras linduras que nos sucedieron por aquella nota- nos quiso sacar de la revista Luna Córnea, aunque después lo negaría (hoy, sin embargo, aparecemos en el Consejo Editorial de esa revista como un tal «José A. Rodríguez», sin eliminarnos del todo)”, se lee en la columna.
Más adelante habla de la desavenencia que tuvo con el historiador John Mraz. “Para 1996 aquí mismo dimos cuenta de las debilidades y fallas de una muestra como La mirada inquieta sobre el nuevo fotoperiodismo mexicano. Su curador, el crítico e historiador John Mraz, no nos lo perdonó.
“Muchos años estuvimos distanciados y no pocas veces entablamos duras polémicas en otros espacios. En 2007 nos encontramos en un viaje a Washington invitados por el Instituto Smithsoniano y ahí se inició una buena amistad, lo cual nos honra”.
Queda claro que su única inquietud, y por la que trabajaba de manera obsesiva, fue la fotografía. El investigador Alberto Tovalín, amigo cercano y con quien colaboró muy de cerca con Rodríguez en varios proyectos editoriales, lo ha definido como “una de las personas más honestas que he conocido en mi vida, objetivo, un apasionado de la imagen”.
Dicha pasión lo llevó a ser un hombre con muchas facetas. Además de historiador y crítico, Rodríguez fue durante más de 20 años editor de la revista Alquimia (“la mejor revista del mundo”, como él mismo decía); curador de destacadas exposiciones, como Nacho López: fotógrafo de México, que se presentó en 2019 en el Palacio de Bellas Artes y en el Instituto de México en España, en Madrid, en el marco de PhotoEspaña, y que fue la primera vez que se vio la obra de López en Europa; y docente en diferentes centros y universidades.
Un océano de fragmentos
Para la investigadora Laura González, la pertinencia de una columna como “Clicks a la distancia” radica en que todos los que utilicen este archivo podrán rearmar su propio relato de la historia de la fotografía mexicana.
“En ese universo de fragmento, José Antonio colapsa tiempos, se enfoca en otros protagonistas que los actuales, invierte los tramos de la historia, rompiendo esa condición progresiva y lineal con la que pensamos normalmente la historia de la fotografía
“José Antonio piensa la historia de la fotografía desde la perspectiva mexicana, desde América Latina. Con sus enormes diferencias, con sus injusticias palpitantes, con su heterogeneidad, con su desigualdad, con su anarquía, con su desorden, pero también con su real maravilloso, con esa condición de realizar lo imposible, de ver y enfocar los casos extraordinarios y de probar un método improbable”.
Agrega: “Rompe las expectativas que tenemos sobre lo que había en la fotografía mexicana a través de la reordenación de sus fragmentos. Entonces él se concentra en los relatos menores, en los supuestos, no tiene algo ordenador, superior o concluyente; piensa la historia como un tapiz con múltiples hilos. Podríamos decir que el de José Antonio es un océano de fragmentos en el que podemos sumergirnos. Un océano en el que hay fondos y hay fuentes”.
El fotógrafo e investigador Gerardo Montiel, quien consideró al autor de Edward Weston, la mirada de la ruptura un “engrane poliédrico en la fotografía mexicana”, destacó su carácter crítico, siempre apegado a sus principios.
“En un Encuentro Nacional de Fototecas, ya amigos, José Antonio me confrontó y me cuestionó públicamente. Me encantó porque eso hablaba de que no había perdido su planteamiento de que siempre había que ser escépticos. Yo se lo agradecí después de la mesa y le dije que me había encantado lo que había hecho”, expresó Montiel.
Al reflexionar sobre su desaparición física, consideró que Rodríguez era como un león yacente.
“Dicen los budistas que cuando un monje fallece, no es que esté muerto, simplemente es un león combativo que está yacente. Para mí eso es José Antonio, un león yacente. Deja un legado importantísimo y el hecho de que ahora esté en línea es fascinante. Es un engranaje fundamental para la fotografía”.
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🔸 Próximo a migrar a los repositorios de la Mediateca del @INAHmx y @MemoricaMexico, reúne sus más de 700 entregas aparecidas en «El Financiero».
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— Secretaría de Cultura (@cultura_mx) December 9, 2022