La sinóloga Radina Dimitrova es como un torbellino. Se mueve con mucha energía por cada rincón de su casa y difícilmente se mantiene quieta en un solo lugar; de su escritorio va a la cocina, regresa, teclea un poco, y después se levanta de nuevo en busca de algún libro que necesita consultar. Es imparable.
Fascina su vitalidad, pero no sorprende. En la Escuela Nacional de Lenguas, Lingüística y Traducción (ENALLT) de la UNAM, donde Dimitrova es docente de traducción chino-español, es reconocida por alumnos y colegas por su dinamismo. Es normal en ella trabajar en diferentes proyectos de manera simultánea: aún no concluye uno, cuando ya tiene dos más en puerta. Así, sus días transcurren entre traducciones de poesía china contemporánea, trabajos editoriales, seminarios, conferencias y, desde luego, sus clases de chino.
Ni la pandemia de covid 19 frenó sus planes; al contrario, le permitió organizarse con los estudiantes para realizar traducciones colectivas en línea, al mismo tiempo que hacía las últimas revisiones a tres libros: Conceptos clave del pensamiento y cultura de China (2022); la traducción de Li, el inmortal desterrado, inspirado por el vino, compone la misiva que hace temblar a los bárbaros (2022), un cuento clásico del escritor Feng Menglong (1574-1646), principal impulsor del género literario huaben; y Afanti, el sabio tonto. Humor y sabiduría del Oeste de China (2023).
Dimitrova, de origen búlgaro, asegura que los 15 años en los que ha vivido en México, “han sido lo mejor que le ha pasado en la vida”. Y es que fue aquí donde por primera vez pudo dar rienda suelta a sus dos grandes pasiones: el chino y el español. En la actualidad, comenta, su gran y único propósito es “aterrizar China para todos los mexicanos”, incluyendo, desde luego, a quienes no conocen el idioma.
“China gobernó mi vida una década, entre los 20 y 30 años, y ahora todos mis conocimientos los he puesto al servicio de los mexicanos”, dice Dimitrova (1979) en perfecto español durante la charla que sostuvo con China Hoy desde su confortable hogar, al sur de la Ciudad de México, en el que vive rodeada de libros (tiene un librero sólo con obras chinas) y una televisión que nunca usa.
Relata que algunos colegas le dijeron que, con sus conocimientos, bien podría ser profesora en Harvard o Princeton; sin embargo, ella siempre fue muy clara: “En México se me necesita más. Aquí no hay sinología ni altos estudios de chino clásico, entonces puedo abordar estos aspectos y desarrollarlos con total libertad. Algunos colegas me dijeron que así serían las cosas en este país y no me engañaron”.
Así lo ha hecho Dimitrova desde hace tres lustros, primero en El Colegio de México, donde obtuvo el doctorado en literatura china clásica, y después en la UNAM. Desde estas instituciones se ha convertido en una suerte de embajadora cultural de China en México. Gracias a su incansable trabajo, aspectos fundamentales del pensamiento chino, de su literatura, e incluso de la forma en cómo entienden el humor, han entrado en contacto por primera vez con el público hispanohablante.
Dimitrova: proverbios chinos y sus historias
Durante los primeros días de marzo, Dimitrova estaba particularmente contenta porque uno de sus tantos proyectos ya era una realidad: el sitio digital que lleva por título Cuentos chinos. Los proverbios chinos y sus historias.
Alojado dentro de la página de la ENALLT, el portal fue pensado como un apoyo académico para los estudiantes de chino, pero también para incentivar el conocimiento del gran público que esté interesado en estas historias milenarias, aunque no busque necesariamente aprender el idioma.
Así, Cuentos chinos, que encabeza junto con la doctora Ioana Cornea, y al que han sumado el trabajo de traducción y diseño de estudiantes universitarios, ayuda a que los alumnos de chino “comprendan frases con mucho trasfondo que no son fáciles de comprender y mucho menos de traducir”. Gracias a las explicaciones que se ofrecen, muchos otros usuarios podrán asimilar la profundidad de los proverbios.
“Desde hace mucho tiempo había querido hacer algo sobre los proverbios clásicos chinos (chengyu, en chino), es decir, frases muy breves (cuatro carácteres) y muy antiguas (incluso de hace 2500 años) que provienen de libros de filosofía y literatura. Son pequeñas cápsulas de condensada sabiduría que remiten a cuentos y que son protagonizados por grandes filósofos, famosos emperadores, ministros o, como sucede con las fábulas, por animales.
“Una de los proverbios, por ejemplo, habla de la pelea de una garza con una almeja; al final, el pescador se las lleva a las dos. Es como las fábulas de Esopo y La Fontaine que nosotros conocemos: cuando dos pelean, gana un tercero; es ese tipo de moraleja universal”, explica Dimitrova, licenciada en Sinología por la Universidad de Sofía (Bulgaria).
Señala que tuvieron mucho cuidado con la calidad de sus fuentes bibliográficas, para así tener la certeza de que trabajaban con proverbios originales que no estuvieran alterados de ninguna forma. “Le apostamos a la parte cultural, a las fuentes, para saber cúal era la cita original. En la medida de lo posible, evitamos que haya esta divergencia en la traducción. Tuvimos un libro base para obtener información: La Enciclopedia Ilustrada de China de tres tomos, que para mí es uno de los mejores libros que se han hecho sobre proverbios chinos. Tiene ilustraciones y muchas referencias históricas”.
Una vez que seleccionaron los proverbios con los que iban a trabajar, decidieron presentarlos de la siguiente forma: primero el original en caracteres chinos, luego su traducción literal al español, y después su explicación, tanto en chino como en español. Al final, viene un ejemplo de cuál es su uso en la actualidad.
“Aunque estos proverbios son milenarios, la gente los usa perfectamente el día de hoy en la lengua hablada, en las series de televisión o en las historietas. A mis alumnos les toca encontrarlos en todo tipo de textos, incluso jurídicos. Cuando los chinos te cuentan un cuento, tratan de verdades que encuentras en historiografías de hace 2000 años o en fuentes poéticas de hace 2500 años, todo lo que han acumulado como acervo escrito. Así que cuando los chinos hablan de cuentos van muy en serio, no son cosas de mentiritas”.
Recuerda Dimitrova que en un principio su idea era hacer una serie de libros, pero después, en el afán de escapar de los círculos académicos, decidió pensar en términos digitales.
“Tuve que ponerme en los zapatos de los jóvenes del siglo XXI y ver las cosas de una manera más interactiva y lúdica. Diseñé ejercicios que también estuvieran en español, para que fuera amable con los usuarios que no saben chino. Si quieren saber sólo la parte cultural, pueden leer el cuento, la explicación y los ejemplos de su uso. Para quienes deseen traducir, hay un apartado especial para eso. Para que fuera más atractivo, los proverbios vienen con ilustraciones hechos por alumnos de la Facultad de Arte y Diseño de la UNAM”, relata Dimitrova.
Cuentos chinos es un sitio que está en constante construcción. Poco a poco subirán nuevas traducciones con sus respectivas ilustraciones. Incluso, adelanta, el portal podrá servir para difundir otros aspectos de la cultura china. Pese a esta posibilidad, no quita el dedo del renglón de hacer en un futuro una serie de libros de proverbios, tal y como tenía pensado originalmente.
“La idea es aprovechar todo lo que nos da la UNAM, en herramientas y equipos de trabajo, personas con mucha sabiduría y capacidad. El proyecto estará al alcance de toda la sociedad hispanohablante”.
De boca en boca
Sobre la importancia de la oralidad en la cultura china, la misma que ha permitido la transmisión fiel de antiguos proverbios hasta nuestros días, Dimitrova afirma que fue esencial para que el gran público entrara en contacto con las creaciones de antiguos narradores y poetas.
“La cultura china fue de élite durante tres milenios, pero poco a poco, a través de la oralidad, se convirtió en una cultura popular. En el caso de la literatura, se empezó a escribir en registros muy cercanos a lo que es la lengua hablada, lo que la hizo muy popular, al alcance de la gente común”, dice Dimitrova.
Y cuenta: “En la antigüedad, hubo un poeta chino que, para asegurarse que sus poemas fueran comprensibles, se los leía a su madre o a una anciana que se encontrara en el camino. Al final les preguntaba: ‘¿Entendiste?’ Si no comprendían algo, reescribía el verso para que quedara entendible. Sabía la fuerza de la palabra hablada; era la única manera de que el gran público se enterara de sus creaciones poéticas”.
“Me tuve que reinventar”
Y a todo esto, ¿cómo es posible que una mujer búlgara sea la embajadora cultural de China en México? ¿Cómo llegó aquí? Dimitrova relata que en Bulgaria, en los años del sistema socialista, hubo una escolarización con bases sólidas en ciencias, matemáticas e idiomas. A principios de los años 90 del siglo pasado, a sus 13 años, cuando ya era trilingüe (hablaba búlgaro, ruso e inglés), comenzó a estudiar español.
Durante cinco años fue su gran pasión, al grado de que su primer plan de vida profesional fue ser traductora de literatura latinoamericana. Leyó frenéticamente a Julio Cortázar, Jorge Luis Borges y Federico García Lorca. Se esforzaba tanto en sus tareas de traducción que una vez cayó desmayada por cansancio excesivo.
Después vino el chino, idioma que estudió con el mismo ahínco. “China gobernó mi vida una década”, insiste. En Wuhan estudió la maestría en Literatura Antigua China. Mientras vivía en China, conoció a un colega mexicano que le dijo: “Deberías hacer el doctorado en México”. Le habló de las posibilidades académicas que encontraría en este país. No lo dudó y viajó a México.
“Es lo mejor que me ha pasado, porque aquí he podido hacer mucho más de lo que hubiera podido hacer en Bulgaria. La espiral dio la vuelta y Latinoamérica regresó a mi vida. No pensaba quedarme, pero sí lo hice. En México, el 90 por ciento de mi vida es China, pero ya es con un propósito. Desde luego hay muchas cosas que no puedo transmitir, pero sí las puedo adaptar, hacer llegar mi conocimiento a la gente que no conoce el idioma. Me tuve que reinventar.
“Yo no puedo abarcar todo, pero soy buena orientadora. Motivo a mis alumnos a que traigan al mercado mexicano cosas de la cultura contemporánea china, ya sean novelas gráficas o cualquier otra cosa. Sepas lo que sepas, lo más importante es aterrizarlo para el público. Soy alguien que trabajo al servicio de la gente, aterrizando conocimientos, informaciones y proyectos”, sentencia Dimitrova. Un torbellino, decíamos.